11
años de elMontevideano Laboratorio de Artes
LOS
OJOS CIEGOS BIEN ABIERTOS
Hugo
Giovanetti Viola
El 24 de agosto de 2005
nos propusimos, junto con el cineasta multimediático Álvaro Moure Clouzet, ni
más ni menos que entroncarnos con la vertical
cultural oriental que fundó Pepe Artigas.
Aquella noche, según
Wikipedia, la Republiqueta de Salsipuedes fue arrasada por lo que los
meteorólogos calificaron como un ciclón
extratropical capaz de voltear antenas de emisoras radiales igual que si
fueran supermanes de la FIFA desguazados por la tiranosáurica kryptonita de la
verdad.
Nosotros veníamos de
comer algo en el centro y estábamos tan apasionados con el proyecto de
dedicarnos a desenterrar el tesoro de los inocentes en pleno tercer milenio que
por momentos el coche de Moure tenía que torcer de golpe para esquivar un gigantesco
eucalipto recién caído y ni siquiera nos alarmábamos.
En diciembre del año
anterior había aparecido el primer álbum de Los
Fundamentalistas del Aire Acondicionado, donde el Indio Solari (uno de los
máximos referentes matreros para la patriada casi utópica que nos proponíamos) desafiaba al aquelarre del
consumismo salvaje con uno de los mejores textos que vociferó en su vida:
El
tesoro que no ves / la inocencia que no ves / los milagros que van a estar de
tu lado / cuando comiences a leer de los labios / y a ignorar los embustes y
gustar / con tu lengua de las aguas que son dulces / aunque te sientas mal. / Si
no hay amor que no haya nada entonces, alma mía / no vas a regatear!
Un hermoso el día de
hoy! / Ay! Qué bello día es hoy! / Está para desatar nuestra tormenta / que va
a tronar por el dolor. / Juegan a “primero yo” y después a “también yo”/ y a
“las migas para mí” y cierran / el juego porque ya saben que el tonto nunca
puede oler al diablo / (vida mía) ni si
caga en su nariz.
Y así fue aquella noche: a nosotros se nos ocurrió soñar con realidades (según reza la ya
emblemática consigna de Juan Cunha) y disfrutábamos como locos entre aquel
soplamoco planetario que alcanzó los 200 kilómetros horarios.
Lo que casi nadie sabe, todavía, es de dónde proviene el
nombre de nuestro atrincheramiento multimediático y es hora de revelarlo
oficialmente: el montevideano se
embandera con aquel fabuloso y uruguayísimo poeta que supo zambullirse en un
estuario demasiado ensangrentado para hacerle
el amor a la tiburona asesina que reinaba en Ponsonbylandia desde que la
ilustrada barbarie masónica terminó por estragar el legado de Purificación.
El Conde de Lautréamont comprendió que no había más remedio
que amarla con los ojos ciegos bien
abiertos (Solari dixit) para que la belleza empezara a redimir
irreversiblemente este charquito podre.
Y eso fue lo que nos propusimos hace 11 años: militar
multimediáticamente invadiendo las redes con una celestísima sed de resistencia
hasta montar una usina cultural del sur que hoy alimenta al mundo.
Era casi posible.
El amor anti-ego (Diego Presa dixit) es
un ciego que ve.
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