CARLOS
CASTANEDA
LAS
ENSEÑANZAS DE DON JUAN
(Una
forma yaqui de conocimiento)
VIGESIMOSEGUNDA ENTREGA
PRIMERA
PARTE
“LAS
ENSEÑANZAS”
III
(6)
Domingo,
1º de setiembre, 1961 (2)
Desperté el sábado,
alrededor de las 3 p.m. Había dormido casi dos días. Tenía una leve jaqueca y
el estómago revuelto, y dolores intermitentes, muy agudos, en los intestinos. A
excepción de eso, todo era como un despertar ordinario. Encontré a don Juan
dormitando frente a su casa. Me sonrió.
-Todo salió muy bien la
otra noche -dijo-. Viste rojo y eso es todo lo que importa.
-¿Qué habría pasado si
no hubiera visto rojo?
-Habrías visto negro, y
eso es mala señal.
-¿Por qué es mala?
-Cuando un hombre ve
negro, quiere decir que no está hecho para la yerba del diablo, y vomita las
entrañas, todas verdes y negras.
-¿Y se muere?
-No creo que nadie
muera de esto, pero sí se puede enfermar por mucho tiempo.
-¿Qué les pasa a
quienes ven rojo?
-No vomitan, y la raíz
les produce un efecto de placer, lo cual significa que son fuertes y de
naturaleza violenta: eso le gusta a la yerba. Así es como incita. Lo único malo
es que los hombres terminan siendo esclavos suyos a cambio del poder que les
da. Pero sobre esas cosas no tenemos control. El hombre vive sólo para aprender.
Y si aprende es porque esa es la naturaleza de su suerte, para bien o para mal.
-¿Qué debo hacer luego,
don Juan?
-Luego debes plantar un
brote que he cortado de la otra mitad de la primera parte de raíz. Tú la otra
noche tomaste la mitad, y ahora hay que meter en la tierra la otra mitad. Tiene
que crecer y dar semilla antes de que puedas emprender la verdadera tarea de
domar a la planta.
-¿Cómo la domaré?
-La yerba del diablo se
doma por la raíz. Paso a paso, debes
aprender los secretos de cada parte de la raíz. Debes tomarlas para aprender
los secretos y conquistar el poder.
-¿Se preparan las
distintas partes en la misma forma en que usted preparó la primera?
-No, cada parte es
distinta.
-¿Cuáles son los
efectos específicos de cada parte?
-Ta te dije: cada una
enseña una forma distinta de poder. Lo que tomaste la otra noche no es nada
todavía. Cualquiera puede con eso. Pero sólo el brujo puede tomar las partes más
hondas. No puedo decirte qué hacen porque todavía no sé si ella irá a tomarte.
Hay que esperar.
-¿Cuándo me dirá,
entonces?
-Cuando tu planta
crezca y dé semilla.
-Si cualquiera puede
tomar la primera parte, ¿para qué se usa?
-Diluida, es buena para
todas las cosas de la hombría: gente vieja que ha perdido el vigor, o jóvenes
que buscan aventuras, o hasta mujeres que quieren pasión.
-Dijo usted que la raíz
se usa sólo para el poder, pero veo que también se usa para otras cosas aparte
del poder. ¿Estoy en lo cierto?
Me miró durante un rato
muy largo, con una mirada firme que me hizo sentir incómodo. Sentí que mi
pregunta lo había enojado, pero no podía comprender por qué.
-La yerba se usa sólo
para el poder -dijo finalmente con tono seco, severo-. El hombre que quiere
recobrar su vigor, la gente joven que quiere soportar la fatiga y el hambre, el
hombre que quiere matar a otro hombre, la mujer que quiere estar caliente:
todos desean poder. ¡Y la yerba se lo da! ¿Sientes que la quieres? -preguntó tras
una pausa.
-Siento un vigor
extraño -dije, y era verdad. Lo había advertido al despertar y lo sentía entonces.
Era una sensación muy peculiar de incomodidad, de amargura: todo mi cuerpo se
movía y se estiraba con ligereza y fuerza inusitadas. Tenía comezón en los
brazos y en las piernas. Mis hombros parecían henchirse, los músculos de mi
espalda y de mi cuello me hacían sentir deseos de empujar árboles o frotarme
contra ellos. Me sentía capaz de demoler un muro.
No dijimos más.
Estuvimos un rato sentados en el zaguán. Noté que don Juan se estaba quedando
dormido; cabeceó un par de veces y luego, sencillamente, estiró las piernas, se
acostó en el piso con las manos tras la cabeza y se durmió. Me levanté y fui
detrás de la casa, donde quemé mi energía física limpiando la basura; don Juan,
recordaba yo, había dicho que le gustaría que yo lo ayudase a limpiar detrás de
su casa.
Más tarde, cuando él se
despertó y vino al traspatio, yo me hallaba más relajado.
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