ENCUENTRO
CON LA SOMBRA
(El
poder del lado oscuro de la naturaleza humana)
Carl
G. Jung / Joseph Campbell / Marie-Louise von Franz / Robert Bly / Ken Wilber /
Nathaiel Branden / Sam Keen / Larry Dossey / Rollo May / M. Scott Peck / James
Hillman / John Bradshaw y otros
Edición
a cargo de Connie Zweig y Jeremiah Abrams
El
mal de nuestro tiempo consiste en la pérdida de la conciencia del mal.
KRISHNAMURTI
Todo
lo que reprimimos nos debilita hasta el momento en que descubrimos que también
constituía una parte de nosotros mismos.
ROBERT FROST
¡Si
todo fuera tan sencillo! Si en algún lugar existieran personas acechando para
perpetrar iniquidades bastaría con separarlos del resto de nosotros y
destruirlos. Pero la línea que divide el bien del mal pasa por el centro mismo
del corazón de todo ser humano. ¿Y quién está dispuesto a destruir un solo
fragmento de su propio corazón?
ALEXANDER SOLZHENITSYN
Lo
que no se hace consciente se manifiesta en nuestras vidas como destino.
C. G. JUNG
PRIMERA ENTREGA
PRÓLOGO
/ Connie Zweig
En la mitad de mi vida
descubrí mis propios demonios. A partir de ese momento gran parte de lo que
hasta entonces había considerado como algo positivo se convirtió en una
maldición. El anchuroso camino se estrechó, la luz se ensombreció y, mi santo
-tan repeinado y bien educado- tropezó con mi pecador.
Entonces mi admiración
por la Luz, mi apasionado optimismo, mi confianza implícita en los demás y mi compromiso
con la meditación y con un camino de iluminación dejaron de ser una bendición y
se transformaron en una amenaza, una forma de pensar y de sentir tan
profundamente arraigada que parecía arrojarme inerme frente a sus dos opuestos,
el tormento por los ideales frustrados, la angustia por mi ingenuidad y el
aspecto más tenebroso de la Divinidad. En esa época tuve el siguiente sueño:
Estoy
en la playa con mi antiguo novio. La gente se está bañando. De pronto aparece
un gran tiburón negro y se echa de menos a un niño. Todo el mundo se asusta y
el pánico cunde por doquier. Mi novio no comprende el peligro que corre y
persigue al pez, una criatura mítica.
De
algún modo toco al pez y descubro que es de plástico. Clavo entonces un dedo en
él, lo pincho y comienza a desinflarse. Mi novio está furioso, como si yo
hubiera asesinado a Dios. Para él la vida del tiburón era más importante que la
vida humana. Mi novio se marcha caminando junto al agua y yo deambulo durante
un rato y termino entrando en el bosque donde me espera una manta azul.
Cuando analicé este
sueño descubrí que jamás había tomado en serio a la sombra. Hasta entonces
había creído -en una especie de hubris espiritual-
que la disciplina del autocontrol podía ayudarme a dominar la sombra del mismo
modo que había hecho con mi dieta y mis estados de ánimo, que la vida interna
profunda y comprometida podría protegerme del sufrimiento, que las creencias y
las prácticas esotéricas podrían, en fin, aplacar el poder de la sombra.
Pero el lado oscuro
asume numerosos disfraces. En mi caso la confrontación con la sombra fue
espantosa, lacerante y profundamente desalentadora. Las amistades íntimas
comenzaron a resquebrajarse hasta terminar rompiéndose y despojándose del
aliento vital que hasta entonces me habían proporcionado. Mi fortaleza reveló
su vulnerabilidad y en lugar de fomentar mi desarrollo se convirtió en un
escollo insalvable. Al mismo tiempo una serie de desagradables potencialidades
desconocidas hasta el momento emergieron a la superficie sacudiendo
profundamente la imagen de mí misma a la que estaba acostumbrada.
Entonces todo mi
optimismo y el temperamento equilibrado que me caracterizaban se desvanecieron
en la nada y me sumí en la desesperación. A los cuarenta años caí en una
profunda depresión y viví lo que Herman Hesse denominaba “un infierno de
cieno”. Entonces brotó de mi interior una furia insospechada -como si
súbitamente me hallara poseída por algún primitivo dios airado- que terminó
dejándome extenuada y avergonzada.
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