EXCLUSIVO DESDE VENEZUELA
LÁZARO LUCIANO SILVA GONZÁLEZ
EL FUMADOR DE MEMORIAS / MICROFICCIONES
Uruguayo, Licenciado en Psicología en la Universidad de nuestro país, cursó
estudios de Filosofía y de Educación en la Universidad Central de Venezuela.
Fue cofundador del grupo literario La 115
(1984). Formó parte del grupo de música latinoamericana El Quinteto E.G., durante su permanencia
en Montevideo (1989-1998). Participó en la producción discográfica Música del alma (Uruguay, 1998) con la
misma agrupación. Actualmente de desempeña como asistente de colecciones en el
Centro de la Diversidad Cultural (Cediver), adscrito al Ministerio del Poder
Popular para la Cultura.
DEVOCIÓN
El santo fue conducido hacia la multitud, que le esperaba, a los pies
del púlpito, sobre la montaña. Ellos, fieles creyentes, estaban seguros de sus poderes
sobrenaturales. Él daría un discurso de despedida y luego se marcharía al más
allá.
No muy lejos, en un observatorio espacial preparaban un arma letal que
estaba casi lista, sólo faltaba probarla con algo, o alguien. Sería el arma más
poderosa del planeta y los científicos la tenían. Uno de ellos tuvo una
ocurrencia:
-¿Y si la probamos con el santo? -dijo.
-No es mala idea, de cualquier modo, ya nos ha molestado lo suficiente.
No ha hecho sino hablar mal de nosotros -agregó otro.
Los demás se sumaron a la iniciativa.
En ese lugar, elegido por justos y pecadores, por hombres de ciencia y
hombres de fe, punto cardinal de convergencia magnética, se hallaba el santo.
Todos lo vieron aparecer y desaparecer.
De aquello hace ya mucho, pero a esta altura de los siglos, cuando la
desmaterialización no es un misterio para nadie, no se ha podido determinar si
en tal momento histórico aquel hombre se esfumó por efecto del arma
desintegradora o por facultades otorgadas por virtudes divinas. Lo cierto es
que el santo sigue ganando devotos y la ciencia no para de lamentarlo.
SANTOBAR
En la barra de un bar del centro de la ciudad tres hombres hablaban de
manera entretenida en compañía de unas jarras de cerveza.
-Pregúntenme lo que quieran sobre la Biblia, que de eso sé, sin pecar de
pedante, desde la a hasta la z -dijo el primero de ellos.
-Yo les aseguro que conozco las causas del sufrimiento humano y puedo
llegar a borrarlas de la vida de cualquier persona -apuntó el segundo.
-Hablen lo que quieran, yo les digo que tengo tantos seguidores como ustedes.
¡Salud por todos ellos! -dijo Mahoma al tiempo que chocaba los vasos espumantes
con Buda y con Jesús.
DESIERTO
El cuento tenía urgencia por ser escrito. Él quería aparecer en las
publicaciones de ese año y por tal motivo se acercó a las mentes de varios
escritores. Uno de ellos dijo: “Bonito cuento, pero mejor lo guardo para mi
próximo libro”. Otro pensó: “Me gusta el argumento, lo dejaré reposar un tiempo
para luego darle forma de novela”. Pero casualmente dos escritores que pensaban
participar en el mismo concurso, lo materializaron cada uno por su lado. Los
jurados leyeron el mismo relato dos veces con autoría distinta. Era sin duda la
mejor obra del concurso, pero para no generar más confusión en el asunto y temiendo
plagio de alguno de los autores, decidieron declarar desierto el premio por ese
año.
SUPERVIVENCIA
Desde un comienzo fue pasando de protozoario a protozoario y de
generación en generación. Fue haciendo el enlace desde los microscópicos seres
iniciales hasta los grandes mamíferos. El tiempo, ese corrosivo de la memoria,
fue oxidando su nitidez, y cada vez eran menos quienes lo recordaban.
Permaneció en letargo durante millones de años. Luego del glacial reapareció y
cierto insecto lo transmitió a un humanoide. Éste, a su vez, lo cambió por un pedazo
de carne de mamut, y así fue pasando de mano en mano y de boca en boca. En los
tiempos que corren se sabe poco y nada sobre él. Sólo se sospecha que algún
mortal género homo sapiens lo haya
heredado como una verdad irrevelable. Aun así, está protegido por la
infranqueable protección de quien lo posee. Sólo de esa manera el secreto
asegura para sí mismo la eternidad.
PLAGIO
Por más que se esforzara en copiarle con lujo de detalles no alcanzaba
el magistral nivel de su autora. Ya lo dijo alguien: a la vida no hay ficción
que la supere.
SIGUE AL CONEJO BLANCO
Ella corrió, más que con él, detrás de él. Él desapareció y ella cayó en
un agujero. Vivió en este hoyo acontecimientos inverosímiles. Casi la matan.
Huyó. Esta vez no seguía a nadie ni a nada, pero la seguían a ella. Salió
desesperadamente por el mismo agujero que entró. Al salir se encontró con un
mundo más amenazante que el del subsuelo. Y regresó. Esta vez su agujero se
transformó en caverna, y ya no se sentía perseguida. En esa cueva observó al
viejo Platón obstinado en liberar a ciertos esclavos y sacarlos de allí. Estos,
sin embargo, seguían adictos a las proyecciones de películas de la industria de
Hollywood y hacían caso omiso al ilustre anciano. Alicia, agotada de tantas
incoherencias, decidió continuar en busca de quien la había metido en todo este
lío: Lewis Carroll, alias El Conejo Blanco.
FRONTERA
Allá lejos, en la espesura del remordimiento, yacía como cuervo herido
el último pensamiento de un soldado. Era una maraña de conceptos y crónicas de
batallas. Él quería escapar de todo eso como si fuera una luna anclada en un
puerto de sacrificios humanos que bracea desesperadamente para llegar en hora
al horizonte.
-Es muy tarde -pensó en voz alta.
-Excesivamente tarde -escuchó que decían desde una distancia imprecisa,
con un timbre indefinido.
Tenía la conciencia agotada para detenerse a buscar el origen de aquella
inesperada respuesta. Se conformó con pensar que pertenecía a su estado de
otredad que reclamaba para sí la premura del final. Él abandonaría este mundo
como crisálida madura que se abre a otra época rompiendo el himen cronológico
de la historia universal para arraigarse en las tranquilas aguas del
pensamiento puro. De allí, se le ocurrió, venía aquella voz.
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