MAZZARINO, ENTRE EL AMOR Y EL
MIEDO QUE PROVOCA EL BÁSQUETBOL
por Alejandro Pérez
(FIBA /
22-1-2019)
Nicolás
Mazzarino escucha el motivo de la entrevista y lanza, entre resignado y
sonriente, “me lo imaginaba, ¿de qué otra cosa podemos hablar?”.
Bueno,
con este uruguayo, que ha estado entre lo más destacado del básquetbol de su
país durante largo tiempo, se puede hablar de muchas cosas. Sus 25 años de
sólida carrera profesional (sí, el dato es correcto, son 25 años de
profesional) ofrecen muchos temas para abordar. Sin embargo, tiene razón, lo
vinimos a buscar para preguntarle cómo es jugar en el alto nivel a los 43 años,
cuando muy pocos lo hacen.
Porque de
eso se trata, no de permanecer en actividad o de estar completando un plantel
con presencia testimonial. No, se trata de competir, de no pasar desapercibido
y hasta de ser influyente en el juego. Sus números lo avalan: en el grupo A de
la Liga de las Américas Mazzarino, a pesar de la eliminación de Malvín de
Montevideo, aportó 16 puntos con un valorable 43% en triples en 29 minutos de
promedio. “Aunque con mi edad debería disfrutar más, cuando perdemos o las
cosas no me salen, me sigo amargando. Soy exigente como cuando era joven y no
sé si está bien ser así. Pero también esa actitud, tal vez, es la que me
permite seguir. No es común estar jugando a los 43 años, jamás lo imaginé, pero
por lo que pasa en la cancha siento que mi nivel es aceptable y puedo
continuar”, explica el nacido en la ciudad de Salto, en el límite con
Argentina.
Con el
correr de los minutos de charla, Mazzarino se suelta y expresa: “Vine a la Liga
de las Américas, que es un torneo muy exigente, con un calor muy fuerte en San
Pablo y terminé con buenas estadísticas. Me sorprendo yo mismo. Hoy mi rol
debería ser secundario, pero si bien ya no soy la primera figura, sigo
cumpliendo un papel importante. Y cuando veo que jugué casi 29 minutos de
promedio, me asusto. Es mucho para mi edad, me desgasta. Pero el mismo tiempo,
me motiva”.
El
jugador de Malvín asegura que no le importa cómo lo ven los rivales, pero se
ríe cuando cuenta que “tanto mis compañeros como los rivales me deben ver como
el viejito de la Liga Uruguaya. Si ahora hasta juego con los hijos de antiguos
compañeros míos… En el público tampoco veo nada especial. Los de Malvín me
quieren y los rivales me insultan. Pero debo reconocer que me siento respetado.
Debe ser porque en toda mi carrera nunca generé conflictos, ni polémicas. El
problema es que muchos se olvidan que tengo 43 años y me exigen como si tuviera
30. Yo mismo digo, ´hey, tengo 43, muchachos, entiendan eso´. En el plantel de
Malvín, cuando se hacen o dicen cosas, tengo que bajar al nivel de los
chiquilines para entender y participar del grupo. Son de una generación muy
diferente a la mía”.
Mazzarino
reconoce que debe cumplir la función de líder del equipo, aunque dice que lo
hace a su manera, “diciendo pocas cosas. Trato de ayudar sin ser invasivo.
También fui joven y no me gustaba que los más veteranos me estuvieran mucho
encima. Por eso, hablo poco y trato de ser ejemplo con mis acciones”.
Desde su
debut en 1994 y luego de ocho años en el básquetbol uruguayo Mazzarino fue
detrás del desafío personal de probarse en otras ligas. En 2002 emigró para
jugar el tramo final de la temporada 2001/02 en Argentina y desde allí el gran
salto a Italia, donde jugó 11 campañas. “Disfruté como loco mi paso por Europa,
su profesionalismo, en el que solo debes pensar en jugar al básquetbol. Pero en
2013 tomamos una decisión familiar junto a mi esposa de regresar a Uruguay,
pensando en la crianza de nuestros hijos. Además, no quería seguir en Italia y
no jugar, al tiempo que deseaba volver a Uruguay en un buen nivel. Pero lo importante
fue que priorizamos a la familia, que para mí es lo más valioso”, cuenta el
esposo de Magela, una salteña como él, con la que caminan a la par desde hace
23 años, y el padre de Francesco, de 16 años, y de Delfina, de 12.
Una
pregunta clave es, ¿por qué seguir jugando a los 43 años? Las respuestas pueden
ser variadas, pero Mazzarino, contundente como cuando mete uno de sus
habituales triples, señala dos que conmueven y emocionan: “Porque me da miedo
el día del retiro y porque después de 34 años de carrera sigo amando tanto
jugar al básquetbol como cuando empecé a los nueve”. El silencio en la charla
le indica que queremos más detalles y él agrega que su vida “siempre fue muy
rutinaria. Viví para ser jugador e hice todo lo que debía. Aunque tengo algunas
inversiones comerciales, me cuesta dejar, no imagino cómo será mi vida después
de jugar. No sé cómo reaccionaré, si podré seguir en la actividad como
entrenador. Hoy sigo disfrutando del básquetbol y pienso seguir hasta que no
pueda más. De la mente estoy perfecto, aunque el cuerpo me va abandonando de a
poco”.
Cuando se
repasan las conquistas deportivas de Mazzarino se encuentran cinco títulos en
el Torneo Federal de Montevideo (uno con Hebraica Macabi y cuatro con Welcome)
y más recientemente otros tres en la Liga Uruguaya con Malvín, sumados al
título en el Campeonato Sudamericano con la selección de su país y una medalla
de bronce en los Juegos Panamericanos. No obstante, él aclara que “para todos
los años que jugué parecen pocos títulos. Igualmente, estoy satisfecho con mi
carrera. Si no logré más, fue por no tener capacidad para hacerlo. Yo di todo
lo que tenía, no me quedé con nada. No me arrepiento de ninguna decisión. Lo
que conseguí es lo que soy”.
Otra
incógnita no menos vital es, ¿hasta cuándo va a seguir jugando? Mazzarino
recuerda que “cuando volví de Italia firmé por tres años, pensado que sería el
final. Pero después firmé por una temporada más. Y luego por otra. Veremos
cuando termine esta Liga. Yo no me pongo un límite. Si sigo como ahora y Malvín
u otro equipo me quiere, ¿por qué no seguir?”
Una
carrera profesional de 25 años suena asombrosamente extensa. Tanto que parece
difícil poder mirar hacia atrás con nitidez. Sin embargo, el tirador uruguayo
ve muy claro “de dónde salí, de una ciudad pequeña y que aprendí a jugar en una
cancha abierta, aun en días de lluvia. Que a los 15 años tuve que dejar Salto,
alejarme de mi familia y mis amigos y estar solo en Montevideo para poder
cumplir el sueño de ser jugador de básquetbol. Y también veo que llegué a ser
profesional en Uruguay y después viví 11 años en Italia, que fue lo que más
disfruté en mi carrera. Viví las exigencias y las comodidades del
profesionalismo. Cosas buenas, como las amistades que logré y todo lo que
aprendí, más de las derrotas, que de los triunfos. También hubo cosas malas,
como no llegar a tiempo desde Europa a ver a mi papá antes de morir. Pero no me
arrepiento de nada, fui feliz en todo este camino”.
Si la
mirada se apunta hacia adelante, ese futuro tan temido para Mazzarino no parece
correrse del básquetbol y la tarea de entrenador será el primer intento que
probará el temido día después. “Cuando llegue el retiro imagino que será un
momento triste. Una forma de no sentirlo tanto puede ser continuar como entrenador.
En 2013, pensando que el final estaba cerca, hice el curso de entrenador. Logré
el título, pero por ahora lo guardé. Veremos qué pasa en su momento, si sirvo
para esa tarea, si soy bueno o si me gusta. Tendré que hacer la prueba”, deja
como interrogante.
Antes de
cerrar la charla le preguntamos a Mazzarino si se sintió incómodo teniendo que
exponer sus sensaciones de deportista de edad fuera de lo común. “No, al
contrario, me encanta hablar de mis vivencias en el básquetbol. En mis años de
esplendor no lo pensaba, porque vivía enfocado en el juego. Tal vez haya sido
un error. Ahora me gusta contar mi vida deportiva. Lo disfruto. Para algunos
puede no ser fantástica, pero es mi vida, la que yo supe construir”.
 
 
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