LA COPA DE EVA:
LA POÉTICA
FEMENINA DE MAROSA DI GIORGIO
LUCÍA DELBENE
La obra se nutre en
las fuentes del recuerdo, entre otras, para elaborar una genealogía que alcanza
las dimensiones de gesta, de mito. Debido a ciertas operaciones que se producen
en su marmita poética, la genealogía de Marosa Di Giorgio se convierte en
mítica, en el sentido aristotélico del término, una historia o narración que
remite al origen sagrado y al destino de la comunidad. Allí las relaciones
interparentales son transparentadas a sus diseños esenciales, se enuncia la
constelación siniestra y amorosa que hilvana la institución familiar. La
presencia de los abuelos, el padre y la madre, las tías, hermanas, primas y
primos configuran la historia primordial de la familia, encauzada en la lucha
por la existencia, enfrentada a lo que la perpetua y la destruye. La muerte y
el erotismo afloran, dejando a la azorada voz expectante contemplar la médula
de las relaciones parentales no exentas de los tonos exquisitos del horror. Es
la historia de la chacra, una suma poética fragmentaria que va tejiendo una
obra holística y unitaria, recogida en los papeles salvajes.
Dentro de la
institución familiar, las reglas impuestas por los roles interparentales, son
sistemáticamente transgredidos por un discurrir subjetivo que se niega a
encarnar el modelo predestinado por el mandato del sistema genealógico de cuño
patriarcal heredado de las estructuras mediterráneas. El ser jamás cumple el
designio del “deber ser” genealógico, desintegrando el yo en una multiplicidad
de entidades realizadoras de innumerables identificaciones con un bestiario de
estirpe salvaje. Este yo perplejo y metamórfico, que no puede reproducir ni
adaptarse, es una voz enmascarada que no disiente con el follaje del asombro y recorre
el espacio que le ha sido asignado por nacimiento: el de ser el escriba de la
familia.
El estatuto del yo
poético se configura como una voz femenina que traspasa con su percepción el
centro de los seres, desatando sus espléndidos fuegos. Estos fuegos
desprendidos arrasan al yo en un intercambio reversible que jamás configura una
ontología incólume, sino que lo hacen trashumar a través de los reinos
zoológicos, agrarios y minerales conformando su signo más constante,
mutabilidad que se sabe apariencia, máscara hipnotizada en su pletórica sensorialidad.
Este yo se diluye, se transforma, es canibalizado por otros seres que están dispuestos
a devorarlo y despiertan el terror lírico del sujeto que no puede explicar, y
que se remite a señalar la atmósfera amenazante que se cierne sobre su ascua. No
transforma al entorno ni puede operar sobre él, inmóvil contempla entre la
congoja y la fascinación el teatro negro y maravilloso que se desenvuelve a su alrededor.
Sin embargo la relación del yo con el entorno no es estática, en el intercambio
de visiones que provoca, hay un pasaje de transferencias, una nivelación ante
la naturaleza que manifiesta al yo humano como una gota permeable al universo
que lo circunda. Se desviste de su prepotencia –en el fondo se sabe fatuo–para
inclinarse con humildad ante el espectáculo del dios y sus criaturas, apertura que
le permite asistir y contemplar, el retablo que presuntamente deleita y
destruye.
La poética de Di
Giorgio no se inscribe dentro de ninguna de las tendencias que dominaron el
siglo y menos asimilable a tal o cual personalidad de nuestras letras. Es una
“rara”, de acuerdo a las categorizaciones de la teoría. Según Moraña, se
vincula con la obra de Armonía Somers, autora que también se instituye desde
los bordes del discurso dominante[1].
Con Somers, comparte la profundización en la exploración de un mismo territorio
y la preponderancia de un “yo” radicalmente femenino que se propone como el
motor que genera los mundos. Según la autora ambas poéticas se insertan en la
corriente latinoamericana instaurada por Clarice Lispector que se plantea desde
las relaciones interparentales que pautan el modelo de la identidad femenina.
En estas poéticas, la percepción femenina y la feminización del mundo roen los
edificios socioculturales construidos para ocupar lugares predeterminados y
desplegándose en sus intersticios, desestabiliza el orden de la fundamentación
patriarcal y subvierte los lugares previamente establecidos. Esto produce que
la poética se cree desde una sensibilidad esencialmente femenina, liberada de
la mirada que intenta definirla. Sin embargo, en la poética de Di Giorgio el
espacio regido por las féminas que determina el orden femenino del mundo es
ambiguo. Las pautas socioculturales no son explícitamente rechazadas, sino de
manera furtiva, es en la inadecuación al orden recibido por el modelo social en
donde se halla la verdadera negación del modelo. Tal inadaptación lleva a la
desestructuración del lenguaje, a una deconstrucción de su función reificadora.
En esa sublevación, inadaptación a un mundo social y políticamente determinado,
donde el rol de la mujer es asignado desde temprana edad y una clara línea
divisoria separa y enmarca las funciones de los sexos, el espacio íntimo de la
casa se enrarece, el yo se fragmenta y se metamorfosea tentando los límites de
su propia existencia.
El espacio de la
casa y sus habitáculos, ocupan un lugar importante en el desarrollo de la obra
de Di Giorgio. Dentro de ésta se instituye un matriarcado en el que el orden de
los objetos y acontecimientos es determinado por las mujeres. Abuela y madre
crean los formatos por donde se han de desenvolver las actividades cotidianas.
La casa es el primer signo de la preponderancia femenina en el universo de Di
Giorgio. Es un receptáculo viviente, un vientre pletórico de seres y cosas que
la habitan, desde los objetos que acompañan la rutina, hasta los pequeños
animales domésticos que cohabitan el espacio compartiéndolo y disputándolo. En
el interior reinan los espacios femeninos, aparadores, licoreras, dulceras,
tazas y copas que duplican los receptáculos de la naturaleza, en el exterior
los masculinos, el mundo del trabajo, comandado y ejercido por los hombres. En los
espacios de la casa y su jardín ocurren los acontecimientos diminutos que
acotan las breves anécdotas poéticas del memorial de las huertas. Pero la casa
contiene objetos que a su vez contienen otras cosas, una caída hacia adentro
característico de la poética femenina de Di Giorgio. Alusión constante a los
recipientes e incontables los objetos que son susceptibles de ser, como la
casa, receptáculos de otras cosas, nutricias o eróticas, provocadoras de
efectos alucinantes o también los que acumulan en sus espacios interiores la
profundidad de lo que puede (y debe) ser guardado.
El redoblamiento
tópico de los continentes es el propio cuerpo femenino oquedad albergadora de
huevos, hijos, líquidos nutricios dispensadores de placer o destrucción. En su
vertiente erótica el cuerpo es fagocitado hasta la aniquilación, vampirizado
bebido y libado por los diferentes machos del mundo que transitan lo animal, lo
humano y lo vegetal. El cuerpo femenino expele y engendra sus productos;
banquetes que los machos devoran con alevosía. Es en la poética tardía, la que
constituyen los relatos eróticos, en donde avistamos cómo el cuerpo femenino se
ofrece como objeto de deglución del que manan exquisitos manjares. De él caen
cerezas, flores, líquidos extáticos, efluvios aromáticos que los machos
saborean con fruición. El elixir femenino, la copa de Eva, hechiza y enamora
tanto como enloquece y aniquila.
Testigo ardiente de
la historia infinita del jardín natal, el yo poético de Marosa Di Giorgio se
impone la tarea de transmitir la memoria en un relato compuesto con el trazado
del discurso lírico, pero que requiere de la articulación narrativa para su
conservación. Al mismo tiempo, el sujeto jamás se limita a testimoniar y
reproducir el rol por el código asignado, sino que víctima de su inadecuación a
las normas de la configuración socio-familiar se atreve a transitar por la
imaginería de la belleza cuyo signo se evidencia como uno de los derroteros más
originales de la poesía uruguaya del siglo.
[1] En este artículo, Moraña apunta la percepción radicalmente femenina
que se desbroza de ambas obras: “Desde esa dirección se esboza una percepción
femenina de la realidad, que sin concebirse aún como discurso marginal forma
parte de un estado de conciencia poético que impugna los valores estéticos
dominantes creando en su lugar un universo, intuitivo, emocional,
sensorialista, a su manera mitificador.” M. Moraña. Armonía Somers y Marosa Di
Giorgio: De la literatura como fascinación. En “Memorias de la generación
fantasma” Monte Sexto. 1988.
Bibliografía especializada y prólogos consultados
Benítez H. Interpretación y eclipse. Ensayos sobre literatura
uruguaya. “Marosa Di Giorgio en las bocas de la luz” Linardi y
Risso – Montevideo 2000.
Garet. L. El milagro incesante. Vida y obra de Marosa Di Giorgio. Ed.
Aldebarán. Montevideo, 2006.
Echavarren. R., Capurro. R. Marosa Di Giorgio: Devenir Intenso; La
magia de Marosa Di Giorgio. Ed. Lapzus. Montevideo. 2005.
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Marosa Di Giorgio: De la literatura como fascinación” Monte Sexto.
Montevideo. 1988.
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Penco. W. Prólogo de Clavel y Tenebrario. Arca. Montevideo.
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America. www.questia.com
Ediciones
consultadas: Marosa Di Giorgio
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Papeles Salvajes. Arca. Montevideo. 1971.
Clavel y
Tenebrario. Arca. Montevideo. 1979.
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Reina
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Misales. Libros del ciudadano. Santiago de Chile. 2001.
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Pasajes de
un memorial al abuelo toscano Eugenio Médici. Colección
escritores salteños. CCeIS. Intendencia de Salto. Salto. 2006.
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