M. M. BAJTIN
ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL
(siglo XXI editores / 1982)
Traducción de Tatiana Bubnova
CENTESIMOSEGUNDA ENTREGA
DEL LIBRO PROBLEMAS DE LA OBRA DE DOSTOIESVKI
(2)
DEL
CAPÍTULO “FUNCIONES DEL ARGUMENTO DE AVENTURAS EN LAS OBRAS DE DOSTOIEVSKI” (2)
“Las profundidades del
alma humana”, o lo que los idealistas románticos solían llamar “espíritu” a
diferencia del alma, llegan a ser, en la obra de Dostoievski, objeto de una
representación objetiva, realista, sobria y prosaica. Las profundidades del
alma humana en el sentido del conjunto total de los actos ideológicos
superiores (cognoscitivos, éticos y religiosos) eran, en la obra literaria,
únicamente objeto de una expresión patética directa, o bien determinaban esta
creación como sus principios. El espíritu se presentaba como espíritu del autor
mismo objetivado en la totalidad de la obra por él creada, o como la lírica del
autor, como su confesión directa en categorías de su propia conciencia. En uno
y en otro caso el autor aparecía como “ingenuo”, y ni siquiera la misma ironía
romántica pudo eliminar esa ingenuidad, porque permanecía dentro del mismo
espíritu.
Dostoievski se vincula
orgánica y profundamente con el romanticismo, pero aquello que un romántico
enfocaba desde dentro en categorías de su propio yo, aquello de lo que
estaba poseído, Dostoievski logró representarlo desde el exterior, y de manera
tal que este enfoque objetivo no bajó ni un ápice la problemática espiritual
del romanticismo, no la convirtió en psicología. Dostoievski, al objetivar el
pensamiento, la idea, la vivencia, nunca llega por las espaldas, nunca ataca por
detrás. Desde las primeras hasta las últimas páginas de su obra se dirigía por
el principio de, para la objetivación y conclusión de la conciencia ajena, no
utilizar nada que no fuese accesible a la conciencia misma, que estuviese fuera
de su horizonte. Incluso en el libelo para descubrir a su héroe jamás utiliza
aquello que este no ve ni conoce (tal vez con raras excepciones); no
representa, con la espalda del personaje, su cara. En las obras de Dostoievski
no hay, al pie de la letra, ni una sola palabra esencial acerca del héroe la
cual el héroe mismo no hubiese podido expresar acerca de su persona por su
cuenta (desde el punto de vista del contenido, no del tono). Dostoievski no es
psicólogo. Pero al mismo tiempo, Dostoievski es objetivo y con pleno derecho
puede llamarse realista.
Por otro lado,
Dostoievski también objetiviza toda aquella subjetividad creativa de autor que
matiza poderosamente el mundo representado en una novela monológica, volviendo
objeto de percepción aquello que solía ser forma de percepción. Por eso aleja a
su propia forma (y a la subjetividad de autor que le es inmanente) cada vez más
profundamente, hasta el punto de que esta ya no puede hallar su expresión en el
estilo y en el tono. Su héroe es un ideólogo. La conciencia de ideólogo, con
toda su soledad y con todas sus escapatorias, con toda su fundamentación y
profundidad y con toda su separación del ser llega tan rotundamente a formar
parte del contenido de su novela que este ideologismo directo y monológico ya
no es capaz de definir su forma literaria. El monologismo ideológico después de
Dostoievski y su valoración ideológica no llegaron a enturbiar la objetividad
de su visión artística. Sus métodos artísticos de representación del hombre
interior, del “hombre dentro del hombre”, permanecen ejemplares para cualquier
época y cualquier ideología, gracias a su objetividad.
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