EL ARTE Y LA
REVOLUCIÓN
(primera edición:
Lima, 1973)
VIGESIMOSEXTA
ENTREGA
EL DUELO ENTRE DOS LITERATURAS (2)
De la misma manera que el
proletariado va cobrando rápidamente el primer puesto en la organización y
dirección del proceso económico mundial, así también va él creándose una
conciencia de clase universal y, con esta, una propia sensibilidad, capaz de
crear y consumir una literatura suya, es decir, proletaria. Esta nueva
literatura está naciendo y desarrollándose en una proporción correlativa y
paralela -en extensión y hondura- a la población obrera internacional y a su
grado de conciencia clasista. Y como esta población abraza hoy las nueve
décimas partes de la humanidad y como, de otro lado, la conciencia proletaria
gana en estos momentos casi la mitad de los trabajadores del mundo, resulta que
la literatura obrera está dominando casi por entero la producción intelectual
mundial. “Algo tenemos ya que oponer -dice modestamente el escritor proletario
alemán, Johannes Becher- en el dominio de la poesía, de la novela y hasta del
teatro a las obras maestras de la literatura burguesa”. Pero, con más justeza,
Béla Illés dice: “La literatura proletaria se halla ya, en muchos países
capitalistas (especialmente en Alemania), en condiciones de rivalizar con la
literatura burguesa”.
¿Cuáles son los más
saltantes signos de la surgente literatura proletaria? El signo más importante
está en que ella devuelve a las palabras su contenido social universal,
llenándolas de un substractum colectivo nuevo, más exuberante y más puro y
dotándolas de una expresión y de una elocuencia más diáfanas y humanas. El
obrero, al revés del patrón, aspira al entendimiento social de todos, a la
universal comprensión de seres e intereses. Su literatura habla, por eso, un
lenguaje que quiere ser común a todos los hombres. A la confusión de lenguas
del mundo capitalista, quiere el trabajador sustituir el esperanto de la
coordinación y justicia sociales, la lengua de las lenguas. ¿Logrará la
literatura proletaria este renacimiento y esta depuración del verbo, forma
suprema esta y la más fecunda del instinto de solidaridad de los hombres?
Sí. Lo logrará. Ya lo
está logrando. No exageramos tal vez al afirmar que la producción literaria
obrera de hoy contiene ya valores artísticos y humanos superiores, en muchos
aspectos, a los de la producción burguesa. Digo producción obrera, englobando
en esta denominación a todas las obras en que dominan, de una u otra manera, el
espíritu y los intereses proletarios: por el tema, por su contextura
psicológica o por la sensibilidad del escritor. Así es como figuran dentro de
la literatura proletaria autores de diversa procedencia clasista, tales como
Upton Sinclair, Gladkov, Selvinsky, Kirchon, Pasternak, O’Flaherty y otros,
pero cuyas obras están, sin embargo, selladas por una interpretación sincera y
definida del mundo de los trabajadores.
De otra parte, son muy
significativos a este respecto la atención y respeto que la literatura
proletaria despierta en los mejores escritores burgueses, atención y respeto
que se traducen por la frecuencia con que tratan -aunque sólo episódicamente-
en su reciente producción, de la vida, las luchas y los derroteros
revolucionarios de las masas trabajadoras. Esta actitud revela dos cosas: unas
veces, el “snobismo”, propio de las “inteligencias” bizantinas y, otras, la
inestabilidad y vacilaciones características de una ideología moribunda.
En suma, todas estas
consideraciones atestiguan, de un lado, el advenimiento y la ofensiva
arrolladora de la literatura proletaria y, de otro lado, la derrota y
desbandada de la literatura capitalista.
La encrucijada de la
historia está, como se ve, zanjada en este terreno.
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