EUGENIO d’ORS, NODO
DE TRADICIÓN ESTÉTICA Y DEBATE CONTEMPORÁNEO
por Antonio González
Cumple a la filosofía hacer de
vuelta los viajes que hace de ida al
vivir.
E. d’Ors / El secreto de la
filosofía (1947)
PRIMERA ENTREGA
La figura del filósofo catalán Eugenio d'Ors (1881-1954) ha estado
parcialmente oculta durante mucho tiempo por varias razones, como pueden ser su
oficio de glosador en la prensa, su filiación política o su dedicación a la
crítica literaria y de arte, así como su fuerte estilo literario, que lo
alejaba de la filosofía académica al uso; sin embargo, recientemente está
siendo reivindicada su obra, así como su talla intelectual. Estamos asistiendo
en los últimos tiempos a un creciente interés por su pensamiento, de lo que es
prueba la avalancha de reediciones de sus obras que diversas editoriales están
llevando a cabo.
Aunque a menudo se considera a Eugenio
d'Ors como un autor dedicado a la crítica de arte, en su obra desarrolla una
sólida teoría estética, una poética en sentido clásico, y «si
-como escribió Aranguren- toda Estética es Filosofía, la de Eugenio d'Ors lo es
en grado eminente y además ha coloreado artísticamente su Metafísica y su
Ética». La estética orsiana, a la que d'Ors denomina arbitraria, es
una estética vital, llena de ética sin resultar moralizante, que
apela al lector y al espectador del arte. Es una estética vivida. En ella la
Belleza no es un ideal separado de la vida, sino que es algo práctico, vivible. En
este sentido, a continuación trazo un breve recorrido por las principales obras
de Eugenio d'Ors para tratar de desentrañar las originales tesis estéticas del
pensador catalán, en su relación con la más clásica tradición estética y con su
presencia en el debate estético contemporáneo. Todo ello resalta la condición
de Eugenio d'Ors de enclave privilegiado para la comprensión de la historia
estética y del reciente panorama en la eterna indagación en torno a la belleza
y la creación artística.
Eugenio d'Ors nació en la Barcelona de 1881, es decir, cuando y donde se
estaba fraguando el modernismo como rechazo romántico del positivismo del siglo
XIX. Este hecho va a ser capital, ya que en un principio el filósofo va a
instalarse en este rechazo del ochocentismo que el modernismo lleva a cabo.
D'Ors mantendrá siempre esta actitud de rechazo hacia el positivismo
decimonónico, pero desde muy pronto abandonará el modernismo. La crítica
modernista al positivismo se va a anclar en el individualismo y el naturalismo,
en la autonomía del arte, en la idea de la incomunicabilidad de la realidad,
que deviene creación subjetiva del individuo, todo lo cual drena en una neta
oposición entre naturaleza y libertad -el artista se deja invadir por la naturaleza-.
Frente a estas tesis, que prosiguen en la órbita del romanticismo de principios
del siglo XIX, d'Ors buscará un proyecto renovador de la cultura en que junto
al arte tenga cabida la razón.
El temprano abandono de D'Ors de los
planteamientos modernistas pone de manifiesto que el autor catalán descubrió,
desde el principio de su actividad intelectual, que el romanticismo
implica exclusión. Si el positivismo no admite la dimensión
vital en sus desarrollos, el romanticismo con el que reacciona el modernismo
tampoco da cabida en sí a la racionalidad. De este modo, el filósofo se va a
oponer, durante toda su vida y toda su obra, justamente a esta exclusión de
dimensiones de la realidad, de manera tal que toda su obra y toda su vida serán
el intento constante de integrar razón y vida en un planteamiento unitario.
Desde 1904 el proyecto renovador de
Eugenio d'Ors se llamará Noucentisme, y precisamente propondrá su
reforma a través de la estética. Si el modernismo desgaja al hombre haciendo
incompatibles naturaleza y libertad, la estética noucentista, el arbitrarismo,
sostiene que la voluntad impone orden en la naturaleza, conciliando ambas
dimensiones. Es el arte quien permite, así pues, entender al ser humano de modo
unitario, pues es en el arte donde se manifiesta la belleza, que es obligación
de los fenómenos -como aprendió d'Ors de Schiller- y, al propio tiempo,
categoría que ordena la acción humana. Esa armonía entre lo espiritual y lo
material, que permite entender al hombre en toda su unidad, es lo propio de la
cultura clásica, por lo que el arbitrarismo propondrá un retorno a los ideales
clásicos. Por su parte, el noucentisme orsiano centrará
también su acción en la política, entendida como misión renovadora de la
sociedad, y sobre todo en la publicación de las glosas, más aún al no obtener
la cátedra para la que d'Ors opositó. Así, d'Ors será ya un filósofo
cercano, leíble.
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