9/10/17



SAN JUAN DE LA CRUZ

CÁNTICO ESPIRITUAL



DECIMOQUINTA ENTREGA



1 / Como las criaturas dieron al alma señas de su Amado, mostrándole en sí el rastro de su hermosura y excelencia, aumentándosele el amor y, por consiguiente, creciole el dolor de la ausencia -porque cuando más el alma conoce de Dios, tanto más le crece el apetito de verle-; y como ve no hay cosa que la pueda curar su dolencia sino la vista y la presencia de su Amado, desconfiada de otro cualquiera remedio, pídele en esta canción la entrega y posesión de su presencia, diciendo que no quiere de hoy más entretenerla con otras cualesquier noticias y comunicaciones suyas, porque no satisfacen a su deseo y voluntad, la cual no se contenta con menos que su vista y presencia; por tanto, que sea Él servido de entregarse ya de veras en acabado y perfecto amor. Y así, dice:


¡Ay!, ¿quién podrá sanarme?



2 / Como si dijera: Entre todos los deleites de el mundo y contentamientos de los sentidos y gustos y suavidad de el espíritu, cierto, nada podrá sanarme, nada podrá satisfacerme. Y pues, así es,


acaba de entregarte ya de vero.




3 / Donde es de notar que cualquiera alma que ama de veras no puede querer satisfacerse ni contentarse hasta poseer de veras a Dios. Porque todas las demás cosas no solamente no la satisfacen, mas antes, como habemos dicho, la hacen crecer el hambre y apetito de verle a Él como es (y así cada visita que de el Amado recibe de conocimiento, o sentimiento, o otra cualquiera comunicación, los cuales son como mensajeros que dan a la alma recaudos de noticia de quién Él es), aumentándole y despertándole más el apetito, así como hacen la meajas en grande hambre. Haciéndosele pesado entretenerse con tan poco, dice: “acaba de entregarte ya de vero”.

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