ALBERTO METHOL FERRÉ
LOS ESTADOS CONTINENTALES Y EL
MERCOSUR
DECIMOTERCERA
ENTREGA
Antología (5)
15. El regionalismo en el mundo de hoy. Este proceso en que la
idea de la integración madura en América Latina responde, por otra parte, a una
etapa nueva, en escala mundial, de la organización político-económica
contemporánea. El mundo muestra hoy como característica acusada un proceso que
podríamos llamar de regionalización o de nacionalismo regional. Según él, las
naciones se organizan en bloques económicos, cuya presencia está modificando,
inclusive, el esquema general de las relaciones internacionales.
No se ha cumplido en la práctica el concepto hasta hace poco más
o menos imperante de que a la gran etapa de transformaciones de las economías
feudales en economías nacionales —según el esquema de Friedrich List, el
filósofo del nacionalismo económico— deberá seguir otra más amplia de
internacionalización de las economías nacionales. Este tránsito no se ha
producido, y ello explica la frustración que en lo político y en lo económico
se ha advertido en el logro de los objetivos de universalización proclamados en
las reuniones de San Francisco y Bretton Woods, en las que se forjaron los
instrumentos políticos y económicos constituidos después de la segunda gran
guerra.
Por eso, cuando hoy se sostiene que las economías nacionales
están llamadas inevitablemente a internacionalizarse, y que la etapa de la
economía mundial ha de suceder a la de la economía de dimensión nacional, se
proyecta una perspectiva que finalmente ha de cumplirse; pero en el interregno
se desarrolla una etapa intermedia: la de las economías organizadas en función
de grandes bloques regionales, que corresponde a un concepto político de un
regionalismo “pan-nacionalista” que aunque había sido expuesto antes no había
tenido, aparentemente, concreción (ER, 180).
16. Mercados y Desarrollo. La ampliación de los espacios
económicos para fundar un desarrollo autosustentado responde a una tendencia
universal. Históricamente el proceso de industrialización y desarrollo está
aparejado con el de la conquista de mercados. En unos casos, ello se hizo
extendiendo las propias fronteras nacionales. Tal fue la experiencia histórica
de los Estados Unidos, que al mercado común formado por las trece colonias
iniciales fue incorporando siempre una “nueva frontera” del Oeste, hasta consolidar
un Estado-Continente. Así también la Unión Soviética, robustecida en sus bases
económicas por la incorporación efectiva a la Rusia europea de los territorios
y nacionalidades extendidos detrás de los Urales.
En otros casos, la necesidad de los mercados condujo a la
formación de los imperios coloniales y a la creación de bloques comerciales
organizados en torno a la metrópolis. En la década de los treinta, el afán
hegemónico de Alemania e Italia de conquistar un hinterland más
extenso que el propio de su nación, y la expansión japonesa disfrazada de
“panasiatismo”, constituyen experiencias contemporáneas. El propio Commonwealth británico
no es sino una fórmula de prolongación comercial de un antiguo imperio en vías
de desintegración política.
Pese al propósito de fundar el nuevo orden mundial en el
internacionalismo, la segunda posguerra muestra un definido proceso mundial de
regionalización. Esta tendencia, en el caso de los países desarrollados de
Europa, se traduce en el Mercado Común Europeo y en su contrapartida, la
Asociación Europea del Libre Comercio. A su vez, las nuevas naciones emergentes
de la liquidación histórica del colonialismo, encuentran que sus posibilidades
de progreso son ilusorias si no tienen el volumen demográfico, el espacio económico
y la provisión de recursos que les permitan crear las bases dinámicas para su
desarrollo económico. La tendencia a la integración de los países en desarrollo
es producto tanto de la aspiración al crecimiento económico como de la
insatisfacción por el régimen vigente de las relaciones comerciales
internacionales. Este fenómeno se vio claramente reflejado en la Conferencia
Mundial de Comercio y Desarrollo de Ginebra, una de cuyas notas más importantes
fue, precisamente, la regionalista, sustentada por los países marginales o
periféricos de Asia, África y América Latina como método para promover su
crecimiento y desenvolver más equilibradamente sus vínculos con el exterior.
Si la ampliación de los espacios económicos es de gran
importancia para los países industrializados de Europa, al permitirles el uso
de economías de escala para preservar su capacidad competitiva en los mercados
externos, ella es vital para los países en desarrollo que aún están en etapas
incipientes del proceso de industrialización (NRI, 113).
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