ESCRITOS
DE HORACIO QUIROGA
TRIGESIMOCTAVA
ENTREGA
La oligarquía poética (*) (2)
¡Pensamiento
de un continente exclusivamente geográfico! ¡La conciencia de América! Si se
nos hubiera dicho: “Acaso, acaso andando los años sea posible notar en las
naciones americanas una aspiración común, una tendencia solidaria al
imperialismo, al socialismo, a la renuncia, al enriquecimiento a toda costa”,
entonces, entonces hubiéramos comprendido algo, a un largo plazo de interés.
Pero
en el momento actual, cuya lírica yace exclusivamente en los renglones truncos
de sus poetas, el alma y la conciencia de América son curiosidades
calenturientas de intelectual, pero no de hombre de sentido común.
Parafraseando
en mínima escala a France, cuando dijo, moviendo la cabeza, que la guerra era
una cosa demasiado seria para confiarla a los militares, podríamos decir que la
conciencia de todo un continente es también cosa demasiado seria para ponerla
en manos de los poetas.
Cumple
advertir aquí que al decir poetas no nos referimos a los individuos, sino a la
casta, del mismo modo que ellos, al hablar de los hombres del llano, se
refieren a la masa, a la plebe, al montón.
Y
véase cómo es de confusa y frágil el alma humana. La casta de los poetas -por
lo menos de los que llevan la voz cantante en América- es aristocrática; y
exaltada de patriotismos hasta hacer llorar.
Dentro
de esta devoción a la patria, dichos poetas abominan de la masa, la plebe y el
montón. La patria, según ellos, la encarna una casta: militar o universitaria,
lo mismo da. El resto es la chusma.
Bien.
Si por patria se entiende puramente un símbolo, una bandera, un principio histórico,
un mapa, los poetas tienen razón. En cualquier momento dado, sólo uno de ellos
con un discurso en la mano personifica a la patria.
Pero
la patria es un elemento vivo, no un dogma escolar; si existe como función
humana, cumplida por infinidad de seres que trabajan en un enorme anonimato,
los poetas no tienen entonces nada que hacer en ella, porque la masa, la plebe
y el montón son quienes la constituyen.
Entretanto,
América puede trabajar en paz, sin alma ni pensamiento alguno que la
martiricen. Cuando en el transcurso de algunos siglos sus naciones se hayan
enriquecido al punto de convertirse en una amenaza hacia cualquier lado del
cuadrante, América habrá entonces adquirido conciencia de sí, para mayor gloria
de sus poetas.
(*)
Publicado en El Hogar, Bs. As., año
21, nº 802, 27 de febrero de 1925.
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