ANTONIN
ARTAUD
EL
TEATRO Y SU DOBLE
Traducción de Enrique Alonso y Francisco Abelenda
PREFACIO
(3)
EL
TEATRO Y LA CULTURA
Ahora
bien, el totemismo es actor, pues se mueve y fue creado por actores; y toda
cultura verdadera se apoya en los medios bárbaros y primitivos del totemismo,
cuya vida salvaje, es decir enteramente espontánea, yo quiero adorar.
Lo
que nos ha hecho perder la cultura es nuestra idea occidental del arte y el
provecho que de ella obtenemos. ¡Arte y cultura no pueden ir de acuerdo,
contrariamente al uso que de ellos se hace universalmente!
La
verdadera cultura actúa por su exaltación y por su fuerza, y el ideal europeo
del arte pretende que el espíritu adopte una actitud separada de la fuerza,
pero que asista a su exaltación. Idea perezosa, inútil, y que engendra la
muerte a breve plazo. Las múltiples vueltas de la Serpiente de Quetzalcoatl son
armoniosas porque expresan el equilibrio y las fluctuaciones de una fuerza
dormida; y la intensidad de las formas sólo se da allí para seducir y captar
una fuerza que provoca, en música, un acorde desgarrador.
Los
dioses que duermen en los museos; el dios del Fuego con su incensario que se
parece a un trípode de la Inquisición; Tlaloc, uno de los múltiples dioses de
las Aguas, en la muralla de granito verde; la Diosa Madre de las Aguas, la
Diosa Madre de las Flores; la expresión inmutable y sonora de la Diosa con
ropas de jade verde, bajo la cobertura de varias capas de agua; la expresión
enajenada y bienaventurada, el rostro crepitante de aromas, con átomos solares
que giran alrededor, de la Diosa Madre de las Flores; esa especie de
servidumbre obligada de un mundo donde la piedra se anima porque ha sido
golpeada de modo adecuado, el mundo de los hombres orgánicamente civilizados,
es decir con órganos vitales que salen también de su reposo, ese mundo humano
que nos penetra, participa en la danza de los dioses, sin mirar hacia atrás y
sin volverse, pues podría transformarse, como nosotros, en estériles estatuas
de sal.
En
México, pues de México se trata, no hay arte, y las cosas sirven. Y el mundo
está en perpetua exaltación.
A
nuestra idea inerte y desinteresada del arte, una cultura auténtica opone su
concepción mágica y violentamente egoísta, es decir desinteresada. Pues los
mexicanos captan el Manas, las fuerzas que duermen en todas las formas, que no
se liberan si contemplamos las formas como tales, pero que nacen a la vida si
nos identificamos mágicamente con esas formas. Y ahí están los viejos tótems
para apresurar la comunicación.
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