19/9/12

PABLO SILVA OLAZÁBAL
 
LA IMPRESCINDIBLE PRESENCIA DE LA INTENSIDAD
 
Pablo Silva Olazábal (Fray Bentos, Uruguay, 1964) es escritor, periodista cultural y licenciado en Ciencias de la Comunicación. Ha trabajado en diversos medios de prensa, en los últimos años en Radio Uruguay (SODRE) al frente de programas dedicados a libros y escritores así como también organizando distintas actividades culturales.
Ha publicado el libro de cuentos La Revolución Postergada (2005), el de relatos Entrar en el juego (2006), el reportaje Conversaciones con Mario Levrero (2008, editado también en Chile en 2012) y la novela La huída inútil de Violeto Parson (2012). Fue uno de los compiladores (y coautor) del libro colectivo Bienvenido, Juan. Textos críticos y testimoniales sobre Juan Carlos Onetti (2007). Asimismo coordinó El libro de Oro del TCQ (2012), que reúne minicuentos escritos a través de teléfonos celulares y premiados en el T Cuento Q, concurso de minicuentos por sms.  
Fue invitado por Vitanova Producciones para participar en el recital de música y literatura Rumor de hipnótico concierto V, junto a Hugo Giovanetti Viola, Federico Miralles, Jorge Alfonso y Alessandro Podestá.
 
¿Cómo surgió y se concretó la idea de reunir en un libro las Conversaciones con Mario Levrero?
 
Esto está contado un poco en el prólogo del libro, en el 2006 estaba releyendo mi correspondencia con Mario Levrero, cuando tropecé con un párrafo que me llamó la atención: hablaba del “compromiso con la realidad” que debe tener un escritor para llevar adelante su obra. Increíblemente -en alguien tan reacio a la idea de “literatura de compromiso” como Mario- decía: “las grandes obras, las obras maestras, suelen ser muy complejas, mundos enteros (Kafka, Faulkner, Joyce, Proust), y tienen que ver con cierta capacidad cerebral pero sobre todo con cierto compromiso con la realidad”. Guiado por un impulso envié este fragmento vía correo electrónico a un amigo escritor. Minutos más tarde me contestó con un sobrio “gracias por compartir este material”.
Esta frase me asombró un poco; jamás había pensado que “este material” (la correspondencia con Levrero) pudiera interesarle seriamente a nadie. Para salir de dudas, se lo mostré (en crudo) a Maca (Gustavo Wojciechowski), poeta, diseñador gráfico y editor quien después de leerlo fue contundente: “a mí, como lector de Levrero, me interesa”.
Los primeros lectores del borrador final fueron Felipe Polleri y Juan Ignacio Fernández. El primero sentenció: “esto es un documento”. El segundo opinó que “Jorge aparece tal cual: aconseja una cosa y luego dice que sigas tu camino”. 
El libro está presentado como una larga entrevista (en rigor toda la correspondencia que mantuvimos es una entrevista que duró 4 años). Desde el 2000 al 2004 lo asedié con preguntas vía mail que buscaban conocer las claves de su concepción literaria y artística, sus gustos, disgustos, manías, las formas de ver el mundo y la vida, y un etcétera largo y frondoso. El libro es un compendio de esa correspondencia y el criterio que usé para seleccionar los fragmentos fue el de incluir todo aquello que aportara a la expresión del pensamiento y las concepciones estéticas de Levrero. Si un comentario  generaba una respuesta relevante, entonces merecía ser incluido.
Acaban de editar el libro en Chile, en una versión ampliada y reordenada, con muchas fotos y, como se decía antes, "con una excelente y cuidada edición" a cargo del escritor y editor Francisco “Pancho” Mouat. Por ejemplo, incluye una entrevista que le hizo el chileno Álvaro Matus, que me parece una de las mejores que he leído. Para preparar esta edición tuve que releer el libro, y por suerte se lee fácil, muy fluidamente, funciona muy bien. La verdad que a la distancia lo he revalorizado: no creo que haya muchos libros con entrevistas que duren 4 años.
 
Los textos de tus libros La Revolución Postergada y Entrar en el juego parecerían inscribirse en la vertiente rarista de nuestra narrativa, según la tan discutida categorización propuesta por Ángel Rama en la década del 60. Rómulo Cosse, en cambio, prefirió posteriormente hablar de una fisión en la ficción, cuando se produce la irrupción de una óptica deformante -ya sea a nivel estructural o temático- en el discurso habitualmente recibido por el lector como una figuración realista. ¿Te sentís raro o fisurador a priori, o es que tus resonancias magnéticas de la llamada realidad sencillamente respetan las grafías que exige el crecimiento de la planta inconsciente, como quería Felisberto Hernández?
 
Bueno, la clasificación de “raros” fue realizada por Rama en un contexto determinado, para dar cuenta de un sector de la literatura que parecía transcurrir al margen o en la periferia del resto. En la actualidad da la impresión de que la rareza, en el sentido de excepción, se ha normalizado, tanto que los raros parecen abundar. Por mi parte no me siento escritor raro porque al escribir no me interesa tanto ser original o exótico como intenso. Para mí vivir una aventura a través de un texto intenso es una de las mayores felicidades que se puede vivir como lector (y todo escritor es su primer lector).
Ese grado de intensidad no lo da la originalidad del argumento, que puede ser sencillo y hasta trillado, ni ninguna de esas cosas, porque una prosa puede ser perfecta y aguda, puede contar una historia impecable pero puede no ser intensa. Y al contrario, puede ser desprolija, con palabras repetidas y con pocos recursos pero estremecerte, hacerte vivir las cosas intensamente. Se ha dicho de Felisberto que era un escritor de recursos limitados o que tocaba siempre la misma cuerda y sin embargo cualquier lector se da cuenta de la fuerza que tiene sus palabras: parece que las dijera por primera vez. Tal vez en eso resida su tremenda originalidad, la verdad que no lo sé, porque como ya se ha dicho antes, es un escritor que no se parece a nadie.
Con respecto a lo que hago yo, veo muy difícil ubicar o explicar lo que escribo. Si sirve de algo, hoy leí en una entrevista realizada al pintor Manuel Espínola Gómez, que da una idea muy exacta y muy inspirada:
Un autor siempre se propone cosas más o menos definidas o más o menos borrosas, de las cuales sólo consigue alguna, todas o ninguna, pero obtiene infinidad de otras cosas por ser un acto extremadamente misterioso, ingobernable en su totalidad. Y esas son las cosas, precisamente, que los críticos y analistas deben pesquisar, enriqueciendo así el conocimiento del autor respecto de su propia obra, así revisada, y de su propia naturaleza como ser viviente, incluso.
 
Acabás de publicar tu primera novela, La huída inútil de Violeto Parson. Hay narradores (como Hemingway) para quienes un texto de largo aliento emerge de la inevitable prolongación de un núcleo cuentístico. Otros (como Onetti) ya ven de entrada la especifidad del viaje prolongado. ¿Cuál es tu caso?
 
En mi caso se trató de un cuento que empecé dentro de lo que llamamos el “taller andino” (una reunión semanal que hacíamos con Henry Trujillo, Ana Vidal y Mercedes Rosende con el fin de escribir algo, lo que sea). Como el final me sonaba siempre falso y no funcionaba fui prolongando el cuento en un proceso muy lento, y muy exasperante, porque no sabía si terminaría en algo coherente. Empecé en el 2004, lo terminé cinco años más tarde, y recién vio la luz este año.
Henry Trujillo dice que su escritura ha ido variando hacia la novela por el sencillo procedimiento de escribir siempre un poco más largo. Empezó con cuentos y nouvelles y ahora escribe solo novelas. A mí me está pasando algo similar, pero pienso que algo debo haber hecho mal. No creo que las novelas necesiten tanto tiempo para ser escritas.
 
¿Cuánto impulso inspirador y técnico pensás que le debés a tu cinefilia?
 
Esta es una muy buena pregunta que no tendrá una respuesta acorde. Al igual que muchos escritores uruguayos me gusta imaginarme que hago cine por otros medios. Pero esta idea puede ser engañosa porque una vez que te metés en la escritura ves que todo tiene su timing y lleva su propio impulso, tal vez por aquello de que el medio es el mensaje.
En la presentación de mi novela de Violeto Parson, que transcurre siempre en el campo, en el medio rural, Mario Delgado Aparaín dijo lo que yo había querido hacer en el fondo es un western. Y la verdad que ganas no me faltan.

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