HORACIO CAVALLO
“ES DIFÍCIL MENTIRLE A LA POESÍA”
Horacio Cavallo (Uruguay, 1977) es narrador y
poeta.
En poesía obtuvo el Primer Premio (compartido) en el
Concurso Anual de Literatura del MEC (2006) con el poemario titulado El revés asombrado de la ocarina. En
2008 fue premiado con los Fondos Concursables junto a Francisco Tomsich por Sonetos
a dos (Trilce, 2009), un libro
de sonetos escrito a cuatro manos. Publicó, a su vez, Lo que cae del Ciruelo (La
Propia Cartonera, 2009) en coautoría con Germán
Borelli.
En narrativa obtuvo menciones de honor consecutivas, en
2004 (Maquinaria viva, novela) y
2005 (Doce vueltas alrededor de un
plátano, cuentos), en el Concurso Literario Municipal y el Premio Municipal
en 2007 con la novela Oso de trapo
(Edit. Trilce, 2008). El mismo año fue galardonado con una de las diez becas Luis Cerminara que otorgó la
Intendencia Municipal de Montevideo a jóvenes creadores.
En 2009 obtiene los Fondos Concursables en la categoría
narrativa con la novela Fabril, (Trilce,
2010). En 2011 Online Studios publica en formato digital la novela infantil-juvenil
Aventura de Tercelius, disponible
para bajar desde Apple Store. En 2012 publica Clementina y Godofredo, relato en verso con 37 animales (Topito
ediciones, Premio Fondos Concursables, relato gráfico, 2012) con ilustraciones
de Daniela Beracochea.
Ha participado de Festivales de poesía en México (Vértigo
de los aires, 2009), Brasil (Festlatino 2009) y Venezuela (EEPEA- Filven 2008).
Sabemos que por lo menos hasta
poco escribías todos los domingos sin falta, como una forma de abrirte
sistemáticamente algunas horas libres dentro del panorama infernal del laburo
cotidiano. ¿Cómo te vas mentalizando durante la semana para llegar a ese
momento de parición forzada?
Sigo en ese régimen ya que no tengo otra alternativa. De cualquier forma
creo que a la larga me resulta útil. Más allá de que no sea mucho tiempo el que
le dedico en la semana, esas horas de los domingos son fijas y generan
constancia. En la semana voy rumiando personajes, tramas, tratamientos, tirando
esquemas. Depende de qué estoy escribiendo en ese momento. Este mecanismo me
funciona más que nada con la narrativa. La poesía surge de una manera más
espontánea. Pero si estoy trabajando un relato, o más que nada algo de largo
aliento, en la semana voy estructurando y a la hora de sentarme a escribir
tengo bastante claro de qué manera encarar el texto.
Da la impresión de que tus
sonetos funcionan como pequeños chalecos de fuerza imprescindibles para
estructurarle un sosiego a tu libido. ¿En qué momento de tu vida se te ocurrió
incursionar en esa especie de mandala medieval retablesco tan precioso y tan
vigente?
Arranqué a escribir sonetos a la mitad de mis veinte, más o menos. Fue
una experiencia extraña porque me sentía bastante extraterrestre de acuerdo a que
los poetas de mi generación -yo sentía eso, al menos- e incluso otros más grandes,
trabajaban cosas muy diferentes y había, y hay, como un rechazo claro frente al
poema rimado. A mí me generaba placer ceñirme a la forma clásica y a medida que
leí los sonetos de Meretta, los de Figueredo, los de Sabina o los Pornosonetos
de Ramón Paz, por nombrar a algunos, me convencí de que el soneto termina
siendo como el pionono, lo importante es con qué se lo rellena. Entonces es
sencillo dejar el prejuicio del soneto como una estructura vetusta de lenguaje
alambicado. Jugar a escribir sonetos entre dos, por correspondencia, como
hicimos con Francisco Tomsich, en una variación del ajedrez a distancia, fue
fascinante en cuanto a generar un proceso creativo conjunto, que pocas veces se
da entre los escritores. Quizás se deba también mi predilección por esta
estructura al gusto por la música, por el ritmo. Y que más de una vez la rima,
los endecasílabos, parecen ir armándose solos y uno termina siendo solo ese
hombre que aprieta las teclas.
¿Hay una alternancia más o menos
planificada entre la elaboración de tu poesía y tu narrativa? ¿O viene lo que
viene y chau?
Cada vez me siento más cómodo escribiendo narrativa. El proceso es diferente.
En el caso de la prosa alcanza con sentarse a escribir los domingos, como
hablábamos antes, y estructurar a través de una historia. La poesía aparece -cada
vez con menos frecuencia- sin avisar, reclama un papelito suelto al alcance de
la mano o se hace desear extendiendo su silencio. Al estar vinculada a lo
emotivo depende también de cómo está parado uno en el momento determinado de
crear. En la ficción parece más sencillo generar una abstracción de uno mismo.
Es difícil mentirle a la poesía. Parece que nos conociera desde hace mucho y
que sólo hablara cuando tiene ganas.
Hace poco vimos colgada en
facebook una conmovedora performance musical que compartiste con tu hijito. Yo tuve
un padre así y después fui un padre así. Hablame de lo que te exige y te aporta
esa forma de unificar tesoros que no tienen precio.
El vínculo de mi padre con los suyos no se caracterizó por lo saludable
desde mi perspectiva. Esas cosas de las que la vida parece ser la única
culpable. Esto de seguro hizo que él no supiera cómo vincularse con nosotros
(me refiero a algunas de las formas del afecto) desde un mismo lugar. O bien
que le diera más importancia a los bienes materiales que a los entrañables. Me
nace una relación de pares con Genaro, sin perder mi rol de padre. Nos quiero
así, compinches, e intento darle el mayor sostén posible a través de afecto,
porque eso, creo, es lo fundamental. Lógicamente ahí entra el hecho de que le
trasmita una actitud determinada frente a la vida, y que entonces aparezca la
creación artística como un refugio, como una más de las diferentes opciones.
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