ZARPES DESDE CATALUNYA / LUIS SILVA SCHULTZE
COSMITO
Nuestra clase de cuarto año, está en un
segundo piso de un liceo montevideano, y cuenta con un aula amplia y luminosa
seguida de un balcón que parece un trampolín hacia el mar y el cielo. Este
paisaje maravilloso del mundo que nos ha tocado vivir, (la gente, la playa, las
olas, las gaviotas), y del mundo que está un poco más allá y que nos gustaría
conocer, (sol, luna, planetas, estrellas), nos invita a estudiar astronomía,
pero también a divertirnos con ella, como si estuviéramos viendo una buena
película de aventuras. ¿Quién no disfruta luego de apagarse el volcán rojo de
un atardecer, y en una noche veraniega, con la sublime belleza de infinitas
lucecitas blancas esparcidas por el firmamento negro? Tras la poesía, que queda
atrapada entre el asombro y el misterio, llega la astronomía a darnos una mano
científica a nuestra curiosidad por saber más y comprender mejor lo que estamos
viendo. Ella nos lleva, a lomo de libros, planetarios, telescopios, teorías, a
cabalgar por mundos fantásticos y fascinantes, y
luego nos trae de vuelta a nuestra casita de piso de tierra, la única
privilegiada del barrio que cuenta con luz y agua, la luz y el agua de la vida.
A nuestro profesor de astronomía le
hemos puesto el sobrenombre de Cosmito. Él lo sabe, pero lejos de enojarse,
sonríe complacido porque sabe que ese diminutivo cariñoso lleva también un
aroma de admiración y gratitud. Es un excelente docente y mejor amigo, tanto es
así que no sería de extrañar que dentro de unos años, alguno de nosotros
escriba un cuento galáctico que lo recuerde.
Cosmito, antes de contarnos su proyecto
de astronomía práctica que tiene pensado realizar con nosotros en los próximos
días, efectúa primero una breve introducción teórica, mientras mira por la
ventana abierta cómo todos los pájaros errantes del mundo llegan a Malvín para
disfrutarlo.
De todos los misterios cosmológicos,
comienza, el que más ha sorprendido a los astrónomos de todas las épocas, es la
inconmensurable extensión del espacio interestelar con su impresionante vacío.
¿Cómo fue el origen de todo? La ciencia de hoy responde con la teoría del Big
Bang. Aunque su traducción literal del inglés sería Gran Explosión, realmente
no lo fue con el significado que damos corrientemente hoy a la palabra
explosión. Fue más bien, “una expansión vasta y súbita a una escala descomunal”
(Bill Bryson). En 1924, Hubble, extraordinario astrónomo norteamericano,
descubre que nuestra galaxia, la Vía Láctea, no era la única que existía en el
Universo, (una galaxia es una acumulación gigantesca de miles de millones de
estrellas, planetas, gases y polvo, que giran alrededor de un centro). En 1927,
el sacerdote belga Lemaître, da tímidamente la primera idea de Big Bang, cuando
postula que el Universo está en expansión, por lo que entonces, debió tener un
comienzo, “un huevo cósmico explotando en el momento de la creación”, según sus
palabras. En 1929, otra vez Hubble, descubre que desde cualquier punto del
universo que uno mire, las miles de millones de galaxias existentes, se están
expandiendo a una extraordinaria velocidad, alejándose unas de otras, por lo
que en algún momento anterior tuvieron necesariamente que converger en un punto
común e inicio del todo. El universo entonces, no era estático, inmutable, como
se creía hasta bien entrado el siglo veinte. “El descubrimiento de que las galaxias
se expanden, es una de las más grandes revoluciones intelectuales del siglo
veinte”, (Stephen Hawking).
Pero donde adquirió categoría de teoría
científica el Big Bang, fue en 1964, cuando dos radioastrónomos
norteamericanos, Penzias y Wilson, descubren casualmente los restos de la
radiación cósmica provocada cuando el universo baja algo su temperatura y se
hace transparente, solo 340.000 años después del Big Bang. Esta radiación del
fondo del Universo, -una energía que llena todo el cielo-, sería como “un eco”
del Big Bang. En definitiva, la teoría dice que todo ocurrió en un punto, sin
nada alrededor, que contenía protones, electrones gran cantidad de energía,
“infinitesimalmente compacto y sin ninguna dimensión porque era
infinitesimalmente pequeño”, (Bill Bryson), hace 13.750 millones de años y a
temperaturas de 10.000 millones de grados, propicias para ocasionar reacciones
nucleares. Salen de allí las principales fuerzas de la física, más las partículas microscópicas de las
futuras materias, que luego, en grandes remolinos de gas, harán posible la
formación de estrellas, planetas, etc. Pero también en ese mismo instante,
nacen el espacio y el tiempo que comienzan a expandirse indefinidamente,
creándose a sí mismos a la vez que avanzan.
No avanzan sobre algo ya existente
porque nada había.
“Cosmonauta no hay espacio, se hace
espacio al expandirse”, canta Carlitos para ayudar al profesor y hacerse el
entendido.
No hubo ni un tiempo ni un espacio
antes del Big Bang, continúa el profe, sencillamente porque el tiempo y el
espacio no existían, y si existió algo, no dejó huella, ya que no se conoce
absolutamente nada en todo el universo conocido, con un origen anterior al Big
Bang, y por lo tanto, la ciencia sólo estudia desde la explosión en adelante.
Hay que resaltar, insiste Cosmito, la importante diferencia que existe entre un
universo estático, eterno, inmutable, como se creyó siempre hasta 1929, o un
universo en expansión y dinámico, en cuanto al problema de si el tiempo tuvo o
no tuvo un origen. En el primer caso, universo estático, “no hay necesidad
física de un principio del tiempo”, (Hawking, Historia del tiempo), es decir, no es imprescindible un comienzo,
pero en un universo en expansión, forzosamente tiene que haber un principio del
tiempo, ya que es evidente que todo salió de un punto común, tiempo cero. El
profesor nos tranquiliza que es muy normal que nuestra mente, acostumbrada a
otros parámetros dimensionales de lo que es el tiempo y lo que es el espacio,
no alcance a comprender todo esto. Sin embargo, para analizar sólo ese primer
segundo posterior a la explosión, que a su vez está dividido en millonésimas
fracciones, algunos cosmólogos han dedicado todas sus vidas y otros la siguen
dedicando. ¡¡Si se habrán hecho las preguntas que hoy nos estamos haciendo
nosotros!!!.
La afirmación, continúa Cosmito, por
parte de la teóricos del Big Bang, cuando se dio a conocer la teoría, de que el
tiempo tuvo un principio, dejó en el aire la sensación de una posible
participación divina en el origen del universo, aunque aquellos lejos
estuvieron de esos propósitos.
Sin embargo, la Iglesia católica en
1951, proclamó sorpresiva y oficialmente, que dicha teoría se ajustaba a la
Biblia. Por su parte, la Unión Soviética, con su determinismo científico marxista
de que todo era eterno sin comienzo divino alguno, apoyó a sus astrónomos
Lifshitz y Khalatnikov, que realizaron un intento, sin ningún éxito científico,
de refutación de la teoría, atribuyéndole a las galaxias, además del movimiento
de expansión, el movimiento de las velocidades laterales, y entonces, las
galaxias no tuvieron por qué haber estar en algún momento juntas, (luego
rectificaron y aceptaron la teoría del Big Bang). El Big Bang es tan
indiscutible hoy, que la comunidad científica no descarta que pudieron haber, o
podrían venir, otros Big Bang, si el universo de hoy colapsara volviendo al
punto inicial, o que el mismo universo sea sólo una parte de universos mayores.
Cuando no podemos conectar muy bien canales radiales o televisivos, va concluyendo
Cosmito, y tenemos interferencias, una parte de ese ruido molesto que
escuchamos, son los restos de la radiación cósmica que hablamos antes, por lo
que en lugar de tirar muy enojados aparatos por la ventana, tendríamos que
sentarnos y escuchar, muy contentos, nuestro parto espacial, mucho más
importante e instructivo, seguro, que el programa que teníamos previsto oír o
ver antes.
Todos nos miramos en la clase, no
entendemos mucho, y entonces, citando a un biólogo famoso, Haldane, el profe
nos pone en guardia para lo que nos espera: “El universo no sólo es más raro de
lo que suponemos, es más raro de lo que podemos suponer”.
Para que la clase tenga una idea
aproximada de esa inmensidad inconcebible del espacio y su asombroso vacío,
haremos, dice el profesor, un paseo-estudio por 18 de Julio, y luego por
Avenida Italia rumbo al este. No tenemos ni idea de hasta donde llegaremos ni
cuando volveremos. Su plan, y que a nosotros nos entusiasma, es hacer un cóctel
con astronomía, poesías y aventuras, agitarlo muy fuerte con nuestra juventud,
servirlo con dos cubitos de humor y una rodaja de filosofía, y bebernos todo el
placer de la vida mientras viajamos al misterio de lo desconocido.
En los inicios del viaje, pero sólo en
los primeros centenares de millones de kilómetros, reduciremos los planetas a
bolitas, que las llevaremos en una bolsita de los recuerdos, cósmica y
sabalera, porque aún somos un poco niños por suerte. Pero no debemos olvidar
que esas bolitas que iremos dejando por las esquinas, están siempre girando en
sus órbitas elípticas alrededor del Sol, que a su vez también gira como todo
cuerpo en el espacio. En la actualidad sólo quedan ocho planetas, (expulsado
Plutón de la familia en el 2006 por ser muy chiquito), pero llegaron a ver
centenares de planetas al inicio del sistema, 10.000 millones de años después
del Big Bang, cuando aquello parecía los autos chocadores del Parque Rodó.
Cada uno de los alumnos deberá llevar
un monopatín, y nos iremos turnarnos para llevar atrás al profe, que a su vez irá
con un altoparlante a energía solar, explicando lo que vamos viendo y contestando nuestras infinitas
preguntas.
Por último, sería también conveniente,
que fuéramos mirando los alrededores de nuestro planeta por si un día tenemos
que mudarnos, cuando la naturaleza nos dé el desalojo porque hace años que no
pagamos el alquiler ecológico correspondiente.
La gran aventura va a empezar en la
Plaza Independencia donde izaremos nuestro Sol, haciendo juego con Artigas, dos
estrellas juntas entonces, iluminando caminos de pueblos y planetas. Al Sol lo
representaremos con una pelota de dos metros de diámetro, y lo ideal sería
conseguir una que tuviera 6.000 grados de temperatura en su superficie y
15.000.000 en su interior, es decir, parecida a la que se utilizó en el último
mundial de fútbol. El Sol es una estrella del tamaño de un millón de Tierras, y
es tan denso, tan terriblemente denso, que los fotones de la luz tardan para
cruzar todo su interior, centenares de miles de años, desde su núcleo central
hasta la fotosfera, su capa gaseosa exterior. El Sol contiene el 99,9 % de toda
la materia con que cuenta el Sistema Solar, pero tiene un tamaño mediano comparado con otras
estrellas, como la llamada Eta Carinac, a 7.500 años luz, en la misma Vía
Láctea, 400 veces más grande que el Sol, y que va a explotar muy pronto,
formándose antes una supernova espectacular que nos permitirá presenciar el
mayor espectáculo de nuestras vidas.
Cosmito nos agrega que el Sol tiene
5.000 años, aunque no los represente, justo la mitad de su vida, y cuando
muera, se transformará en una estrella gigante roja y se comerá la Tierra, con
el Ipa, Sindicato Médico, cancha de Unión Atlética, y todo.
Las terribles tormentas solares
detectadas en las últimas décadas, han llegado a paralizar nuestras redes
eléctricas, como el apagón de Quebec de 1989, y habría que ir abriendo los
paraguas para la próxima que será en el 2012. Susana, que sabe bastante del Sol
porque su mamá construyó uno parecido cuando montó su negocio de camas solares
en Tupambaé, nos cuenta que el hecho de que el Sol sea la única estrella de
nuestro Sistema Solar, es una curiosidad astronómica, porque de los casi 300
sistemas con planetas que ha descubierto la ciencia, la gran mayoría tienen dos
soles orbitando, uno alrededor del otro. Cuando alguno de ellos explota, el
otro sale disparado del sistema. El Sol, emite en un solo segundo, toda la
energía que la humanidad consume durante un millón de años, acota Carmen,
mientras le pasa delicadamente bronceador a los pectorales de Ruperto, un
muchacho con algunos problemas de falta de lucidez solar, pero con muy buen
físico.
Como tenemos mucho calor al lado de la
pelota, Cosmito deja para otra oportunidad el comentar el tema de las manchas
solares, (producidas porque en estas zonas la temperatura baja 2000 grados), el
tema de las 700 millones de toneladas de hidrógeno que se transforman en cada
segundo y por fusión nuclear, en un átomo de helio, liberando por la diferencia
de masa producida, la energía imprescindible para la vida, y muchos otros
aspectos que sería interesante resaltar, pero nos vamos porque ya nos estamos
quemando demasiado Pero para irnos, nuestros monopatines no van a poder vencer
la extraordinaria atracción gravitatoria del Sol, por lo que tendremos que
pedirle ayuda a la poesía, subiéndonos a un rayo de luz de algún amanecer, y
bajando luego en el primer atardecer que se detenga.
Y hemos caído en una puesta de sol en
Mercurio, (los días allí duran dos meses nuestros), una bolita de 7 milímetros
de diámetro ubicada en nuestra principal avenida entre Andes y Convención, muy
cerquita, a 58 millones de kilómetros. Es el planeta más chiquito actualmente,
y el más cercano al Sol. José agrega que vio en un documental que dieron en la
sede de los Amigos del termómetro de mercurio, que el planeta al ser tan chico,
tiene una gravedad muy débil, y entonces prácticamente carece de atmósfera
protectora, lo que provoca temperaturas de 430 grados de día y de 180 bajo cero
en la zona opuesta al Sol. El cielo allí es siempre negro por la falta de
atmósfera, y con un Sol enorme que cubre casi todo el cielo debido a su
cercanía. Pero lo que no saben ustedes, dice Cosmito, es que muchos días en
Mercurio hay amaneceres dobles: el sol sale, se detiene al rato, retrocede, se
esconde casi por el mismo lugar por donde había salido, y vuelve a salir.
Carlitos, que está en todas, reflexiona que los que allí se levantan cuando
sale el sol, se visten, quedan un rato inmóviles de pie al lado de la cama, se
desvisten, se acuestan, al rato otra vez se levantan cuando vuelve a salir el
sol, y finalmente se visten para irse. Es muy difícil de explicar porque se
produce este movimiento aparente del Sol en Mercurio, y no lo van a entender,
aclara el profe, pero todo se basa en que en algunos momentos de ese amanecer,
las velocidades orbitales y rotatorias se igualan, se desigualan, y se igualan.
¿Verdad que no entendieron nada?, me lo imaginaba, seguimos entonces.
Francisco, que se quedó reflexionando
con lo del Big Bang, pregunta si se puede localizar el punto central donde se
originó el universo. Imposible, dice Cosmito, porque en un espacio que se
expande infinitamente, cada punto puede hacer de centro, o lo que es lo mismo,
estamos todos en el centro de todo. Sin embargo, continúa el profesor, el
espacio es infinito pero finito a la vez. Veamos. Por las teorías de la
relatividad de Einstein de 1915, el espacio y el tiempo no son entes absolutos
sino relativos, tanto al observador como al objeto observado. Pero Einstein,
agrega en su teoría de la relatividad, un concepto aún más difícil de
comprender, que es que el tiempo y el espacio van unidos en un solo objeto
llamado espacio-tiempo. En la Tierra existen como sabemos tres dimensiones, en
cambio, en el espacio hay una cuarta, que es el espacio-tiempo. Si en un
colchón, (el espacio-tiempo), ponemos una pesada bola de hierro,(Sol), aquél se
comba, se curva. La masa impresionante del Sol curva el espacio de todo el
Sistema Solar. Y si en el colchón dejamos correr una bolita pequeña, ésta tiende
a ir hacia la bola grande, y en nuestro caso, la Tierra tiende a ir hacia el
Sol por la fuerza de la gravedad. ¿Por qué no va?
Porque la neutraliza la fuerza de
expansión (Big Bang) que tiende a alejarla del Sol, y entonces el planeta ni se
acerca ni se aleja, queda orbitando. Al ser el espacio curvo, los planetas para
completar sus órbitas elípticas, casi circulares, no realizan curvas sino que
van siempre en línea recta, (también un avión va siempre en línea recta para
dar toda la vuelta la tierra). Pero también, al ser el espacio curvo, es
factible dar la vuelta completa al cosmos, (un viaje de cien mil millones de
años), como a cualquier cuerpo redondeado, lo que lo hace entonces finito, que
es a donde queríamos llegar. Pero para acabar el tema, una anécdota, apunta
Cosmito. Einstein, que fue un físico y no un cosmólogo, y fue un ser humano y
no una máquina, siguió pensando, muy equivocadamente, luego de formular sus
teorías que cimentaron la física moderna, que el universo era estático,
omitiendo entonces, la fuerza centrífuga de la expansión, que como hemos dicho,
neutraliza la gravedad. Por ello, no tuvo más remedio que cambiar su propia
teoría e inventarse la fuerza que él llamó “constante cosmológica”, (que al
contrario que otras fuerzas, no provenía de ninguna fuente en particular), y
que fue “la mayor metedura de pata de mi vida”, como el mismo reconoció al
descubrir Hubble, muy poco después, y como ya hemos visto, que las galaxias se
expanden alejándose entre sí, algo imposible en un universo estático..Error muy
grave pero que la historia ya se lo ha perdonado por toda la extraordinaria
herencia científica que nos donó, quizás, junto con Newton, la cabeza mejor
armada de la historia.
Yo me perdí en el colchón con la bola y
las bolitas, dice Alicia mientras mira a Ricardo, en desacuerdo con la opinión
de su amiga Patricia que ya lo considera un caso perdido para la causa
femenina.
Ahora estamos, en 18 y W.F.Aldunate,
con una bolita de 17 milímetros llamada Venus. Roberto, el mejor alumno de la
clase en Idioma Español, ha observado que la Tierra y Venus, son los únicos
planetas con nombres femeninos, y que del nombre Venus sale el adjetivo
venéreo, quizás porque la diosa del amor fue la primera en contraer una
enfermedad de ese tipo en algunas de sus aventuras celestiales. Por otra parte,
y volviendo a la astronomía, es muy acertado el nombre de Venus, diosa del
amor, dice Margarita, porque el planeta es terrible con sus temperaturas de 500
grados, con sus vientos de una extraordinaria velocidad, con sus ríos de lava y
volcanes en erupción permanente…en fin, el amor en su más alta expresión, como
ella le escucha siempre decir a su hermana mayor que ha tenido ya varios
novios. Cosmito nos explica que Venus, el más cercano y el más parecido en
tamaño al nuestro, tiene un movimiento de rotación al revés de la Tierra, de
este a oeste.
Pero lo más curioso, es con la
increíble lentitud con que hace dicho movimiento, algo inexplicable hasta ahora
para la ciencia, ya que su día dura 243 días terrestres, el más largo del
sistema solar, y es más extenso que su propio año que es de 224 días
terrestres. Estoy hecha un lío, dice Micaela, ¿allí se festejan los cumpleaños
o los cumpledías?
El planeta, precioso de ver a simple
vista antes del amanecer, y luego del atardecer, (los llamados luceros), es
todo una gran llanura, más dos grandes mesetas que hacen de continentes. La del
sur es más grande que Sudamérica y la del norte cuenta con un pico bastante más
alto que el Everest.
Cosmito sigue explicando que Mercurio y
Venus se interponen en sus trayectorias entre nosotros y el Sol, por lo que
presentan fases en nuestro cielo igual que la Luna. Y entonces, aprovecharemos
para hacer aquí, nuestro modesto homenaje a Galileo Galilei, otra cabeza con
que contar. Él solito se construyó un telescopio hace 400 años, (el mejor de su
época), lo giró para ver las fases de Mercurio, Venus y las lunas de Júpiter, y
les dijo a sus vecinos que lo rodeaban con la boca abierta: “Lo siento
muchísimo, pero Copérnico tiene razón, el centro es el Sol”. Esa escena teatral
e histórica, fue la primera prueba tangible de lo que el genial clérigo polaco
había adelantado teóricamente cien años antes, pero también fue la primera vez
que una afirmación basada en la observación y la experiencia, se enfrentaba a
la autoridad de las teorías geocéntricas. Nacía la ciencia moderna, y entonces
los vecinos cerraron la boca y aplaudieron.
Y nos vamos para la Tierra!!!. Ahora la
bolita es casi igual a la anterior, 18 milímetros, y ya estamos en la Plaza
Fabini, popularmente conocida como la Plaza del Entrevero, (y más ahora con
siete mil millones de personas). Podríamos aprovechar, ya que jugamos hoy de
locatario, para comprobar si no nos hemos equivocado hasta ahora en nuestros
cálculos.
En efecto, la distancia ente el Sol y
la Tierra es de 150 millones de kilómetros, cubierta por la velocidad de la luz
en 8 minutos y 3 segundos. Si reducimos la velocidad de la luz en la misma
proporción en que hemos reducido los planetas, nosotros estamos viajando en los
monopatines, a la velocidad que alcanza un ómnibus con sus paradas
correspondientes, y con algún semáforo en rojo ¿Y cuánto tarda un 187 de la
Plaza Independencia hasta la Plaza del Entrevero?, 8 minutos y 3 segundos, exactamente igual!!, vamos
fenómeno.
Con nuestra llegada a la Tierra nos
reencontramos con la vida. El profesor nos recuerda que aunque un planeta reúna
las condiciones imprescindibles para la aparición de la vida, (que son muchas),
la probabilidad de que realmente eso ocurra, es infinitamente remota. Pero es
más. Si finalmente la vida aparece, son muchas más las posibilidades de que
desaparezca, o que quede estancada en una forma muy simple, a que evolucione
hacia estados superiores, que es, por suerte, lo que ha ocurrido en la Tierra.
En otras palabras, hemos sacado la lotería varias veces al día, durante meses.
“Cuesta muchísimo ser un organismo” (Bryson). Como en nuestro caso, que estamos
comparando planetas con bolitas, es bastante frecuente utilizar un símil entre
la historia de 4.500 millones de años de la Tierra y un día de 24 horas, para
seguir la evolución de la vida en ella. Durante los primeros 750 millones de
años en la Tierra, ( desde la 0 horas a las 4 de la mañana), no hubo nada
viviente. En ese momento, accidentalmente, una molécula hizo copias de sí
misma, y fueron apareciendo formas microbianas, y los primeros organismos
unicelulares. Pero desde aquella hora, 4 de la mañana, hasta las ocho de la
noche, (3.000 millones de años), no hay un solo cambio evolutivo, no subimos
ningún escalón, sólo viven microbios en la Tierra. A las ocho de la noche
aparecen plantas marinas y medusas. A las diez de la noche, las primeras
plantas en la tierra, (aunque es mala hora para regar). A las 11, pisoteando
las plantas, llegan los dinosaurios, pero solo asustan 39 minutos porque
desaparecen por los meteoritos, y llegan los mamíferos. Y cuando sólo falta 1
minuto y 17 segundos para las doce de la noche, (época actual), llega el que
faltaba, el ser humano, y ya estamos todos. ¡Cómo ha costado llegar a formas
vivientes muy complejas, proceso muchísimo más extraordinario aún, que el
origen mismo de la vida!!! Y Cosmito, una forma viviente muy compleja, comienza
a cantar el Gracias a la vida, nos
unimos nosotros, se unen muchos más que por ahí pasaban, y entonces las leyes
científicas ya no podrán explicar cómo la Negra Mercedes nos saluda desde una
estrella lejana entonando las últimas estrofas.
Aprovechando que es un planeta con
vida, el profesor, alejándose solo por unos segundos de la ciencia, vuelve a
una geografía de la época romántica y nos declama emocionado, que la Tierra
cuenta con millones de corazones que se levantan formando imponentes
cordilleras; con selvas y bosques donde hay flores y besos pero también algunas
espinas de desencuentros y traiciones; con hermosos lagos de paz que se
alimentan de cataratas de carcajadas; con caudalosos ríos que suenan intentando
acallar tambores de guerra; con volcanes pasionales intermitentes y desiertos
de desamor infinitos; con océanos y mares hechos a golpe de olas de avances y
de tropiezos, y finalmente, con una atmósfera que permite el florecimiento del
arte con sus tempestades de belleza. Carlitos, pregunta si esa es la próxima
retirada de Agarrate Catalina.
Nos cuesta mucho irnos de la Tierra
porque como se está en la casa de uno no se está en ningún planeta. Pero
debemos seguir con nuestro viaje que está tomando tintes de otra hazaña
celeste, el maracanazo espacial de Obdulio Cosmito y sus chiquilines, ya que
somos los primeros liceales cosmonautas, sin escafandras y en monopatín que
recorren el universo. Sin embargo, para los trabajadores de la limpieza de la
ciudad, sólo somos los rompesquinas de las bolitas.
No podemos alejarnos mucho de la
Tierra, sin hablar de la Luna, el único cuerpo celeste que ha pisado el hombre
fuera de su planeta, (EEUU ha efectuado seis alunizajes desde 1969). Es
curioso, que la Tierra y la Luna, vistas desde el espacio, parecen dos planetas
gemelos. Esto es debido a que la Tierra, sin contar Plutón, cuenta con el mayor
satélite en proporción a su tamaño, (el diámetro lunar es mayor que la cuarta
parte del terrestre). El origen de la Luna es aún muy discutido, pero a día de
hoy prevalece la teoría de que hace 4.000 millones de años se estrelló contra
la Tierra un objeto del tamaño de Marte que ocasionó un desprendimiento de
material que originó la formación del satélite. Este fenomenal choque produjo
también la inclinación de 23,5 grados del eje de la Tierra con respecto a su
plano de traslación, y que es la causa de que existan las estaciones, una
bendición para poder vivir, porque las temperaturas nunca son extremas
permanentemente, ni en las regiones frías ni en el ecuador. La Luna continúa
alejándose de nosotros 38 milímetros por año, un problema a resolver en el
futuro, porque ella ejerce un influjo gravitatorio estabilizador sobre nosotros
importantísimo, haciendo que la Tierra gire a la velocidad justa y en el ángulo
justo, sin balancearse. Y Cosmito, haciendo un inciso que no quiere que tenga
ninguna connotación religiosa, nos pregunta, ¿no tienen la sensación ustedes, a
veces, como sucede ahora cuando les cuento ese choque que ocasionó la Luna, y
ésta a su vez queda a una distancia adecuada para estabilizar luego la Tierra,
como si el universo se hubiera preparado durante millones de años, sabiendo que
nosotros íbamos a venir? Pero inmediatamente sigue como si tal cosa. Como
ocurre con casi todos los satélites del Sistema Solar, la Luna nos muestra
siempre la misma cara debido a que sus movimientos de rotación y traslación son
iguales. Debido a la combinación de movimientos de rotación de la Tierra y el
orbital que lleva su satélite a la velocidad de un kilómetro por segundo, la
Luna siempre sale 50 minutos más tarde que el día anterior.
Es una extraordinaria casualidad, sigue
Cosmito, que siendo el diámetro solar 400 veces más grande que el de la Luna,
esté 400 veces más lejos, (por ello a los dos los vemos del mismo tamaño en
nuestro cielo). Gracias a esa casualidad disfrutamos también de unos eclipses
estupendos.
Mirar la Luna en una noche despejada es
un placer poético irresistible, pero no siempre nos damos cuenta, que además de
su propio encanto, la luna es muy cómoda de contemplar. Su luz, reflejada del
Sol, nos es perfectamente tolerable por su dulzura. Solo se requiere tener unos
muy simples instrumentos de observación, para poder ver sus llanuras
interminables, (que Galileo le llamó mares aunque evidentemente carecen de
agua) y sus enormes montañas. Sin embargo, las distintas fases que posee el
satélite, los eclipses, su cara oculta y el juego de luces y sombras que
provoca constantemente, han sido motivo de miedos y supersticiones durante
muchos siglos, y quizás lo siguen siendo para algunas tribus actuales.
Y de camino a Marte, y por aquello de
los famosos marcianos que muy formales, cada dos por tres nos visitan, a
Federico se le ocurrió preguntarle al profesor si creía en los extraterrestres.
No se trata de creer o no creer, sino de investigar y estudiar, responde aquél.
Al revés que los presentimientos que brotan de las apariencias, son más fiables
las teorías y leyes nacidas de las formidables observaciones prácticas, como lo
que está ocurriendo actualmente con el telescopio Hubble, (instalado en un
satélite para evitar las perturbaciones de nuestra atmósfera), y que tiene un
alcance de visión de millones de años luz, o
con el envío de naves, plataformas y estaciones espaciales, etc., que permiten
obtener extraordinarias fotografías y muestras de materiales de lugares
espectacularmente remotos. Y por ahora, no hemos encontrado la más mínima pizca
de vida por ningún lado, pero esto no significa que no la haya, aún no ha
aparecido. Hace muy pocos días, continúa el profesor, Felisa Wolfe Simón, una
joven científica de EEUU, junto a otros astrobiólogos, realizó un descubrimiento
excepcional porque cuestiona el concepto mismo de lo que llamamos vida. En un
lago muy salado de California, encontró unas bacterias vivientes cuyos ADN
presentan arsénico, (elemento químico tóxico y famoso veneno en novelas y
películas policiales), en lugar de fósforo, uno de los seis indispensables
bloques que componen el material genético, proteínas, azúcares y grasas,
(carbono, hidrógeno, nitrógeno, oxígeno, fósforo y azufre). Por supuesto, este
gran paso científico, está lejos de vislumbrar por nuestros alrededores, miles
de millones de años luz, avanzadas civilizaciones provistas de sofisticadas
naves espaciales. Ya he explicado, finaliza Cosmito, que la existencia de vida,
cualquiera sea su forma y sus componentes, es casi milagroso, pero aún lo es
más su desarrollo a estadios superiores. Si hay alguna novedad, te aviso
enseguida, Federico. Sin embargo, insistió el alumno, mi tía Ormesinda en las
afueras de Casupá, divisó durante cincuenta segundos un plato volador y ella no
miente nunca. El profesor, con infinita paciencia, y comprendiendo que la
clase, sin dejar de monopatinar, estaba muy interesada con el tema, trató de
explicarse sin herir susceptibilidades. Si Ormesinda nos llama por teléfono
urgente, para avisarnos que el cielo y el campo se unen en el horizonte de
Casupá, atrás de donde pastan las vaquitas, tampoco nos mentirá. Si para
observar la bóveda celeste, los únicos instrumentos con que contamos son
nuestros ojos, en la mayoría de los casos, las apariencias nos engañarán cobardemente.
En general, los científicos descartan que un desocupado de una galaxia ubicada
donde el diablo espacial perdió el poncho, viaje a la velocidad de la luz,
durante miles de años, sorteando meteoritos, agujeros negros, diferentes
temperaturas y presiones, etc., sólo para poner histérica a Ormesinda unos
segundos, justo cuando ella se peinaba mirándose en un espejo roto, apoyado
entre dos flores de ceibo, y luego, hacer el viajecito de vuelta, otros miles
de años luz más. Lo curioso es que siempre es una sola Ormesinda la que recibe
tan extraña e inesperada visita. Nunca los extraterrestres interrumpen en un
congreso en el Estadio Centenario, donde 78.549 Ormesindas, llegadas de todo el
mundo, discuten acaloradamente el origen de su nombre. Es tan impresionantemente
extenso el espacio, (la expresión se queda corta), que un encuentro directo con otra civilización es casi imposible.
Pero por lo menos, va terminando Cosmito, sería fantástico que nos pudiéramos
comunicar a la distancia. Si a mí me eligen de portavoz de los terrestres, y
para que ellos se vayan enterando, más o menos, de cómo vemos el devenir de las
cosas de la vida, yo les cantaría el final de un tango que compuso un exiliado
uruguayo en Madrid: Y ayer jugó Peñarol /
lo vi en un bar por la tele / perdió
por tres mil a dos / y yo le dije a mi nene / que merecimos ganar, querido /
pero que hubo mala suerte.
Y llegamos a Marte, la cuarta bolita
que medirá 10 milímetros, y que la pondremos en 18 y Zelmar Michelini. Se le ha
llamado siempre el planeta rojo debido a las enormes cantidades de óxidos de
hierro que tiene. Los romanos asociaron el rojo con la sangre y le pusieron el
nombre del dios de la guerra.
Marte es sólo un poco más de la mitad
de la Tierra, pero tiene varias similitudes con nuestro planeta, y entonces,
surgió la posibilidad y esperanza, durante muchos siglos, de que los marcianos
podían ser nuestros vecinos: un día en Marte dura sólo unos minutos más que en
la Tierra y sus ejes de rotación prácticamente tienen la misma inclinación.
Además, en los dos planetas la llegada de cometas durante millones de años,
surtieron de agua líquida sus superficies, una de las condiciones esenciales
para el surgimiento de la vida. El problema para Marte fue que parte de su
atmósfera se disipó, bajando sensiblemente las temperaturas, (hoy su media es
de menos 55 grados), y el agua se solidificó, haciéndose entonces imposible la
vida allí. Y hablando del agua de Marte, y sus posibles habitantes, Cosmito nos
cuenta la historia de Percivall Lowell, (1855-1916), un millonario de Boston
dedicado a la astronomía y que tenía un buen prestigio entre la élite
científica del momento.
En 1894, se mandó construir un
Observatorio sólo para él, cercano al Cañón del Colorado y que aún existe, para
poder observar tranquilamente a Marte con quien estaba obsesionado. Tomando
como referencia unas cartografías del astrónomo italiano Schiaparelli sobre
Marte, donde estaban señalizados unos canales naturales, tipo desfiladeros,
Lowell quiso demostrar durante años a la comunidad científica, que dichos
canales habían sido construidos por los marcianos en sus últimos años cuando el
planeta se secaba, para llevar el agua de los polos al ecuador y así
sobrevivir. Llegó a escribir tres libros sobre el tema, con miles de dibujos explicando
tan faraónica obra de ingeniería.
Pero lo interesante de la historia
viene ahora, sigue el profesor, cuando Lowell quiso resarcirse del papelón que
no tuvo más remedio que reconocer, y se puso a buscar el famoso planeta X.
La ciencia llevaba años tratando de
encontrar un planeta que tendría que orbitar más allá de Neptuno, el planeta
más alejado del Sol. Este hipotético planeta, explicaría por la acción de su
gravedad, la anomalía que se detectaba en la órbita de Neptuno. El mismo
Neptuno había sido descubierto antes, de la misma manera, porque afecta la
órbita de Urano, su vecino interior. Lowell lo buscó años y murió agotado sin
descubrirlo, pero en 1930, uno de sus alumnos, Tombaugh, que continuó su
búsqueda en el mismo Observatorio, descubre Plutón, cuyas dos primeras letras
son un homenaje a Percivall Lowell. Lo curioso, es que al final Plutón resultó
ser demasiado chico como para interferir sobre Neptuno, y la anomalía de éste,
se supo después, era debido a que se había calculado mal su trayectoria al
principio de todo… no había planeta X, pero se descubrió Plutón con su
búsqueda. Y Cosmito termina reflexionando que la astronomía ha avanzado con
pasos de gigante gracias a su método científico, pero también, con golpes de
suerte. No sé si ustedes saben, por ejemplo, finaliza el profesor, que
Einstein, con doce años, recibió de regalo un libro de un estudiante indigente
que sus padres habían invitado a cenar por razones caritativas, y desde ese día
se enamoró de la ciencia, por lo que nos pudo regalar, más tarde, él a
nosotros, la base fundamental del quehacer científico actual.
Contándoles esta anécdota, quise que
supieran un poquito más del genial Einstein, pero también, para que se queden
pensando un ratito en ese generoso joven anónimo, que pese al hambre que
seguramente lo atormentaba, era capaz de llevar bajo su brazo un librito, cuya
lectura, iba despertando la pasión por una de las más maravillosas aventuras
que puede acometer un ser humano, la búsqueda del conocimiento científico.
Conviene insistir, (para borrar de
nuestra memoria aquella imagen desproporcional de la absurda fila de planetas
en los mapas escolares), que cuando hablamos de la distancia entre los
planetas, o entre las bolitas en nuestro caso, es la distancia media entre ellos.
Es una distancia promedio, entonces, nunca regular y permanente. De esta
manera, hemos puesto la Tierra en la Plaza del Entrevero y a Marte en l8 y
Zelmar Michelini, porque esa es la distancia media proporcional en nuestra
escala, para los 78 millones de kilómetros de distancia media que existen entre
la Tierra y Marte. Pero cuando la distancia es máxima entre los dos planetas,
con el Sol en el medio, Marte llega a estar a 400 millones de kilómetros de la
Tierra, y se encontrará en este caso, no en 18 y Zelmar Michelini, sino
esquivando barcos en el puerto, del otro lado de la Plaza Independencia, del
otro lado del Sol, y la Tierra casi por la Estatua de la Libertad. De la misma
manera, todos los demás cuerpos celestes que orbitan.. Se ha calculado que todos
los planetas pueden estar en una misma línea recta imaginaria, sólo una vez
cada 180 billones de años.
Lo de la astronomía está muy lindo,
dice Margarita, pero tengo acalambrada la pierna derecha por el monopatín,
ganas tremendas de ir al baño y de comer algo urgente. Los cosmonautas deben
ser muy duros, Margarita, por lo que necesitan una extraordinaria preparación
sicológica antes de volar, contesta el profesor, y tú la estás haciendo a la
vez que viajas, algo muy valioso de tu parte y quizás sea más efectivo, ya
veremos. En cuanto a las necesidades, yo supongo que encontraremos un agujero
negro un poquito más adelante.
Quizás tengamos suerte, sigue Cosmito,
y encontremos un gaucho arrepentido de haber aceptado la invitación de subir a
un platillo volador, flotando entre un ombú sin sombra y un jazmín sin flor,
con una antena enorme sujeta a su frente por una vincha roja, cebando con no sé
cuantos brazos y termos, y que nos convide con un mate. Eso no se lo cree ni
Ormesinda, responde Margarita resignada.
Como están viendo en estos momentos,
sigue el profesor, el cielo de Marte es de color anaranjado, y aquello de color
azul que ven allí, al lado del Sol y que está saliendo ahora mismo, es la
Tierra en cuarto menguante. Un poquito más grandes, porque están muy cerca del
planeta, aunque son muy chiquitos, vemos a Fobos,(la Fuga), y a
Deimos, (el Terror), los dos satélites de Marte, que pasan como tocando la
cumbre del volcán más grande del Sistema Solar, el Monte Olimpo, de 24
kilómetros de altitud., tres veces nuestro Everest. Cristina, en un arranque de
lirismo astronómico pacifista, dice que si todos los hombres pudieran ver aquel
azul de la Tierra, no habría ninguno que comenzara una guerra.
Mercurio, Venus, la Tierra y Marte, son
los llamados planetas interiores, los más pequeños y los que presentan una
constitución rocosa, en contraposición con los planetas exteriores gigantes y
gaseosos que veremos inmediatamente.
Y ahora que nos alejamos de Marte,
camino a Júpiter, avisa Cosmito a toda la clase, por estos sitios hay que tener
un cuidado enorme con los asteroides que van a 100.000 kilómetros por hora, por
lo que tenemos que estar muy atentos, o incluso más que muy atentos, para tener
tiempo de agachar la cabeza en los monopatines. A ver quién recuerda de las
clases teóricas que son los asteroides. Lucía, cuyo abuelo está poniendo un
circo astronómico en Tacuarembó, donde ella haría los papeles de astronauta
payasa para recibir a los espectadores, y de cometa trapecista al final de la
función, responde que los asteroides son rocas enormes orbitando el Sol, pero
que no llegan al tamaño de los planetas. Agrega que se calcula que este llamado
cinturón de Asteroides, entre Marte y Júpiter, tiene aproximadamente mil
millones y medio de rocas kilométricas orbitando a increíbles velocidades, pero
teniendo en cuenta que el espacio es tan grande, (siempre la misma cantinela
pero que nos cuesta asimilar), la distancia media entre dos asteroides es de un
millón y medio de kilómetros. Hugo, que no confía mucho en sus reflejos y va
acurrucado en su monopatín, también recuerda que el nombre de asteroide,
derivado de astro, estrella, no es lo más indicado porque no recuerdan en nada
a aquellas, y que mejor sería que se llamasen planetoides. Sigue contando Hugo,
que los 24 astrónomos más importantes de fines del siglo dieciocho, estuvieron
buscando un planeta en el Cinturón de Asteroides, constituyendo un prestigioso
comité europeo, conocido con el nombre que ellos mismos se daban de Policía
Celestial, donde cada integrante en su país, tenía un sector del cielo para
investigar. Cuando el siciliano Giuseppe Piazzi recibió el 2 de enero de 1801
una invitación para integrar dicha comisión, respondió el mismo día, más o
menos lo siguiente: “Para mí sería un honor inmenso ser policía celestial,
además de poder cumplir un viejo sueño, pero va a ser imposible que integre
dicha comisión y no insistan, porque el planeta lo descubrí anoche. Un saludo
cordial, Giuseppe”. Los policías quedaron inmediatamente esposados por la sorpresa
mayúscula que los detuvo. El planeta hallado la primera noche del siglo
diecinueve, se supo después, no era tal por su pequeño tamaño, pero hasta
ahora, Ceres, diosa de la agricultura siciliana, sigue siendo el asteroide más
grande encontrado en el Cinturón de Asteroides, (es casi una esfera que mide
975 por 909 kilómetros). Con los años, los hallazgos se hicieron tan
generalizados en el Cinturón, que el que no encontraba uno pasaba vergüenza, y
ahora hay tantos millones localizados, que algunos asteroides llevan el nombre
de Bruce Springsteen 23990 o de Eric Clapton 4305. Puede ocurrir, finaliza
Hugo, que tiene pensado sacarse el título de asteroinomo por correspondencia de
carreta, que los asteroides pueden salirse de sus órbitas peligrosamente, como
ocurrió en 1993, cuando uno de ellos pasó a 145.000 kilómetros de la Tierra, es
decir, nos pasó rozando. Cosmito, siempre atento, corrobora lo ocurrido en ese
año con dicho asteroide, pero recuerda que no debemos confundir en general,
asteroides con meteoritos, muchos más pequeños estos últimos y de procedencia
diversa.
Los últimos cuatro planetas más
alejados del Sol, como son gaseosos, no presentan una superficie sólida, nos
dice el profe, pero todos ellos tienen anillos. En su mayor parte están constituidos
por una atmósfera muy gruesa que envuelve un núcleo que probablemente sea
rocoso. Como los planetas, a partir de ahora, son de unas dimensiones
considerablemente mayores, ya no nos servirán las bolitas, por lo que vamos a
tener que pedirle a los que adivinan el futuro unas bolas de cristal, y a los
jubilados que dejen de jugar y nos presten unas bochas. Así de esta forma,
pondremos una bola de cristal de 20,17 centímetros de diámetro para Júpiter, el
gigante del sistema, en l8 de Julio y Juan Paullier, (nuestra Tierra tenía 18
milímetros, con un volumen 318 veces menor). Otra, un poco más chica de 15,34
cm. para Saturno, 150 metros pasando Avenida Italia y Luis Alberto de Herrera.
Luego viene Urano, siempre sobre Avenida Italia, pero ahora ya pasando el
Parque General Fructuoso Rivera, con una bocha de 7,21 centímetros.
Y finalmente, el último planeta,
Neptuno, (que no significa el fin del Sistema Solar como veremos, sino que
estamos solo en sus comienzos), una bocha de 7 centímetros y estará 250 metros
pasando el Arroyo Carrasco, donde comienza la Avenida de las Américas,
departamento de Canelones!!!! Pero si tenemos en cuenta su órbita, y no la
distancia media, Neptuno orbitará por los departamentos de Canelones y San
José, mientras por el sur se internará hasta casi la mitad del Río de la Plata,
siempre bajo la influencia gravitatoria del Sol, una pelota de sólo 2 metros en
la Plaza Independencia. Imaginemos Montevideo, San José y Canelones, más una
parte del río de la Plata, vacíos absolutamente, salvo una pelota de dos
metros, cuatro bolitas de pocos milímetros, dos bochas y dos bolas de cristal.
Nada más.
Júpiter, sigue el profesor, si tuviera
una masa 12 veces más grande, tendría reacciones termonucleares propias de una
estrella, lo que hubiese significado otro Sol para el Sistema y casi la
desaparición de las noches terrestres. Júpiter, por su tamaño, es el rey de los
planetas, fácilmente identificable en nuestro cielo. Entre sus más de sesenta
satélites, los cuatro más grandes se conocen con el nombre de satélites
galileanos, enormes océanos helados donde el más alejado, Calisto, está a casi dos millones de kilómetros del
planeta, constituyendo todos un Sistema Solar en miniatura. Y cómo no hablar un
poquito, continúa Cosmito, de la maravilla de los miles de anillos de Saturno
divididos en tres grupos, la más bella imagen que se puede contemplar en un
telescopio según el criterio unánime de todos los astrónomos. Formados por
fragmentos de roca y de hielo, tienen sólo un kilómetro de espesor. Saturno
presenta además 33 satélites, uno de ellos, Titán, tan grande como la Tierra.
Saturno es el último planeta visible a simple vista, pese a que está a 108.728
millones de kilómetros, pero cuidado, ¿podríamos ver, desde la Plaza
Independencia, una bola de cristal de 15 centímetros que está en Avenida Italia
y Luis Alberto de Herrera, con Montevideo vacío? Si la bola de cristal que nos
prestó el adivino tiene luz y es de noche, sí.
Concluyendo este repaso por los últimos
planetas, Cosmito nos recuerda que Urano, (su nombre viene de Urania, musa de
la astronomía), gira en sentido contrario al nuestro, y su eje de rotación es
casi paralelo a su eclíptica, por lo que el planeta orbita rodando casi
acostado Es un planeta aún poco conocido con sus anillos oscuros muy difíciles
de observar. El descubrimiento de Urano en 1781 por William Herschel, fue el
primero hecho con un telescopio, pero el de Neptuno en 1846 por el matemático
Le Verrier, se hizo sobre una mesa llena de papeles con cálculos muy complejos
luego de extraordinarias predicciones teóricas. Él buscaba un planeta que
estaba provocando por su gravedad, inexplicables anormalidades en la órbita de
Urano. Le Verrier mostró, con un error de un grado, en un pizarrón de la
Academia de Ciencias de Paris, el sitio donde seguro tendría que estar girando
un planeta hasta ese momento desconocido. Pero misteriosamente, no realizó la
comprobación práctica allí mismo, pese a que disponía de los instrumentos
adecuados para hacerlo, y mandó una carta a Berlín informando de lo que había
descubierto en su escritorio.
Inmediatamente, el observatorio de ésta
ciudad, pudo divisar a Mercurio, orbitando majestuoso y muy azul sobre la
órbita dibujada en la carta por Le Verrier. El que miró por el telescopio, se
llamaba Dárrest, y hoy aparece en casi todas las fuentes, como el descubridor
de Neptuno. Cansados de los monopatines, hemos resuelto hacer autostop, pero
tenemos el problema de cómo llamar la atención de los choferes de los autos que
pasan, y que además ellos nos identifiquen con los héroes que seguramente
hablan los informativos. La mejor idea salió de la mente de Juan Ramón, famoso
porque en su barrio del Buceo, cada vez que a él se le ocurre algo, muchos
vecinos terminan en Traumatología.
Vamos a levantar una pila enorme con
los monopatines, atados entre sí con los cinturones de todo el grupo. Arriba de
la pila de monopatines, haremos una torre humana de ocho pisos, donde cada uno,
como en la vida, tendrá que poner los hombros al servicio de los demás. Y
finalmente, Anita, la más chiquita y liviana, ascenderá por todos los escalones
humanos hasta lo más alto, y será la que mueva el pulgar de la compasión. La
idea de Juan Ramón no está nada mal porque en principio no nos caeremos por la
falta de gravedad, pero tendremos que abrazarnos fuerte para no alejarnos unos
de otros por la fuerza de expansión. Aunque Cosmito se llegó a caer dos veces
pese a la falta de gravedad y en una de ellas quedó cabeza abajo atrapado entre
cuatro manubrios, y Margarita resbaló en las rasas africanas de Graciela Makeba
arrastrando siete compañeros, la torre quedó bastante derechita. Finalmente, a
las dos horas del inicio del experimento, justo cuando el gordo Eduardo, abajo
de todo, se estaba moviendo peligrosamente en círculos porque tenía muchas
ganas de orinar y además se le caía el pantalón sin cinturón, paró un camión
enorme donde venía cantando una murga femenina llamada “Matame che loco”. Ellas
iban hasta el Chuy, donde tenían que actuar en el Festival “Mujer, si puedes ir
con Dios, andá nomás”. El camión era cerrado, y fuimos saltando directamente
desde nuestra torre hasta el techo del camión. Nos dio mucha pena, cuando el
camión inició la marcha, dejar atrás los monopatines, nuestros queridos
compañeros de la velocidad de la luz.
El sistema solar no ha hecho más que
comenzar. Atrás han quedado todos los planetas en Montevideo, y seguimos ahora
por la interbalnearia, que cruza el globo azul de mar y cielo del este
uruguayo. Pasa un tiempo muy largo y no vemos nada. Sólo hay un vacío oscuro y
aterrador que lo rompen las retiradas que ensayan abajo las murguistas. Los
compases de “Palpitando de alegres
canciones / Hoy venimos al barrio a dejar / farolitos de lindos colores /
Pa´que alumbren en cada zaguán
”, van humedeciendo dulcemente el polvo cósmico, serpentean
por entre rocas y nubes negras, y saludan con la retirada de un cometa que se
va, “Redoblando esperanza y coraje / con
margaritas de amor y de paz / Por los
chiquitos que faltan / Por los chiquitos que vienen/ Uruguayos… nunca más”.
Pero además, porque no sólo de música
vive el cosmonauta, nuestras amigas nos pasan chorizos y costillas de una
parrilla con rueditas que va acoplada atrás del camión, cuyo aroma delicioso
llega a todas las galaxias.
Por fin localizamos a Plutón en
Solymar, el que fue planeta y hoy es planetoide a 6.000 millones de kilómetros
del Sol, (en las décadas de los ochenta o noventa del siglo pasado, Plutón
estaba más cerca del Sol que Neptuno, posición que volverá a repetir en el
2227, no se olviden). Es tan chiquito que es la cuarta parte del uno por ciento
de la Tierra. Si buscáramos una bolita de hielo que lo representara, ésta
tendría que ser de 4 centésimas de milímetro. En 1978, se descubrió su luna
Caronte, casi del mismo tamaño que Plutón, y que no gira como la Luna alrededor
de la Tierra, sino que ambos lo hacen en círculo, uno tras el otro, mirándose
siempre con las mismas caras porque tienen sus movimientos de rotación
sincronizados, a la vez que se trasladan durante 248 años para completar su vuelta
alrededor del Sol. Si la luz tarda ocho minutos desde el Sol hasta la Tierra,
llegar hasta Plutón le lleva siete horas, pero en realidad, no calienta mucho
porque las temperaturas pueden bajar hasta los 235 grados bajo cero.
Luego que Cosmito nos comenta todo
esto, nosotros se lo trasladamos a las chicas de abajo, y ellas, muy piolas, a
su vez se lo cuentan al chofer, pero el hombre, muy escéptico, nos manda decir
que él conoce bien la zona y que estamos todos rematadamente locos.
El profesor, el único de pie sobre el
techo del camión, sin sueño pero con sueños, el amigo de nuestra barra que es
docente y nos cuenta lo mucho que sabe, incansable como si hubiese salido
despedido del Big Bang, nos explica lo siguiente: desde Neptuno, el último
planeta, a 4500 millones de kilómetros del Sol, límite entre Montevideo y
Canelones, hasta Atlántida, 3.000 millones de kilómetros más, se encuentra el
llamado Cinturón de Kuiper, zona donde se originan los cometas de corto período
orbital, y donde son abundantes las rocas muy oscuras, de entre 10 y 50
kilómetros de diámetro, que tardan siglos en dar una vuelta al Sol. En el 2005,
se descubrió en los confines de este cinturón, Eris, una roca, casi planeta,
con un diámetro de 240 kilómetros, mayor que Plutón. y que incluso tiene una
luna, Dysnomia. Es curioso como toda la gente que va a veranear a La Paloma o
la Fortaleza de Santa Teresa, desconoce la existencia del Cinturón de Kuiper
con millones de rocas orbitando, por la urgencia de darse un baño entre las
rocas del océano.
La extensión del espacio es
sencillamente asombrosa y no podemos hacernos cargo de lo que representan sus
distancias, sigue Cosmito. Vamos por Atlántida, 7.500 millones de kilómetros
del Sol, (faltan aún 992.500 millones para llegar al primer billón), y el
Sistema Solar, para muchos cosmógrafos, tiene aproximadamente dos decenas de
billones de kilómetros!!! Cuidado. El punto en que termina el Sistema Solar y
empieza el espacio interestelar, es muy discutible y no es definido con
precisión, y depende del alcance de dos fuerzas: a) el viento solar, que es un
chorro o flujo continuo de partículas cargadas de alta energía a 450 kms/seg.,
y del que la Tierra está resguardada de él por su campo magnético, y que “solo”
llega hasta los 24.000 millones de kilómetros, comienzo entonces de la
Heliopausa, donde el viento solar pierde importancia, (como aquellos reyes
medievales, el Sol empieza a perder influencia sobre sus súbditos más lejanos),
y b) la atracción solar que el Sol ejerce sobre todos los cuerpos celestes
haciéndoles orbitar a su alrededor, que si puede llegar hasta las dos decenas
de billones de kilómetros, repito, en algunas hipótesis científicas. ¿Cómo
llegaremos hasta más o menos el fin del Sistema Solar, unos 40.000 kilómetros
más en nuestra escala, si solo hemos hecho 50 kilómetros para llegar hasta
Atlántida? Reduciendo, como hemos hecho, el diámetro solar real de 1.392.000
kilómetros a uno de dos metros, para llegar al final del Sistema Solar tenemos
que dar la vuelta completa la Tierra!!!! Imaginemos, continúa el profesor, si
luego de llegar hasta los confines del Sistema Solar, (¡¡cuidado cuando se
asomen en el balcón!!!), quisiéramos ir hasta la estrella más próxima, Próximo
Centauri, y que está a 37 billones de kilómetros, “solo” 4,3 años luz. Viajando
a mil kilómetros por hora tardaríamos 4 millones de años!!. Pero luego, ya que
estamos, queremos recorrer toda nuestra galaxia que tiene 100.000 años luz, y
si no estamos cansados, podemos seguir un poco más ya que hay miles de millones
de galaxias….Carlitos pregunta, ¿todo esto está hecho en siete días con el
único fin de que el hombre pueda vivir luego en la Tierra? Cosmito corrobora
que Hawking en su último libro, El magnífico diseño dice : “Si la intención
de Dios fue la de crear al hombre, esos otros universos no tendrían sentido”,
pero cuidado que no está negando la existencia de Dios, algo que la ciencia
nunca podrá demostrar, porque el que tiene que demostrar es el que afirma que
Dios existe, sólo dice que “la idea de Dios no es necesaria para la ciencia, o
lo es cada vez menos”, (Cosmito no entiende estas últimas palabras de Hawking,
porque la ciencia moderna nunca contó con Dios hasta ahora). En cambio, podría
haber una prueba de la existencia de Dios si mañana las estrellas se movieran
en el firmamento y pudiéramos leer, “Yo
existo, que nadie tenga dudas”. Y ya que estoy, añade el profesor, una
preguntita a la clase por si alguien sabe lo que yo no sé: ¿Cómo puede ser que
la fuerza de gravitación del Sol, sea tan poderosa como para que orbiten a su
alrededor cometas y rocas que están a billones de kilómetros?
Recapitulemos luego de tantos números
fantásticos.
Estamos al final del Cinturón de
Kuiper, aproximadamente a 7.500 millones de kilómetros del Sol. Va a llegar un
momento, explica Cosmito, que aquellas rocas oscuras y lentas que dijimos que
lo componen, desaparecen drásticamente, y en consecuencia, los científicos le
llaman a esta zona el Acantilado de Kuiper, pero pensamos que es mejor no
pedirle al chofer que tenga cuidado, porque corremos el riesgo que crea que
nosotros ya constituimos un peligro y nos baje del camión.
Y algunas decenas de kilómetros más
adelante, Elvira, siempre tan distraída y dispersa, pide a sus compañeros que
la sostengan de los tobillos y se vuelca cabeza abajo para preguntarle al señor
que cobra el peaje de la interbalnearia, si ya llegamos a la Nube de Oort o
seguimos en Saturno. No, responde con naturalidad el señor, mientras levanta la
vista para ver a Elvira al revés, Saturno lo dejaron hace rato en Avenida
Italia y Luis Alberto de Herrera. Ustedes ahora van por los 10.000 millones de
kilómetros y la Nube de Oort se encuentra a un año luz del Sol, es decir, a
9.460 billones de kilómetros y se extiende aproximadamente otro año luz. En
realidad, continúa el señor del peaje, siempre mirando la cabeza al revés de
Elvira, la Nube de Oort, es una nube esférica que envuelve el Sistema Solar, de
cien billones de cometas de período largo y miles de millones de asteroides
constituidos de hielo, metano y amoníaco, que son los restos de cuando se
formaron nuestros planetas. No te imaginas como les gusta esta zona a los
cosmólogos, porque es para ellos como un museo donde se guardan los restos de
la formación del Sistema Solar, y que al principio tuvieron muy cerca del Sol,
pero la gravitación de los planetas gigantes los alejaron extraordinariamente.
¿Y usted cómo sabe tanto? Pregunta sorprendida Elvira. Fui alumno de un
profesor de astronomía muy bueno hace cinco años, y apostaría, por la pregunta
que me haces, que es él mismo que va arriba del camión.
Un rato largo después, por esas
casualidades, Juan Ramón, el mismo que tuvo la idea de hacer la torre humana
arriba de los monopatines, se puso a conversar con Nora, la directora de la
murga. La mujer le empezó contando que cuando ella era una bebé, gateaba con un
pijama de globos amarillos y estrellas azules y que también tenía escrito todos
los nombres de las murgas de aquella época, y luego, apoyándose sobre un
sillón, se ponía de pie a bailar cuando su mamá hacía las tortillas sobre los
platillos de una batería de murga, mientras su papá machacaba cebollas y ajíes
con los palillos de su redoblante, para después comer todos juntos sobre un
bombo con mantel.
Pero luego, su relato, sin ninguna
rigurosidad cronológica, salta treinta años y pasa a explicarle a Juan Ramón
que había confeccionado un globo de doce metros de diámetro, con tela roja e
impermeable de una fábrica donde su marido vigilante hacia guardia nocturna,
forrado con un papel fuerte y delgado que le había dejado gratis el almacenero,
el hombre más bueno del mundo, y que la mujer lo dejó… me fui del tema...
Además del globo, continuó Nora, en el camión viene una cesta enorme, donde
puede entrar toda la murga, y que se la habían dejado en el zoológico, donde
allí la utilizaban para aislar las focas con fiebre alta. La idea de Nora, era
que al final de su actuación en el festival del Chuy, cantando la retirada, la
murga ascendiera en la cesta siguiendo al globo lleno con el aire caliente de
una gran fogata preparada rápidamente atrás del tablado. Ella se imaginaba, “se
va, se va, se va la murga… aquella murga…” mientras saludaban subiendo, y los
espectadores abajo despidiendo con una mano y con la otra
llamando a los bomberos con sus celulares. Sin embargo, Nora venía muy triste,
según le confesó a Juan Ramón, porque después de todo el trabajo realizado y la
ilusión enorme que tenía de crear espectáculo, las chicas de la murga no se
animaban a subir en el globo sin saber muy bien por qué,
como si no lo vieran muy seguro. El lamento de la directora fue un relámpago,
luego un trueno, y finalmente la madre de todas las tormentas, en la mente
nublada de Juan Ramón, siempre inundada de ideas geniales. Inmediatamente,
salió corriendo hacia donde estaba Cosmito a proponerle que la clase viajara en
el globo rojo. Al profesor le pareció extraordinario porque por fin podría
explicar en la práctica cómo era un cometa, aunque la cesta fuera redonda.
Cuando el resto de compañeros le preguntaron a Juan Ramón de donde iba a sacar
el aire caliente, él se limitó a señalar la parrilla que venía detrás del
camión. La pobre Nora, con un poco de envidia, pensó en inscribirse como alumna
en el liceo de Malvín, y volar como una golondrina veraniega y murguista para
llenar de serpentinas el vacío espacial, como habían llenado antes sus padres
el pijama, pero su responsabilidad de directora le hizo ver que no podía
abandonar a sus compañeras. Luego que se detuviera el camión en la esquina de
Cabo Cañaveral y Avenida Gorlero, subimos entre todos la parrilla arriba del
techo del camión y prendimos un fuego enorme. Más tarde, las murguistas
extendieron unas cuerdas desde la cesta, con nosotros dentro, y que estaba apoyada en el suelo, a las ruedas del
camión, con el globo sostenido a lo alto. Era un día sin viento, salvo una
tenue brisa hacia Montevideo. Una vez que el aire caliente infló el globo, Juan
Ramón dio la orden de solar amarras. Cuando el globo rojo comenzó a despegar,
Nora fue corriendo a tapar la boca por donde había entrado el aire con revistas
pornográficas del camionero. Y el globo, siguiendo la ruta marcada por las
leyes de la física, se fue al cielo y nosotros atrás de él. Los brazos levantados de las murguistas se fueron
haciendo cada vez más chicos, no así el recuerdo que quedó en todos nosotros de
ellas, simpáticas, solidarias, alegres, bromistas, murgueras. Ya para siempre
quedarán en nuestra memoria astronómica, los nombres de Galileo, Kepler,
Newton, Einstein, Copérnico y Matame che loco Y la canasta se balanceaba peligrosamente.
Iba y venía, pero no caía, por ahora. Su sombra se bañaba en las olas allá
abajo, y sus mimbres crujían como un pato. La brisa terrestre se había
convertido aquí arriba en una fuerte corriente de aire hacia Montevideo, por lo
que era evidente que estábamos haciendo el viaje de retorno. Al rato, pasamos
muy cerquita de los cerros de Piriápolis, y luego vimos a la distancia, porque
el globo no abandonaba el mar, el Pan de Azúcar. Distinguimos perfectamente el
Hotel Argentino, el hotel Danae y en su esquina, lo que fue en su momento, el
Copetín al Paso, donde bailaban nuestros abuelos en la década del sesenta, y
que luego del amanecer, cruzaban a cantar
en la playa esperando que llegara la vida.
El profesor iba muy tranquilo en la
canasta mirando el paisaje, recordando que era el mismo que veía, unos años
antes, cuando iba en la Onda desde Montevideo a Playa Hermosa a ver una novia,
extremadamente hermosa pero también extremadamente neurótica, obsesionada con
hacerle el amor a los extraterrestres, y Cosmito, aunque se llegó a disfrazar
varias veces de marciano para satisfacerla, la terminó abandonando por
cansancio síquico. En determinado momento, el profe comenzó a sacar unos
apuntes sobre los cometas para aprovechar el tiempo docente, y se dirigió al grupo. Vamos a suponer que en lugar de
esta canasta redonda, vamos sentados en el núcleo de un cometa, comenzó, pero
inmediatamente fue interrumpido por toda la clase que le suplicaba que se
tomara un descanso, y porque además, ellos mismos estaban agotados y ya no
podían seguirle el ritmo.
Cosmito comprendió, y guardó sus
papeles. La clase aplaudió y bailó, por lo que la canasta casi se dio vuelta
sobre el Hotel Carrasco.
El globo rojo con su carga humana,
venía de un mundo que está un poquito más allá, (sol, luna, planetas,
estrellas), y llegaba al mundo que nos ha tocado vivir, (la gente, la playa,
las olas, las gaviotas). Sobrevolando cada vez más bajo, por fin aterrizó en el
balcón de nuestra clase, y luego entramos por la ventana abierta donde Cosmito
había visto cómo todos los pájaros errantes del mundo venían a disfrutar de
Malvín.
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