JULIO
CÉSAR CASTRO (JUCECA)
LA
VUELTA DE DON VERÍDICO
CUADRAGESIMOQUINTA ENTREGA
EL
AFILADOR
“Templaron
con emoción…”
(De
un café cincuentón de la calle Olavarría)
El que supo tener fama de
cuchillero, aura que dice, fue Piramidal Cucheto, el casau con Vayaviendo
Garrocha. Una mujer que no tenía criterio para nada. Se le terminaba la birome
y le quería hacer punta con un cuchillo.
El vicio de los cuchillos
le venía del marido, que era afilador. Un hombre que tanto le afilaba la hoja
de un cuchillo como la hoja de un ombú, y si lo facilitaban le afilaba la mujer
al dueño del cuchillo o al dueño del ombú, y además les daba el temple justo. Y
tanto le templaba un cuchillo como le templaba una guitarra. ¡Su habrá quemau
guitarras ern la fragua!
Si al pago llegaba
alguien con fama de guapo, él lo buscaba y cuando lo tenía a mano le enjacaba
un tingiuiñazo en la oreja, pa ver si era un hombre templado. Uno de los
guapos, que era un hombre de temple, un día echó mano al facón, y Piramidal le
pegó un tinguiñazo en la hoja y se quedó escuchando el sonido. Aquel guapo
quedó tan desorientau que tiró el cuchillo por la ventana y se dedicó a vender
pasto en carretilla.
Una noche en el boliche
El Resorte taban desagotando una damajuana de vino el rape Olmedo, la Duvija,
Diariamente Solfeo, Lagartijo Liborno, el pardo Santiago y Rosadito Verdoso,
cuando cayó Piramidal y se acodó en el mostrador. El barcino se corrió pa la
otra punta.
Cuando Piramidal vio que
el tape Olmedo le estaba haciendo punta a un palito, se le ofreció:
-¿No quiere que el afile
el cuchillito, don tape?
-No señor, cada hombre
debe estar capacita upa arreglarse su herramienta, y cada cual sabe cómo le
tiende el filo.
Piramidal quedó medio
entrompau. De repente se oró un galope, un sofrenar en la puerta del boliche,
un forastero que se daba de patas contra el suelo y dentraba sin daludar,
pálido y desnutrido. No había terminado de hacer espalda contra el mostrador,
cuando se oyó otro galope, otro sofrenar, y otro forastero que dentra sin
saludar pero facón en mano.
Se cruzaron los fierros chas
chas chas, relumbraban los aceros a la luz tiznada del farol. Con las vistas en
las vistas se carculaban, se semblanteaban, y chas chas chas, chocaban los
facones, se les aflojaban los mangos, se mellaban las hojas y meta chas chas
chas.
Fue cuando Piramidal empezó
a decir:
-Afiladoooor… afiladoooor…
Sin dejar de pelear, los
forasteros le hicieron señas de que les afilara los facones. Entonces Piramidal
echó mano a la cintura y peló la chaira. Pegó el grito: “¡Allá voy y cuidau con
tajiarme un dedo!” Entreveró la chaita entre los dos facones y parecía que
estaba peliando con una yunta. Era el chisperío nomás y los facones se afilaban
sin parar el duelo, hasta que el tape Olmedo comentó.
-¡Será posible que no se
pueda tomar un vino tranquilo!
Los sacó a los tres a
patadas pa fuera, y cuando iba clariando todavía se escuchaba a lo lejos:
-¡Cuidadu con tajiarme un
dedo, carajo! chas chas chas.
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