ENCUENTRO
CON LA SOMBRA
(El
poder del lado oscuro de la naturaleza humana)
Carl
G. Jung / Joseph Campbell / Marie-Louise von Franz / Robert Bly / Ken Wilber /
Nathaiel Branden / Sam Keen / Larry Dossey / Rollo May / M. Scott Peck / James
Hillman / John Bradshaw y otros
Edición a cargo de Connie Zweig y
Jeremiah Abrams
UNDÉCIMA
ENTREGA
PRIMERA PARTE: ¿QUÉ ES LA SOMBRA?
1. EL GRAN SACO QUE TODOS
ARRASTRAMOS (2)
Robert Bly
Al
parecer, pasamos los primeros veinte años de nuestra vida decidiendo qué partes
de nosotros mismos debemos meter en el saco y el resto lo ocupamos tratando de
vaciarlo. En ocasiones, sin embargo, este intento parece infructuoso porque
parece que el saco estuviera cerrado herméticamente. Hay un relato del XIX que
trata precisamente de este tema. Cierta noche, Robert Louis Stevenson despertó
sobresaltado y le contó a su mujer el sueño que acababa de tener. Ella le instó
a escribirlo y de ahí salió El Extraño
Caso del Dr. Jekyll y Mr. Hyde. En una cultura que se guía por modelos
ideales como la nuestra, el lado amable de nuestra personalidad tiende a
hacerse cada vez más amable y a anular otros aspectos. Imaginemos, por ejemplo,
a un hombre occidental, un generoso doctor ocupado exclusivamente en el
bienestar de los demás. No hay nada desdeñable en esa actitud, por lo demás,
moral y éticamente admirable. El cuento de Stevenson nos enseña, pues, a no
negar la existencia del contenido del saco porque este va desarrollando su
propia personalidad paralela y cualquier día puede aparecer ante nuestros ojos
como si se tratara de otra persona.
Si arrojamos al saco la cólera, por ejemplo, es muy probable que el día menos
pensado se manifieste ante nosotros asumiendo la figura y los movimientos de un
simio.
Todo
lo que echamos en esa bolsa regresa e involuciona hacia estadios previos del
desarrollo. Supongamos que un joven cierra el saco a los veinte años de edad y
no vuelve a abrirlo hasta quince o veinte años más tarde. ¿Qué es lo que
ocurrirá entonces cuando abra nuevamente el saco? Lamentablemente, la
sexualidad, la violencia, la agresividad, la ira o la libertad que había
arrojado al saco habrán sufrido un proceso de regresión y cuando aparezcan de
nuevo no sólo asumirán un aspecto rudimentario sino que también mostrarán una
manifiesta hostilidad. Es normal que quien abra el saco a los cuarenta y cinco
años de edad se atemorice como lo haría quien vislumbrara la amenazadora sombra
de un gorila recortándose contra el muro de un oscuro callejón.
La
mayor parte de los hombres de nuestra cultura echan en el saco las facetas
femeninas de su personalidad. No resulta extraño, pues, que cuando a los
treinta y cinco cuarenta años intentan restablecer el contacto con su mujer
interior descubran que esta se ha tornado hostil. A su vez, ese mismo hombre
percibirá una gran hostilidad procedente de las mujeres con quienes tropiece en
su vida cotidiana. En el dominio de lo psicológico existe una regla
fundamental: como adentro es afuera. Si una mujer, por ejemplo, desea ser
valorada por su feminidad y arroja al saco los aspectos masculinos de su
personalidad es muy posible que con el transcurrir de los años descubra una
fuerte aversión hacia los hombres y que sus críticas hacia ellos se tornen
ásperas e inflexibles. Así, aunque conviva con un hombre hostil que le
proporcione una cierta justificación para expresar su hostilidad, una válvula
de escape para aliviar su presión, se encontrará no obstante en apuros porque
eso no la ayudará a resolver el problema de su propio saco. Mientras esa
situación perdure se hallará atrapada en un doble rechazo que origina mucho
sufrimiento y se manifiesta tanto en el rechazo hacia sus propios aspectos
masculinos como el rechazo hacia los hombres que encuentre en el exterior.
Así
pues, cuando nos negamos a aceptar una parte de nuestra personalidad esta
termina tornándose hostil. Casi podríamos afirmar que es como si se alejara y
organizara un motín en contra de nosotros. La poesía de Shakespeare es
especialmente sensible al riesgo de este tipo de revueltas internas y gran
parte de los problemas que abruman a los reyes de sus obras se refiera a este
tema. Hotspur “en Gales” se rebela contra el rey ya que el rey que ocupa un
lugar prominente y central se halla siempre expuesto al peligro.
Cuando
hace unos pocos años visité Bali me di cuenta de que la antigua cultura hindú
estaba operando a través de la mitología para hacer aflorar los contenidos de
la sombra a la luz de la vida cotidiana. Las ceremonias religiosas que se
celebran en sus templos, por ejemplo, -en los que a diario se representa
episodios del Ramayana- están
impregnadas de elementos terroríficos. Casi todos los hogares balineses están
custodiados por una figura dentuda de aspecto feroz, agresivo y hostil,
esculpida en piedra que no parece tener la menor intención de hacer el bien.
Visité a un artesano que fabricaba máscaras y descubrí que su hijo, de nueve o
diez años de edad, estaba sentado en el zaguán cincelando una escultura de
aspecto colérico y agresivo. En este caso el ideal no es tanto actualizar la
agresividad -como sucede en el futbol o en los toros, por ejemplo- como
sublimarla artísticamente. Los balineses pueden ser violentos y brutales en el
combate pero en la vida cotidiana son mucho más pacíficos que nosotros. En el
sur de los Estados Unidos existe la costumbre de colocar figuras de hierro de
pequeños hombrecitos benefactores negros en el césped y nosotros hacemos lo
mismo en el norte con ciervos de aspecto manso. Empapelamos nuestras paredes
con papeles pintados estampados con rosas, Renoirs sobre el sofá y la música de
John Denver en el estéreo. Esto, sin embargo, no evita que la agresividad termine
escapando del saco y agreda a cualquiera que se ponga a tiro.
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