CARLOS ACOSTA: “CUBA SE ESTÁ DESPERTANDO DEL TRAUMA
QUE HEMOS VIVIDO”
(EL PAÍS / 21-10-2021)
El célebre bailarín
cubano conocido como Yuli emprende desde este viernes una gira española con su
compañía, especializada en ballet contemporáneo y compuesta por bailarines
compatriotas del coreógrafo
Salió de La Habana a inicios de los años noventa como Yuli, el chico imposible
que inicialmente no quería bailar. Regresó a Cuba, en 2015, como Carlos Acosta,
venerada estrella del ballet mundial. Entre medias, una trayectoria
extraordinaria, como de película. Y no es una metáfora, porque su hazaña la
recogió Icíar Bollaín en la película biográfica Yuli (2018), por el que el
talentoso bailarín cubano, nacido en La Habana en 1973, consiguió una nominación al Goya a actor revelación por hacer de
sí mismo.
Tras una fastuosa despedida del Royal Ballet británico, donde brilló con
intensidad entre 1998 y 2015, convirtiéndose en el primer Romeo negro de la
historia de esa institución, y tras haber conquistado el ABT (American Ballet
Theatre) de Nueva York, donde fue el primer príncipe negro en un Lago de
los cisnes, el hijo pródigo volvió a casa. Acosta llegó a La Habana
con un proyecto bajo el brazo que era la materialización de un sueño: Acosta
Danza, una compañía de contemporáneo con talento 100% cubano.
Con ella ya ha recorrido mundo. En
España, el Festival Castell de Peralada le ha apoyado y acogido desde los
inicios, y ahora una gira que empieza este viernes en el Teatro Real, de
Madrid, con paradas en Alicante, Vitoria, Terrassa y Pamplona, aspira a
afianzarle de forma definitiva en España. “Quiero que se nos identifique con
Cuba”, dice. “Tenemos el sincretismo de culturas que hay en la isla pero, al
mismo tiempo, el nivel de cualquier compañía internacional de contemporáneo. Lo
que ofrecemos, lo que nos distingue y nos hace diferentes, es ese sello
cubano”.
“Bailo cada vez menos. Tengo mi compañía, soy director artístico del
Ballet de Birmingham, me gustaría crear obras y también soy padre de tres
hijas. Son muchas cosas”
El programa que moverán es elocuente
de la línea de danza contemporánea y actual, con fuertes exigencias técnicas,
de su compañía. Incluye obras del español radicado en Londres Jorge Crecis,
Raúl Reinoso o Pontus Lidberg, aunque en la gira solamente Madrid y La Factoria
Cultural, de Terrassa tendrán Mermaid, de Sidi Larbi Cherkaoui,
y Two, de Russell Maliphant, las únicas en las que la estrella
cubana interviene. “Bailo cada vez menos”, confiesa. “Tengo mi compañía, soy
director artístico del Ballet de Birmingham, me gustaría crear obras y también
soy padre de tres hijas. Son muchas cosas. Yo lo que en realidad quiero es que
la compañía crezca y tenga mérito sin mí, que llegue un momento en que no me
necesite. Yo voy y vengo, soy el reclamo, pero los que están ahí siempre son
los bailarines. Ahora emprendemos una gira importante que incluye todo el Reino
Unido, Holanda y varias funciones en el Teatro Chaillot, de París, y me
interesa que se valore a la compañía, no a mí”.
Visto desde fuera parece una utopía montar
una empresa de tal envergadura en Cuba, dada la perenne situación de
precariedad en la isla, pero Carlos Acosta cree que se están produciendo
cambios. “Cuba se está despertando del trauma que hemos vivido, empieza a
abrirse, nos estamos descongelando. Cuando fundamos la compañía, en 2015, lo
hicimos porque las condiciones estaban dadas. Tuvimos apoyo desde dentro y
desde fuera, gracias a una institución europea como el Sadler’s Wells de
Londres, así que funcionamos siendo un poco de Cuba y un poco del mundo. Nos
hemos posicionado entre dos insignias de la isla: el Ballet Nacional de Cuba y
Danza Contemporánea de Cuba”.
Salir de La Habana
El bailarín caribeño luce sonriente y
feliz con su proyecto. Sin embargo, admite que en su trayectoria espectacular
nada ha sido fácil. Salir joven de Cuba, el paso más arriesgado y difícil, la
gran peripecia de su carrera. “Buscar tu espacio en una metrópolis como Londres
no es fácil. Yo llegué al English National Ballet con 18 años y no hablaba
inglés, no sabía lo que era un banco ni para qué servía una tarjeta de crédito,
no teníamos nada de eso en Cuba. Cuando me enteré de que mi salario lo cobraría
a través de una transferencia, yo no entendía cómo era que iban a pagarme. En
la compañía todo era competitivo y difícil, vivía en una especie de limbo.
Afortunadamente, estaban dos compañeros cubanos y había también asiáticos y
otros latinos que me ayudaban porque era el más joven, el baby de
la compañía. No tenía nada, no entendía nada, pero tenía el ballet”.
Un ballet al que puso muchas trabas de niño, cuando su padre se empeñó
en que se hiciera bailarín pese a su reticencia y rebeldía. En el juego entró una
maestra, Ramona de Saá, que fue clave en su despegue. Asustado, se marchó de la
isla con la venia de Alicia Alonso. Y de pronto, su talento se impuso en
Londres, en Nueva York, en el mundo… se interesó por el contemporáneo, escuchó
ovaciones, lo visitó en el camerino Lady Di y bailó los roles más codiciados
del repertorio, casi todos tradicionalmente interpretados por blancos.
“Hay mucha gente que no sabe lo que
es el racismo, han tenido esa suerte y no lo han vivido nunca, pero es bueno
que sepan que eso existe, que se pongan en la piel del otro”, dice sobre la
importancia que otorga al movimiento Black Lives Matter. “Lo más importante es
que prevalezca el talento, que todos tengan las mismas oportunidades, que te
dejen mostrar lo que vales. Pero estamos viendo resultados. Hay más bailarines
afroamericanos, asiáticos y latinos en las grandes compañías. Yo nunca me he
sentido rechazado, pero el hecho de llegar a una compañía de 80 bailarines en
la que hay solamente dos mulatos es algo muy significativo”, insiste.
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