DOS
POEMAS DE PABLO COSSIO (1983)
NIÑO
I
Al niño blanco de la esquina suave
le clavé un perfume triste
que no detuve
Rodé y seguí la memoria
cuando astilló la mirada
hablando al agua
Llenó de labios el pétalo
estirando la esperanza todavía no tocada
con la falange diminuta de un tallo engarzada
lloró amores dorándolos
Amontonadas las nubes
donde la tierra refresca su aplastadísimo hombre
hondo regalo del aire que aturdidísimo espera
apisonando las luces
II
Tengo sus dientes santos
y el iris de su futuro
clavados en la corteza
III
Querido niño.
Cuando te vi
estabas volviéndote un puñadito de tendones y apretabas cada vez más espeso al
universo ahí dentro. Volví tantas veces a escarbar el pequeño espacio donde
ofrecías un tallo tremendamente verde, que al final de los mil silencios de tu
presencia, entendí el sentido de esa tierrita plana y vacía. Si hubieras estado ahí alguna de esas tardes,
con tu palangana atorada de flores y esa bondad rabiosamente inmaculada: qué
triste hermosa realidad.
Pero no estuviste.
Y ya no importa que en algún descuido de mis ojos me impregnes una fracción
sólida de tu voz. No importa porque acepté lo más duro de tu existencia. Que
sos en mí, que te vas: en esta tarde sin aturdimientos: te vas.
IV
Duerme
mi pequeño
que llega la nube en
que te vas
Duerme
mi pequeño
pasando la piel
está el lugar
Hoy quedarás
sin tu cuna
llora
viene el trueno
para mí
Duerme
mi pequeño
soltaré tus dedos
sin mirar
Duerme
mi pequeño
llenaré tus flores
de piedad
NOSOTROS
I
De la caricia llena
en que moldeó tu padre
nos seguís masticando
aun
después que duermo
Pero en mí también atracan
con sus pequeños dientes
estos gigantes que pintaban una rosa
en la vaciedad del ropero
en mi plato angurriento de abejas
II
Tu inocencia fue una costa
que el machaje perfumaba la promesa
de la mañana eterna entre tus dedos
Con la esperanza seca más atrás de la lengua
y el vaivén celoso de la carne
aprendiste a obedecer
III
Yo corrí otros abismos
buceando entretejidos neblinosos
como si el cielo fuera tacto
o suspiro
Con cuadrados perfectos y triángulos potentes
atornillé montañas en que apoyar la noche
y transitar la sed cuando durmiera el vino
IV
Y eran gigantes los pezones de mi madre
y era humedísimo el sin sueño de tu padre
Fundamos en tu vientre el universo
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