SAN
JUAN DE LA CRUZ
LLAMA
DE AMOR VIVA
NONAGÉSIMOPRIMERA
ENTREGA
CANCIÓN TERCERA (10)
¡Oh lámparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas
del sentido
que estaba oscuro y
ciego,
con extraños primores
calor y luz dan junto a
su Querido!
DECLARACIÓN
78 /
Con extraños primores, es a saber, extraños y ajenos de todo común
pensar, y de todo encarecimiento y de todo modo y manera. Porque, conforme al
primor con que el entendimiento recibe la sabiduría divina, hecho el entendimiento
uno con el de Dios, es el primor con que lo da el alma, porque no lo puede dar
sino al modo que se lo dan; y conforme al primor con que ella a Dios en Dios la
misma bondad, porque no lo recibe sino para darlo, y ni más ni menos, según el
primor con que en la grandeza de Dios conoce, estando unida en ella, luce y da
calor de amor; y según los principios y primores de los atributos divinos que comunica
allí el al alma de fortaleza, hermosura, justicia, etc., son los primores con
que el sentido, gozando, está dando en su Querido la misma luz y calor que está
recibiendo de su Querido. Porque, estando aquí hecha una misma cosa en él, en
cierta manera es ella Dios por participación; que, aunque no tan perfectamente
como en la otra vida, es, como dijimos, como sombra de Dios. Y a este talle,
siendo ella por medio de esta sustancial transformación sombra de Dios, hace
ella en Dios por Dios lo que Él hace en ella por sí mismo, al modo que lo hace,
porque la voluntad de los dos es una y así la operación de Dios y de ella es
una. De donde como Dios se le está dando con libre y graciosa voluntad, así
también ella, teniendo la voluntad tanto más libre y generosa cuanto más unida
en Dios, está dando a Dios al mismo Dios en Dios, y es verdadera y entera
dádiva del alma a Dios. Porque allí ve el alma que verdaderamente Dios es suyo,
y que ella le posee con posesión hereditaria, con propiedad de derecho, como
hijo de Dios adoptivo, por la gracia que Dios le hizo de dársele a sí mismo, y
que como cosa suya le puede dar y comunicar a quien ella quisiere de voluntad,
y así dale a su Querido, que es el mismo Dios que se le dio a ella. En lo cual
paga ella a Dios todo lo que le debe, por cuanto de voluntad le da otro tanto
como de él recibe.
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