23/3/14


CLARISSA PINKOLA ESTÉS


MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS



SEXAGESIMOQUINTA ENTREGA



CAPÍTULO 8



El instinto de conservación:

La identificación de las trampas, las jaulas y los cebos envenenados



La mujer fiera (1)




Según el diccionario, la palabra "fiera" deriva del latín fera cuyo significado es "animal salvaje". En el lenguaje común se entiende por fiera un animal que antaño era salvaje, que posteriormente se domesticó y que ha vuelto una vez más al estado natural o indómito.


Yo afirmo que la mujer fiera es la que antes se encontraba en un estado psíquico natural -es decir, en su sano juicio salvaje- y que después fue atrapada por algún giro de los acontecimientos, convirtiéndose con ello en una criatura exageradamente domesticada y con los instintos naturales adormecidos. Cuando tiene ocasión de regresar a su naturaleza salvaje original, cae fácilmente en toda suerte de trampas y es víctima de todo tipo de venenos. Puesto que sus ciclos y sus sistemas de protección se han alterado, corre peligro al estar en el que antes era su estado salvaje natural. Ha perdido la cautela y la capacidad de permanecer en estado de alerta y por eso se convierte fácilmente en una presa.


La pérdida del instinto sigue una pauta muy concreta. Es importante estudiar esta pauta e incluso aprenderla de memoria para poder conservar los tesoros de nuestra naturaleza básica y también de la de nuestras hijas. En los bosques psíquicos hay muchas trampas de hierro oxidado escondidas bajo las verdes hojas del suelo. Psicológicamente ocurre lo mismo en el mundo material. Podemos ser víctima de varios engaños: las relaciones, las personas y las empresas arriesgadas son tentadoras, pero en el interior de un cebo de aspecto agradable se esconde algo muy afilado, algo que mata nuestro espíritu en cuanto lo mordemos.


Las mujeres fieras de todas las edades y especialmente las jóvenes experimentan un enorme impulso de resarcirse de las largas hambrunas y los largos exilios. Corren peligro por culpa de su excesivo y temerario afán de acercarse a unas personas y alcanzar unos objetivos que no son alimenticios ni sólidos ni duraderos.


Cualquiera que sea el lugar donde viven o el momento en el que viven, siempre hay jaulas esperando; unas vidas demasiado pequeñas hacia las cuales las mujeres se pueden sentir atraídas o empujadas.


Si has sido capturada alguna vez, si alguna vez has sufrido hambre del alma, si alguna vez has sido atrapada y, sobre todo, si experimentas el impulso de crear algo, es muy probable que hayas sido o seas una mujer fiera. La mujer fiera suele estar muy hambrienta de cosas espirituales y a menudo se traga cualquier veneno ensartado en el extremo de un palo puntiagudo, pensando que es aquello que ansía su alma.


Aunque algunas mujeres fieras se apartan de las trampas en el último momento y sólo sufren algún que otro pequeño desperfecto en el pelaje, son muchas más las que caen en ellas inadvertidamente y pierden momentáneamente el conocimiento mientras que otras quedan destrozadas y otras consiguen liberarse y se arrastran hasta una cueva para poder lamerse a solas las heridas.


Para evitar las celadas y tentaciones con que tropieza una mujer que se ha pasado mucho tiempo capturada y hambrienta, tenernos que ser capaces de verlas por adelantado y esquivarlas. Tenemos que reconstruir nuestra perspicacia y nuestra cautela. Tenemos que aprender a virar. Tenemos que distinguir las vueltas acertadas y las equivocadas.


Existe algo que en mí opinión es un vestigio de un antiguo cuento de viejas de carácter didáctico que expone la apurada situación en que se encuentra la mujer fiera y muerta de hambre. Se lo conoce con distintos títulos tales como "Las zapatillas de baile del demonio", "Las zapatillas candentes del demonio" y "Las zapatillas rojas". Hans Christian Andersen escribió su versión de este viejo cuento y le dio el título citado en tercer lugar. Como un auténtico narrador, envolvió el núcleo del cuento con su propio ingenio étnico y su propia sensibilidad.



La siguiente versión de "Las zapatillas rojas" es la germano-magiar que mi tía Tereza solía contarnos cuando éramos pequeños Y que yo utilizo aquí con su bendición. Con su habilidad acostumbrada, mi tía siempre empezaba el cuento con la frase: "Fijaos bien en vuestros zapatos y dad gracias de que sean tan sencillos... pues uno tiene que vivir con mucho cuidado cuando calza unos zapatos demasiado rojos."

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