LECCIONES
DE VIDA
ELISABETH
KÜBLER-ROSS Y DAVID KESSLER
SEXAGESIMOSÉPTIMA ENTREGA
8
/ LA LECCIÓN DEL MIEDO (1)
EKR (1)
Por desgracia, muchos
de nosotros estamos llenos de miedo y somos como Joshua, un diseñador gráfico
de treinta y cinco años que trabajaba como autónomo para diversas imprentas.
Había estudiado arte y soñaba con ser pintor, pero dedicaba la mayor parte de
su tiempo a diseñar tarjetas comerciales.
Al principio tenía
muchos planes, pero ni siquiera se atrevió a ponerlos en práctica.
-Esta es mi manera de
ser -insistía-. Simplemente no soy el tipo de persona que tiene éxito.
Mientras hablábamos,
intenté averiguar la razón por la que se sentía tan poco valioso. No era a
causa de un fracaso o una humillación tremendos, porque no había pintado nada
desde que dejó la facultad. Hablamos de muchas cosas, hasta que surgió la
cuestión de la muerte de su padre.
-Mi padre era como yo
-me explicó Joshua-. Quería hacer muchas cosas, pero no conseguía ponerlas en
práctica. Yo también soy así, una especie de fracaso.
Seguimos hablando y
llegamos a la conclusión de que no había ninguna razón clara para que su padre
no convirtiera en realidad sus sueños.
-¿Por qué era tu padre
una especie de fracaso? -insistí-. ¿Era mudo? ¿Era incapaz de relacionarse con
la gente? ¿Tenía pocas aptitudes? ¿Había fracasado en múltiples ocasiones? ¿Qué
le impedía realizarse?
Joshua pensó durante un
largo tiempo antes de decir:
-No tenía ningún
impedimento: era inteligente, tenía aptitudes y se llevaba bien con la gente.
Podría haber hecho lo que quisiera, pero nunca lo intentó. Y siempre decía:
“Las cosas no nos salen bien a los miembros de la familia.” Incluso recuerdo
que cuando se estaba muriendo quiso ponerse en contacto con un antiguo amigo de
la infancia al que no había visto en veinte años. Pero no lo hizo, porque pensó
que aquel amigo no querría tener noticias de él después de tanto tiempo. -De
repente Joshua se mostró sorprendido y continuó-. Ahora sé lo que le ocurría a
mi padre. Siempre tengo la impresión de que no soy lo bastante bueno. Al menos,
no lo bastante para pintar.
El problema de este
hombre no consistía en que diseñara tarjetas comerciales en lugar de pintar,
sino en que se sentía inepto e incapaz de desarrollar su profesión con
plenitud. Le pregunté qué haría en aquel momento si no tuviera miedo y me
contestó que asistiría a clases de pintura.
Ese sería un modo de
impedir que el miedo se interpusiera en su camino.
-Esta forma de actuar
sería distinta a la de tu padre, ¿no es cierto? -le pregunté.
Después de pensar
durante unos instantes, respondió:
-En efecto. Mi padre
murió con todos sus miedos.
Joshua tiene la
oportunidad de vivir una vida distinta, una vida con menos miedo. Quizá llegue
a ser un gran pintor o, simplemente, disfrute de la pintura como algo personal.
En cualquier caso, no vivirá una vida llena de miedo, ni morirá con ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario