23/3/14

EUGENIO d’ORS, NODO DE TRADICIÓN ESTÉTICA Y DEBATE CONTEMPORÁNEO

por Antonio González

Cumple a la filosofía hacer de vuelta los viajes que hace de ida al vivir.
E. d’Ors / El secreto de la filosofía (1947)

PRIMERA ENTREGA

La figura del filósofo catalán Eugenio d'Ors (1881-1954) ha estado parcialmente oculta durante mucho tiempo por varias razones, como pueden ser su oficio de glosador en la prensa, su filiación política o su dedicación a la crítica literaria y de arte, así como su fuerte estilo literario, que lo alejaba de la filosofía académica al uso; sin embargo, recientemente está siendo reivindicada su obra, así como su talla intelectual. Estamos asistiendo en los últimos tiempos a un creciente interés por su pensamiento, de lo que es prueba la avalancha de reediciones de sus obras que diversas editoriales están llevando a cabo.

Aunque a menudo se considera a Eugenio d'Ors como un autor dedicado a la crítica de arte, en su obra desarrolla una sólida teoría estética, una poética en sentido clásico, y «si -como escribió Aranguren- toda Estética es Filosofía, la de Eugenio d'Ors lo es en grado eminente y además ha coloreado artísticamente su Metafísica y su Ética». La estética orsiana, a la que d'Ors denomina arbitraria, es una estética vital, llena de ética sin resultar moralizante, que apela al lector y al espectador del arte. Es una estética vivida. En ella la Belleza no es un ideal separado de la vida, sino que es algo práctico, vivible. En este sentido, a continuación trazo un breve recorrido por las principales obras de Eugenio d'Ors para tratar de desentrañar las originales tesis estéticas del pensador catalán, en su relación con la más clásica tradición estética y con su presencia en el debate estético contemporáneo. Todo ello resalta la condición de Eugenio d'Ors de enclave privilegiado para la comprensión de la historia estética y del reciente panorama en la eterna indagación en torno a la belleza y la creación artística.

Eugenio d'Ors nació en la Barcelona de 1881, es decir, cuando y donde se estaba fraguando el modernismo como rechazo romántico del positivismo del siglo XIX. Este hecho va a ser capital, ya que en un principio el filósofo va a instalarse en este rechazo del ochocentismo que el modernismo lleva a cabo. D'Ors mantendrá siempre esta actitud de rechazo hacia el positivismo decimonónico, pero desde muy pronto abandonará el modernismo. La crítica modernista al positivismo se va a anclar en el individualismo y el naturalismo, en la autonomía del arte, en la idea de la incomunicabilidad de la realidad, que deviene creación subjetiva del individuo, todo lo cual drena en una neta oposición entre naturaleza y libertad -el artista se deja invadir por la naturaleza-. Frente a estas tesis, que prosiguen en la órbita del romanticismo de principios del siglo XIX, d'Ors buscará un proyecto renovador de la cultura en que junto al arte tenga cabida la razón.

El temprano abandono de D'Ors de los planteamientos modernistas pone de manifiesto que el autor catalán descubrió, desde el principio de su actividad intelectual, que el romanticismo implica exclusión. Si el positivismo no admite la dimensión vital en sus desarrollos, el romanticismo con el que reacciona el modernismo tampoco da cabida en sí a la racionalidad. De este modo, el filósofo se va a oponer, durante toda su vida y toda su obra, justamente a esta exclusión de dimensiones de la realidad, de manera tal que toda su obra y toda su vida serán el intento constante de integrar razón y vida en un planteamiento unitario.



Desde 1904 el proyecto renovador de Eugenio d'Ors se llamará Noucentisme, y precisamente propondrá su reforma a través de la estética. Si el modernismo desgaja al hombre haciendo incompatibles naturaleza y libertad, la estética noucentista, el arbitrarismo, sostiene que la voluntad impone orden en la naturaleza, conciliando ambas dimensiones. Es el arte quien permite, así pues, entender al ser humano de modo unitario, pues es en el arte donde se manifiesta la belleza, que es obligación de los fenómenos -como aprendió d'Ors de Schiller- y, al propio tiempo, categoría que ordena la acción humana. Esa armonía entre lo espiritual y lo material, que permite entender al hombre en toda su unidad, es lo propio de la cultura clásica, por lo que el arbitrarismo propondrá un retorno a los ideales clásicos. Por su parte, el noucentisme orsiano centrará también su acción en la política, entendida como misión renovadora de la sociedad, y sobre todo en la publicación de las glosas, más aún al no obtener la cátedra para la que d'Ors opositó. Así, d'Ors será ya un filósofo cercano, leíble.

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