KAREL KOSIK (1926 – 2003): UN MARXISMO CON
VUELO
METAFÍSICA DE LA CULTURA
(fragmentos de Dialéctica de lo concreto)
SÉPTIMA ENTREGA
Historicidad e historicismo (3)
Pero lo absoluto no se halla separado de lo relativo, sino que “se
compone” de lo relativo, o más exactamente, lo absoluto se crea en lo relativo. Si todo está sujeto a cambio y
desaparición, y si todo lo que existe, sólo
existe en el espacio y en el tiempo, y su único carácter es la
transitoriedad, el problema teológico del sentido
de esta provisionalidad y transitoriedad debe ser especulativamente
“eterno” y quedar eternamente sin resolver. El problema de la relación entre lo
relativo y lo absoluto en la historia se formula dialécticamente así: ¿Cómo las
etapas históricas del desarrollo de
la humanidad se convierten en
elementos suprahistóricos de la estructura
de la humanidad, es decir, de la naturaleza humana? (1) ¿En qué relación se
encuentran entonces la génesis y el desarrollo con la estructura y la
naturaleza? Las diversas formas de la conciencia humana en las que las clases,
los individuos, las épocas y la humanidad han tomado conciencia y han luchado
por resolver sus problemas
histórico-prácticos, se convierten -apenas surgen y son formulados- en parte
integrante de la conciencia humana y, por tanto, en formas ya elaboradas en las
que cada individuo puede vivir, tomar
conciencia y concretar los problemas de toda la humanidad. La conciencia
desdichada, la conciencia trágica, la conciencia romántica, el platonismo, el
maquiavelismo, Hamlet y Fausto, Don Quijote, Josef Svejk y Gregorio Samsa, son
formas de la conciencia surgidas históricamente,
o modos de existencia humana, creados bajo este aspecto clásico en una época determinada, única e irrepetible, pero
que apenas creados aluden a sus predecesores en fragmentos dispersos del
pasado, que en comparación con aquellos resultan conatos imperfectos. Apenas
formados y en cuanto están “aquí”, se insertan en la historia porque ellos
mismos crean la historia y adquieren una validez independiente de las
condiciones históricas originarias en que surgieron. La realidad social como naturaleza humana es inseparable de sus propios
productos y de sus formas de existencia: no existe sino en la totalidad
histórica de estos productos suyos, que con respecto a dicha realidad social no
son “cosas” exteriores y accesorias; son cosas que no sólo expresan el carácter
de la realidad (naturaleza), sino que a su vez la crean. La realidad humana
no es una sustancia inmutable, anterior o superior a la historia; se crea en la
historia. La realidad es más que la
situación dada y la facticidad histórica, pero no emerge por encima de la
realidad empírica. El dualismo de la transitoria y vacua facticidad
empírica, de una parte, y de otra, el reino espiritual de los valores ideales,
que se halla por encima y es independiente de ella, es un modo de existencia de
determinada realidad histórica: la
realidad histórica existe en esa dualidad,
y su unidad reside en esta escisión. La hipóstasis idealista de semejante forma
histórica de la realidad conduce a la conclusión de que el mundo se halla
dividido en la verdadera realidad de
los valores permanentes, y la “realidad” no verdadera, o facticidad de las
situaciones transitorias. (2)
La única realidad del mundo humano es la unidad de las condiciones
empíricas y de su creación, de un lado, y de los valores transitorios o vitales
y su creación, de otro, con la particularidad de que del carácter histórico de la realidad depende que la
unidad de ambos términos se realice en la armonía de los valores, o en la
escisión de una facticidad empírica vacua y desvalorizada, y de valores ideales
y trascendentes.
La realidad es “más alta” que la situación dada y sus formas históricas
de existencia. Esto significa que la realidad no es un caos de acontecimientos
o situaciones fijas, sino la unidad de los acontecimientos y los sujetos de los mismos, la unidad de
las situaciones y de la creación de
esas situaciones; por tanto, la realidad es capacidad práctico-espiritual de
trascender la situación. Esa capacidad de trascender la situación -en la que se
funda la posibilidad de la opinión a la ciencia, de la doxa a la episteme, del
mito a la verdad, de lo casual a lo necesario, de lo relativo a lo absoluto-,
no significa salirse de la historia, sino que es expresión de la especificidad
del hombre como ser capaz de acción y de historia: el hombre no es prisionero
de la animalidad y de la barbarie de la raza, de los prejuicios, de las
circunstancias (3), sino que con su carácter onto-creador (como praxis), posee
la capacidad de trascender todo ello para elevarse a la verdad y a la
universalidad.
La memoria humana, como una de las formas de superar lo perecedero y lo
momentáneo, (4) no es sólo capacidad de acumular
y recordar, es decir, de actualizar, de hacer volver el presente trayéndolo
de la despensa donde las ideas, las impresiones y los sentimientos permanecen
semiolvidados o subconscientes, sino que es también determinada estructura
activa y una organización de la conciencia humana (conocimiento). Es una
capacidad y una estructura histórica, porque se basa no sólo en el ámbito y en
el contenido del conocimiento que cambia históricamente, sino también en la
facultad racional-sensible del hombre, que se desarrolla asimismo
históricamente. En la memoria humana el pasado se hace presente y así se supera la transitoriedad, porque el
propio pasado es para el hombre algo que no se deja atrás como algo
innecesario, sino que forma parte constitutivamente de su presente, como
naturaleza humana que se crea y forma. Las etapas históricas del desarrollo de
la humanidad no son formas vacías de las que emane la vida porque la humanidad ha llegado a formas superiores de desarrollo,
sino que mediante la actividad creadora de la humanidad -mediante la práctica-
se van integrando continuamente en el presente. El proceso de integración es,
al mismo tiempo, crítica y valoración del pasado. El pasado concentrado en el
presente (y, por tanto, aufgehoben en
el sentido dialéctico) crea la naturaleza humana, es decir, la “sustancia” que
incluye tanto la objetividad como la subjetividad, tanto las relaciones
materiales y las fuerzas objetivadas como la facultad de “ver” el mundo y de
explicarlo por medio de diversos modos de subjetividad, esto es, científica,
artística, filosófica, poéticamente, etcétera.
La sociedad en que nacieron las geniales ideas de Heráclito, la época en
que surgió el arte de Shakespeare, la clase social de cuyo “espíritu” se nutrió
la filosofía de Hegel, desaparecieron sin posibilidades de retorno, pero el
“mundo de Heráclito”, el “mundo de Shakespeare”, el “mundo de Hegel”, viven y
existen como elementos vivos del presente, (5) porque enriquecen constantemente
al sujeto humano.
En relación con el pasado, la sustancia humana es una totalización
ininterrumpida en el transcurso de la cual la praxis humana incluye en sí
elementos del pasado, y sólo mediante esta integración los reaviva. En este
sentido la realidad humana no es sólo
producción de lo nuevo, sino también reproducción (crítica y dialéctica) del
pasado. La totalización es un proceso de producción y reproducción, de
reavivación y de rejuvenecimiento. (6)
La facultad y el proceso de totalización constituyen siempre tanto una
premisa como un resultado histórico: la diferenciada y universalizada capacidad
de percepción, que acepta como valores artísticos tanto las obras antiguas como
las creaciones del medioevo y el arte de los pueblos arcaicos, es ella misma un
producto histórico, inexistente e
inconcebible en la Edad Media o en la sociedad esclavista. La cultura medioeval
no puede reavivar (totalizar e integrar) la cultura antigua o la cultura de los
pueblos “paganos” sin exponerse al peligro de desintegración. Por el contrario,
la cultura progresista del siglo XX es una cultura peculiar, universal, con una
elevada facultad de totalización. Mientras que el mundo medioeval estaba ciego
y cerrado a las manifestaciones de belleza y de verdad de otras culturas, la moderna visión del mundo se basa en la
polivalencia, en la capacidad de absorber, captar y valorar las expresiones de
las culturas más diversas.
Notas
1) Con frecuencia se olvida que el apriorismo lógico
de Hegel que considera la historia como despliegue del espíritu en el tiempo y,
por tanto, como lógica aplicada, como desarrollo temporal de los elementos del
espíritu -que en la temporalidad es supratemporal-, constituye en la Edad
Moderna la más importante tentativa idealista de superar y vencer el
relativismo y el historicismo.
2) Es evidente que cuando Emil Lask moderniza el concepto
hegeliano de realidad como “Bedeutung, Wertbedeutung, Kulturbedeutung”,
considera a Hegel como un fiel kantiano y secuaz de Rickert. Véase Lask, Schriften, I, 338.
3) Contra el primitivismo y el relativismo de la
teoría del horizonte cerrado, como expresión de las tendencias irracionalistas
del siglo XX, Th. Litt (Von der Sendung
der Philosophie, Wiesdaben 1946, páginas 20, 21) reclama una filosofía como
búsqueda de una verdad de validez universal. El idealismo de esta crítica del
antihumanismo consiste en que, junto a la ciencia, no ve la praxis como modo
fundamental de superar el relativismo.
4) “La
grande découverte du XVIIIe siècle, c’est celle du phénomene de la mémoire. Par
le souvenir l'homme échappe au momentané. Par le souvenir il échappe au néant qui
se retrouve entre tous les moments de l’existence. » El autor del pasaje citado
documenta su propio pensamiento con referencia a las obras de Quesnay, Diderot,
Buffon y Rousseau. G. Poulet, Études sur
le temps humain, Paris, 1950, pág. XXIX.
5) Como se desprende de la exposición anterior, esta “vida”
encierra la posibilidad de muchas interpretaciones, cada una de las cuales
considera distintos aspectos de la obra.
6) M. Lifchiz (op. Cit. Pág. 145) llama justamente la
atención acerca de la relación entre las categorías de rejuvenecimiento y
reproducción de las filosofías de Hegel y de Marx: “El rejuvenecimiento del
espíritu no es sólo retorno a una época anterior; es una purificación, una
elaboración de sí mismo”. En las geniales intuiciones de Novalis, dispersas en
el ambiente cristiano-romántico de su filosofía, la totalización se identifica
con la animación, con la vivificación. Véase Th. Haering, Novalis als Philosoph, Stuttgart, 1954, pág. 45. La extensa, pero
poco clara exposición de Hearing, adolece de un defecto fundamental que consiste
en disolver la esencia específica del pensamiento de Novalis en el ambiente
dialéctico general de su época, hasta tal punto que Novalis parece un Hegel
menor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario