LA PATRIA QUE TE PARIÓ
(EXPLICACIÓN DEL AMOR DE JULIO
HERRERA Y REISSIG)
HUGO
GIOVANETTI VIOLA
primera edición WEB / elMontevideano Laboratorio de
Artes / 2018
obra
de portada: Haugussto Brazlleim
DECIMOCUARTA ENTREGA
EPISODIO 14: SER
Bombardeo
El doctor García
Lagos no tuvo más remedio que dejar pasar al dormitorio a Botana y a Zum Felde,
reclamados ininterrumpidamente por el imperator
desde el toque del Ángelus.
-Los llamé para
leerles unos papeles que casi nadie conoce, muchachos -se apoyó en un codo el
poeta con la respiración bastante aliviada. -Y de paso aprovecho esta falsa
mejoría que los médicos consideran que puede ser el preámbulo de la gran aventura.
-Pues la gran aventura no deja de ser un
hermoso eufemismo para ahuyentar al vocablo prohibido -contempló el merovingio
la palidez de Aurelio del Hebrón, que parecía asistir a un velorio donde el
cadáver estuviese olímpicamente investido por la capacidad de desamortajarse
para tomar mate un rato con los visitantes.
-Primero leeré
algunas líneas selectas de un papelón
en su pliego original -agarró una de las dos hojas apisonadas por un matraz
alquímico el hombrón que olía a morgue. -Y se trata de la reptante babosería
ofrecida a Oneto y Viana cuando logró que Williman me recibiera en su palacete
de los Pocitos para migajearme el cargo de sub-archivero
bibliotecario del Departamento Nacional de Ingenieros. Putísima retórica
gubernativa.
En ese momento
García Lagos entreabrió la puerta con una expresión de carcelero anunciador del
fin de la visita y Julio aulló tirándole por la cabeza una jeringa todavía
goteante:
-Idos a fornicar
con vuestra amada Ananké, perro de la cordura. ¿No tendréis la piedad de
permitirme confesionar un desahogo pacífico con los amados ángeles
torrepanorámicos que me han ido quedando?
-Basta, viejo -se
oyó graznar a Julieta. -¿Hasta cuándo vas seguir jugando a la pelota con las
cabezas de los que te queremos?
-¿Y vos qué sabés
de foot-ball, Eco petrificada en el
jardín de Átropos? -reventó un frasco de alcohol contra la puerta Julio y los
dandys se protegieron las melenas igual que si estuvieran en una trinchera.
Entonces el poeta
agonizante pidió la pelela por señas y después de hipar una gran arcada inútil
empalmó lo que llamaba el papelón y
jadeó casi sin aire:
-¡Gracias, gracias, un universo de suspiradas
gracias! Eres un arraigo de verdad, eres una magnánima excepción, un desmentido
sublime al escepticismo y a las torpes realidades del Kaleidoscopio de la vida!
Conoces mi orgullo romancesco, sabes cuáles son mis altiveces aristócratas. Y
bien -yo que jamás he dado entrada a la lisonja y a la adulación en mi espíritu
y que me he suicidado por sincero y
por altivo, te proclamo Alto Caballero de mi patria, modelo de firmeza y de
hidalguía, luchador por el Bien y por la Justicia, justipreciador de los que
valen y de los que sufren sed de equidad…
Y después que
escucharon chapotear a un carruaje sobre los endémicos baches del empedrado
Julio Herrera y Reissig agregó:
-Les aseguro que lo que acaban de oír es una
mera muestra del servilismo hipócrita cultivado por vuestro ídolo a lo largo de
su vida de clown, muchachos. Y ni siquiera puedo pedirles disculpas por mi
sinceridad.
Confesión
Al otro día el poeta de la patria visitó a Julio para
entregarle un ejemplar de El Tiempo donde
se destacaba una entrevista que le había realizado a principios de marzo el
periodista argentino Lascano Tegui, y al doctor García Lagos le fue posible
imposible prohibirle la entrada al dormitorio del agonizante.
-Cómo estás, hijo
-no se quiso sentar el hombrecito de crenchas esponjadas. -¿Tenés pulso para
leer esta inspiradísima explicación de tu
amor que acaba de publicarse en Buenos Aires?
-Joder -siguió
rascándose mecánicamente los abscesos el gigante que prefería usar tricotas
agujereradas y calzoncillos largos en lugar de piyamas. -¿Sabe que me da tirria
que me afeiten pero me parece mucho más elegante recibir a la gente en el cajón
con los resucitados bigotes de mi mocedad?
-Y así como si arrastraran por la alfombra de
la pieza vecina un acolchado de seda obscura, llegó el paso del convaleciente y
entró en el mutismo de la sala entre nuestros silencios de pórtico el Orpheo,
en el presentimiento de las Euménides, con una sonrisa letal en la flor sin
agua de sus labios -se largó a leer Zorrilla. -Herrera y Reissig ha estado enfermo, una contrariedad de su corazón lo
ha tenido inquieto en la pregunta de la vida, él nos la contó en parte y nos
abrió el tesoro de sus ojos azules como se abren las exclusas y caen las
riquezas de piedras preciosas en un acto de Barba Azul de Maeterlinck. Nos
habló benévolamente de todo sin envidia, con la imparcialidad de un Séneca que
administra justicia en la basílica, y sonreí porque los ojos de búho llegaron
ante un alma de Ícaro, y porque encontraron unos ojos que no eran femeninos ni
de lince, como los de tantos derrumbadores de ídolos en las tabernas
inmortales, porque eran los de un crítico que miraba todo con simpatía,
sobreentendiendo el esfuerzo bueno que hay en toda obra, hasta en el incendio
de Roma.
-Ahora siento que
Roberto me está mordiendo el bobo -se cubrió la tetilla izquierda con el
escapulario el puer aeternus que en
1902 había llegado a escribir a propósito del onanismo femenino: Entre nuestras masturbadoras hay eruditas e
ignorantes y brutales. Las primeras efectúan la operación con aparatos a
propósito; las segundas suavemente con el dedo; las últimas, despedazan velas
de estearina; y no faltan en este grupo las que se sirven de una botella. Son
frecuentes las operaciones a la vagina para extraer fragmentos de vidrios que
se quedan en el conducto cuando se rompe la botella. Nuestros cirujanos las
hacen con toda felicidad. -Mándele mi suspirado agradecimiento a ese pobre
porteño que alucinó seducido por mi charme
fariseico.
Entonces Juan
Zorrilla de San Martín se sacó la galera para sentarse junto a la cama con una
abnegación sacerdotal y murmuró:
-Lo único que
importa a la hora de despedirnos de este mundo es poder ofrecerle a la vida
nuestro agradecimiento por todo y por todos, mijo.
-Batata siempre
adoró a Dios -roncó laceradamente Julio. -Pero me temo que yo nunca fui capaz
de amar con santidad a nadie. ¿Qué le pareció la versión de la Berceuse que le
acercó Julieta, maestro?
Dignidad
-Yo creo en su vida
-tartamudeó Zum Felde, como si su inconsciente estuviese empezando a componer
el discurso fúnebre que escribiría en un café la madrugada del 20 de marzo. -Y
los gallos podrán cantar treinta y tres veces pero jamás dejaré de vociferar
que la divina locura de su ensueño es la fosforecencia que nos guiará
santélmicamente a través de la cerrazón de la patria que nos parió.
-Yo también creo en
tu vida, burrero de las carreras que se patalean con ambición de eternidad -se
animó a tutear al imperator Botana.
-Y cada vez que resuena el soplo más profundo de tu corazón me parece volver a
estar en aquella retirada de Paso del Parque donde ectoplasmicé la supernova
crística de Sabino Regusci mostrándole los estragos de la cruz a su hermano.
Entonces Julio
manoteó la otra hoja apisonada por el matraz sobre el mármol de la mesa de luz
y explicó:
-Pero me faltaron
güevos para jugar al foot-ball con
los culitos del Presidente Williman y su caterva de cuervos, muchachos-ángeles
que me envía la Sancta María Sine Labe Concepta. Porque antes de que apareciera
la migaja presupuestaria gestionada por Oneto le escribí esto al Ministro:
La ocasión la pintan calva y juzgo que sería del caso demostrarme en un
acto que por todos lados me satisfacería, la confianza y la buena voluntad de
V.E. y del señor Presidente, ya anticipadas en generosas promesas, y en
conceptos de sincera amistad. Se dice que acuden por centenares los postulantes
y hasta que existe el candidato seguro por parte de V:E. y del señor
Presidente. En todo caso, yo que no he querido incomodar personalmente al señor
Bachini y que desearía no se me confundiera con los tantos cuantitativos, acudo a la alta magnanimidad y luminoso criterio
selectivo del señor Ministro, con todos mis escasos méritos… políticos y con la
frente bien ancha y bien limpia, por si juzgare la hora digna de mis
aspiraciones. No sé qué me dice el corazón de obscuro y negativo como la
sentencia infernal del Dante, pero, conste en el peor de los fracasos, que a mí
no me han hecho, sino que soy, que
es más lo que merezco, que lo que he pedido, y que siempre daré más de lo que
se me ha dado. Mi ilustre amigo el señor Bachini, en caso de serle grato,
podría valientemente hacer valer mi nombre y mis palabras al señor Williman y
tal vez algún día se me hiciera justicia y el país fuera digno de Julio Herrera
y Reissig. Sin otro motivo, lo saluda hasta la historia - Julio Herrera y Reissig.
-Y no se lo
mandaste -entrecruzó una admiración tristísima el merovingio con Aurelio del
Hebrón.
-Viejo -chilló de
repente Julieta haciéndoles pegar un saltito a los tres. -García Lagos se mandó
mudar a la mierda. ¿Quién te pensás que sos?
-Yo soy un poeta que apostó por el arte
resucitador y ahora tiene que morir sin haber hecho nada -se incrustó el papel
entre las nalgas el gigante afiebrado. -Y ahora vayan saliendo porque cuando le
empiezan a sonar los cascabeles a la Lady Macbeth que todas ellas llevan enquistada en la cachucha alguien termina
muerto.
Trasluz
-Para mí la
Berceuse representa nada menos que el culmen de la luz no usada que supiste recuperarle a una lírica castellana
hundida en Trafalgar -extendió los bracitos Zorrilla como si les estuviera
dictando una conferencia a los escultores aspirantes a bocetar el
mega-monumento de Artigas que se había decidido erigir en la Plaza
Independencia. -Triunfaste, muchacho.
-Usted me quiere
demasiado, maestro -manoteó torpemente una jeringa mientras se alzaba el
calzoncillo para buscar un espacio libre de abscesos en su pantorrilla Julio.
-Aunque a veces siento que logré algo en
el poema final: un trasluz por donde
puede entreverse el carozo de la luna.
-No lo dudes. Y en
ese caso jamás importan los ripios que uno pueda detectarle al acabado de la
obra. Lo sé porque últimamente me acorralan los impulsos de suprimir las tres
cuartas partes de Tabaré sin el menor
empacho.
-Y a mí lo único
que me consuela es que la otra Ella se haya impuesto a la tiburona
asesina que vive refocilándose en esta matria ensangrentada por la maldición de
Le Montévidéen -cayó sobre la
almohada el hombrón color medusa. -Y esa
numinosidad beatricesca me obligó
a adorar este infierno tan querido desde la noche que encontré a Ma Dame en la humilde hornacina de su
balcón. Ah, que deseo tan alto y tan poco carnal.
-Mirá que García
Lagos ya amenaza con irse, viejo -anunció desde la otra pieza la muchacha que
su esposo consideraba habitada por la Madre del Mundo.
-¿Vio con qué saña
me machuca los quimbos mi pimpollo? -juntó aire para hacer tintinear una
carcajadita el vate entricotado colorinchudamente. -Pero la gran batalla es la
que tengo cada madrugada con la voz de Roberto.
-¿Cómo así?
-Yo le llamo la voz de Roberto pero lo que me
enloquece es una especie de murmullo verde
con el que nos escalofrió durante un plenilunio que pasamos completamente a
oscuras en la Torre de los Panoramas.
-¿Por qué no
descansás? -se paró engalerándose el poeta
de la patria, con un leve rictus de saturación. -No pongamos a prueba la
santa paciencia de los galenos, muchacho.
-Además yo le
aseguro que es el mismo diabolismo que le hizo sudar sangre al Hijo del Hombre
en el Getsemaní, maestro. Nadie puede imaginarse las porquerías que dice.
-Eso le pasa a todo
el mundo tarde o temprano, Julio. Pero no va a vencerte.
-¿Se acuerdo de
Batata, Zorrilla?
-Cómo no. Todavía
te llamábamos así en las tertulias del Prado, cuando te regalé el escapulario.
-A él no lo vence
nadie, porque usted dice siempre que los abanderados de la Purificación viven
en una meseta donde el diablo no pincha.
-Confiad, Gran Ser
Floral -le apretó un brazo para despedirse el poeta de la patria al príncipe
de la lengua castellana. -Y recordad que el desierto es muy largo y la
verdad no triunfa pero existe. Lo
demás no perdura.
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