ENCUENTRO CON LA SOMBRA
(El poder del lado oscuro de la
naturaleza humana)
Carl
G. Jung / Joseph Campbell / Marie-Louise von Franz / Robert Bly / Ken Wilber /
Nathaniel Branden / Sam Keen / Larry Dossey / Rollo May / M. Scott Peck / James
Hillman / John Bradshaw y otros.
Edición a cargo de Connie Zweig y
Jeremia Abrams.
CIENTOVIGESIMOCUARTA ENTREGA
OCTAVA PARTE
LA CONSTRUCCIÓN DEL ENEMIGO: ELLOS
Y NOSOTROS EN LA VIDA POLÍTICA
31: NOSOTROS Y ELLOS (1)
Fran Peavey (en colaboración con
Myrna Levy y Charles Varon)
Tiene
un amplio historial laboral que abarca desde su trabajo como taxista y
diseñadora de muebles hasta el activismo político y su labor académica sobre
teorías innovadoras y tecnologías de vanguardia. Es autora del libro Heart Politics.
Hubo
una época en la que yo sabía a ciencia cierta que quienes se negaban a servir a
los negros eran racistas, quienes organizaban guerras y ordenaban asesinar a
personas inocentes eran belicistas y que los propietarios de fábricas que
contaminan el agua, el aire y la tierra eran los responsables de la
contaminación del medio ambiente. Fue un tiempo en que el hecho de participar
en boicots, manifestaciones y sentadas de protesta contra las acciones de los
malos me hacía sentir una buena chica.
Pero,
por más que proteste, un examen sincero de mí misma y de mis relaciones con el
mundo me revela que yo también formo parte del problema. Me doy cuenta, por
ejemplo, de que desconfío más de los mejicanos que de los blancos, constato
también que soy adicta a un estilo de vida que sólo puede mantenerse a expensas
de la gente más pobre del planeta -una situación sostenida, por otra parte,
gracias al poder militar- y advierto que el problema de la polución no está
desvinculado de mi despilfarro de los recursos energéticos y la creación de
desperdicios. De este modo, la línea que antaño me separaba claramente de los
malos ha terminado esfumándose.
Cuando
luchaba contra la guerra de Vietnam me molestaba ver a personas vestidas con
uniforme militar. Recuerdo que pensaba: “¿Cómo puede este muchacho ser tan
estúpido como para ponerse un uniforme? ¿Cómo puede ser tan dócil y crédulo
como para creerse las historias que cuenta el gobierno sobre Vietnam? Sólo
pensar en los terribles atropellos que, con toda probabilidad, habría cometido
en Vietnam me ponían enferma.
Años
después del final de la guerra, un pequeño grupo de veteranos de Vietnam quiso
hacer un retiro en nuestra granja de Watsonville. Al principio no estaba muy
segura de si debía acceder a su petición pero finalmente accedí. Ese fin de
semana escuché a una docena de hombres y mujeres que a su regreso al hogar
debieron afrontar el ostracismo al que se les sometió por haber participado en
la guerra y se vieron obligados a luchar de nuevo para poder superar estas
experiencias.
Contaron
cosas terribles sobre lo que habían visto o hecho y otras, en cambio, de las
que se sentían orgullosos. Expusieron también las razones que les habían movido
a alistarse: su amor a Estados Unidos, su voluntad de servicio, su valentía y
su deseo de llegar a ser héroes. Se daban cuenta también de cómo habían
traicionado sus aspiraciones iniciales hasta el punto de llegar a desconfiar de
su propio juicio. Algunos de ellos dudaron incluso de su propia humanidad. Se
preguntaban si su participación en la guerra había tenido algún sentido y si el
sacrificio de sus camaradas había servido para algo. Su angustia me dejó tan
inerme que, a partir de ese momento, dejé de considerarlos meros agentes del
mal.
¿Cómo
había llegado a transformar a los militares en mis enemigos? ¿Acso aquellos
vilipendiados soldados me habían proporcionado una coartada para inhibirme de
mi propia responsabilidad por lo que mi país había hecho en Vietnam? ¿Acaso mi
odio y rigidez me habían impedido comprender cabalmente la complejidad de la
situación? Y, lo que es todavía peor, ¿cómo había afectado, en su momento, la
estrechez de mi visión a mi lucha contra la guerra?
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