26/7/17

ESCRITOS DE HORACIO QUIROGA

TRIGESIMOCTAVA ENTREGA



La oligarquía poética (*) (2)



¡Pensamiento de un continente exclusivamente geográfico! ¡La conciencia de América! Si se nos hubiera dicho: “Acaso, acaso andando los años sea posible notar en las naciones americanas una aspiración común, una tendencia solidaria al imperialismo, al socialismo, a la renuncia, al enriquecimiento a toda costa”, entonces, entonces hubiéramos comprendido algo, a un largo plazo de interés.


Pero en el momento actual, cuya lírica yace exclusivamente en los renglones truncos de sus poetas, el alma y la conciencia de América son curiosidades calenturientas de intelectual, pero no de hombre de sentido común.


Parafraseando en mínima escala a France, cuando dijo, moviendo la cabeza, que la guerra era una cosa demasiado seria para confiarla a los militares, podríamos decir que la conciencia de todo un continente es también cosa demasiado seria para ponerla en manos de los poetas.


Cumple advertir aquí que al decir poetas no nos referimos a los individuos, sino a la casta, del mismo modo que ellos, al hablar de los hombres del llano, se refieren a la masa, a la plebe, al montón.


Y véase cómo es de confusa y frágil el alma humana. La casta de los poetas -por lo menos de los que llevan la voz cantante en América- es aristocrática; y exaltada de patriotismos hasta hacer llorar.


Dentro de esta devoción a la patria, dichos poetas abominan de la masa, la plebe y el montón. La patria, según ellos, la encarna una casta: militar o universitaria, lo mismo da. El resto es la chusma.


Bien. Si por patria se entiende puramente un símbolo, una bandera, un principio histórico, un mapa, los poetas tienen razón. En cualquier momento dado, sólo uno de ellos con un discurso en la mano personifica a la patria.


Pero la patria es un elemento vivo, no un dogma escolar; si existe como función humana, cumplida por infinidad de seres que trabajan en un enorme anonimato, los poetas no tienen entonces nada que hacer en ella, porque la masa, la plebe y el montón son quienes la constituyen.


Entretanto, América puede trabajar en paz, sin alma ni pensamiento alguno que la martiricen. Cuando en el transcurso de algunos siglos sus naciones se hayan enriquecido al punto de convertirse en una amenaza hacia cualquier lado del cuadrante, América habrá entonces adquirido conciencia de sí, para mayor gloria de sus poetas.




(*) Publicado en El Hogar, Bs. As., año 21, nº 802, 27 de febrero de 1925.

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