SAN
JUAN DE LA CRUZ
CÁNTICO
ESPIRITUAL
DECIMOQUINTA ENTREGA
1
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Como las criaturas dieron al alma señas de su Amado, mostrándole en sí el
rastro de su hermosura y excelencia, aumentándosele el amor y, por
consiguiente, creciole el dolor de la ausencia -porque cuando más el alma
conoce de Dios, tanto más le crece el
apetito de verle-; y como ve no hay cosa que la pueda curar su dolencia sino la
vista y la presencia de su Amado, desconfiada de otro cualquiera remedio,
pídele en esta canción la entrega y posesión de su presencia, diciendo que no
quiere de hoy más entretenerla con otras cualesquier noticias y comunicaciones
suyas, porque no satisfacen a su deseo y voluntad, la cual no se contenta con
menos que su vista y presencia; por tanto, que sea Él servido de entregarse ya
de veras en acabado y perfecto amor. Y así, dice:
¡Ay!,
¿quién podrá sanarme?
2
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Como si dijera: Entre todos los deleites de el mundo y contentamientos de los
sentidos y gustos y suavidad de el espíritu, cierto, nada podrá sanarme, nada
podrá satisfacerme. Y pues, así es,
acaba
de entregarte ya de vero.
3
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Donde es de notar que cualquiera alma que ama de veras no puede querer
satisfacerse ni contentarse hasta poseer de veras a Dios. Porque todas las
demás cosas no solamente no la satisfacen, mas antes, como habemos dicho, la hacen
crecer el hambre y apetito de verle a Él como es (y así cada visita que de el
Amado recibe de conocimiento, o sentimiento, o otra cualquiera comunicación,
los cuales son como mensajeros que dan a la alma recaudos de noticia de quién
Él es), aumentándole y despertándole más el apetito, así como hacen la meajas
en grande hambre. Haciéndosele pesado entretenerse con tan poco, dice: “acaba
de entregarte ya de vero”.
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