UN PRÓLOGO PARA “EL JUGUETE RABIOSO”
Quiero aclarar desde el principio que
estas páginas se escriben, misteriosamente, porque el editor y el autor
estuvieron de acuerdo respecto a su tono. Yo no podría prologar esta novela de
Arlt haciendo juicios literarios, sino sociológicos; tampoco podría caer en
sentimentalismos fáciles sobre, por ejemplo, el gran escritor prematuramente
desaparecido. No podría hacerlo por gustos e incapacidades personales; pero,
sobre todo, imagino y sé la gran carcajada que le provocaría a Roberto Art
cualquier cosa de ese tipo. Oigo su risa desfachatada, repetida en los últimos
años por culpa de exégetas y neodescubridores.
Por ese motivo no releí a Roberto Arlt, anuncio que
esta precaución es excesiva porque lo conozco de memoria, tantos persistentes
años pasados. Tampoco quise mirar lo que se publicó sobre él y tengo en mi
biblioteca. Supuse más adecuado un encuentro cara a cara, sin mentir ni
tolerarle trampas. Creo que es una forma indudable de la amistad, si es que
Roberto Arlt tuvo jamás un amigo. Estaba en otra cosa. En consecuencia, quiero
pedir perdón por fechas equivocas, por anécdotas ignoradas, tal vez ya
contadas.
En aquel tiempo, allá por el 34, yo padecía en Montevideo una soltería o viudez en parte involuntaria. Había vuelto de mi primera excursión a Buenos Aires fracasado y pobre. Pero esto no importaba en exceso porque yo tenía veinticinco años, era austero y casto por pacto de amor, y sobre todo, porque estaba escribiendo una novela “genial” que bauticé Tiempo de abrazar y que nunca llegó a publicarse, tal vez por mala, acaso, simplemente, porque la perdí en alguna mudanza
En aquel tiempo, allá por el 34, yo padecía en Montevideo una soltería o viudez en parte involuntaria. Había vuelto de mi primera excursión a Buenos Aires fracasado y pobre. Pero esto no importaba en exceso porque yo tenía veinticinco años, era austero y casto por pacto de amor, y sobre todo, porque estaba escribiendo una novela “genial” que bauticé Tiempo de abrazar y que nunca llegó a publicarse, tal vez por mala, acaso, simplemente, porque la perdí en alguna mudanza
Además de la novela yo tenía otras cosas, propias de la edad, entre ellas un amigo, Italo Constantini, que vivía en Buenos Aires y jugaba por entonces al Stavroguin.
Entre el 30 y 34 yo había leído, en Buenos Aíres, las novelas de Arlt -El juguete rabioso, Los siete locos,
Los lanzallamas, algunos de sus
cuentos-, pero lo que daba al escritor una popularidad incomparable eran sus
crónicas. “Aguafuertes porteñas”, que publicaba semanalmente en el diario El
Mundo.
Los “Aguafuertes” aparecían, al principio, todos los martes y su éxito fue
excesivo para los intereses del diario. El director, Muzzio Sáenz Peña,
comprobó muy pronto que El Mundo, los martes, casi duplicaba la venta de los
demás días. Entonces resolvió despistar a los lectores y publicar los
“Aguafuertes” cualquier día de la semana. En busca de Arlt no hubo más remedio
que comprar El Mundo todos los días, del mismo modo que se persiste en apostar
al mismo número de lotería con la esperanza de acertar.
El triunfo periodístico de los “Aguafuertes” es fácil de explicar. El hombre
común, el pequeño y pequeñísimo burgués de las calles de Buenos Aires, el
oficinista, el dueño de un negocio raído, el enorme porcentaje de amargos y
descreídos podían leer sus propios pensamientos y tristezas, sus ilusiones
pálidas, adivinadas y dichas en su lenguaje de todos los días. Además, el
cinismo que ellos sentían sin atreverse a confesión: y, más allá, intuían
nebulosamente el talento de quien les estaba contando sus propias vidas, con
una sonrisa burlona pero que podía creerse cómplice.
Hablando de cinismo el mencionado Muzzio Sáenz Peña -a quien Arlt entregaba
normalmente sus manuscritos para que corrigiera los errores ortográficos- se
alarmó porque el escritor había estado publicando crónicas en revistas de
izquierda. Esta inquietud o capricho de Arlt preocupaba a la Administración del
diario, temerosa de perder avisos de Ford, Shell, etcétera, encaprichada en
conservarlos, Muzzio llamó a Arlt y le dijo, no era pregunta:
-¿Te imaginás en qué lío me estás metiendo?
-¿Por eso? No te preocupés que te lo arreglo mañana (Jorge Luis Borges, el más
importante de los escritores argentinos de la época, dijo en una entrevista
reciente que Roberto Arlt pronunciaba el español con un fuerte acento germano o
prusiano heredado del padre). Es cierto que el padre era austríaco y un redomado
hijo de perra: pero yo creo que la prosodia arltiana era la sublimación del
hablar porteño: escatimaba las eses finales y las multiplicaba en mitad de las palabras
como un tributo al espíritu de equilibrio que él nunca tuvo .
Y al día siguiente, después de corregir Muzzio los errores gramaticales, las
“Aguafuertes” dijeron algo parecido a esto: “Me acerqué a los problemas obreros
por curiosidad. Lo único que me importaba era conseguir más material literario
y más lectores”.
La anécdota no debe escandalizar a deudos, amigos ni
admiradores. El problema Arlt persona en este aspecto es fácil de comprender.
Arlt era un artista (me escucha y se burla) y nada había para él más importante
que su obra. Como debe ser.
Ahora volvemos a Italo Constantini, a Tiempo
de abrazar y a otra temporada en Buenos Aires. Harto de castidad, nostalgia
y planes para asesinar a un dictador, busqué refugio por tres dias de Semana
Santa en casa de Italo (Kostia); me quedé tres años.
Kostia es una de las personas que he conocido personalmente, hasta el límite de
intimidad que él imponía, más inteligentes y sensibles en cuestión literaria.
Desgraciadamente para él leyó mi novelón en dos días y al tercero me dijo desde
la cama -reiterados gramos de ceniza de Player’s Mediurn en la solapa:
-Esa novela es buena. Hay que publicarla. Mañana vamos a ver a ArIt.
Entonces supe que Kostia era viejo amigo de Arlt, que había crecido con él en
Flores, un barrio bonaerense, que probablemente haya participado en las
aventuras primeras de El juguete rabioso.
¿Pero quién y cómo era Arlt? Lo imaginé como un compadrito porteño, definición
que no puede ser traducida, que llevaría horas para ser explicada y tal vez sin
acierto posible.
Por ahora, en la víspera de una entrevista que me
parecía inverosímil, supe que Kostia, por lo menos, conocía a muchos proagonistas
de Los siete locos y Los lanzallarnas. Claro que Erdosain
continuaba invisble, impalpable, porque era el fantasma hecho personaje del
mismo Arlt.
Siempre en la víspera, intentaba sondear mi futuro inmediato:
-Pero lo que yo escribo no tiene nada que ver con lo que hace Arlt. ¿Y si no le gusta? ¿Con qué derecho vas a imponerle que lea el libro?
-Claro que no tiene nada que ver -sonreía Kostia con dulzura. -ArIt es un gran
novelista. Pero odia lo que podemos llamar literatura entre comillas, Y tu
librito, por lo menos, está limpio de eso. No te preocupes -vasos de vino y la
solapa aceptando pacientes la misión de cenicero-; lo más probable es que te
mande a la mierda.
La entrevista en El Mundo resultó tan inolvidable como desconcertante. Arlt
tenía el privilegio, tan raro en una redacción, de ocupar una oficina sin
compartirla con nadie. Por lo menos en aquel momento, las cuatro de la tarde.
Saludo a Kostia.
-Qué hacés, malandra.
Y después de las presentaciones Kostia se dedicó a divertirse en silencio y
aparte el original de la novela quedó encima del escritorio. Roberto ArIt se
adhirió a la quietud de su amigo, apenas movió la cabeza para desechar mi
paquete de cigarrillos. Tendría entonces unos treinta y cinco años de edad, una
cabeza bien hecha, pálida y saludable, un mechón de pelo negro duro sobre la
frente, una expresión desafiante que no era deliberada, que le había sido
impuesta por la infancia, y que nunca lo abandonaría.
Me estuvo mirando, quieto, hasta colocarme en alguno de sus caprichosos
casilleros personales. Comprendi que resultaría inútil, molesto, posiblemente
ofensivo hablar de admiraciones y respetos a un hombre como aquél, un hombre
impredecible que “siempre estaría en otra cosa”
Por fin dijo:
-Assi que usted esscribió una novela y Kostia dice que está bien y yo tengo que
conseguirle un imprentero .
(En aquel tiempo Buenos Aires no tenía, prácticamente, editoriales. Por
desgracia. Hoy, tiene demasiadas, también por desgracia.)
Arlt abrió el manuscrito con pereza y leyo fragmentos de páginas, salteando
cinco, salteando diez. De esta manera la lectura fue muy rápida. Yo pensaba:
demoré casi un año en escribirla Sólo sentí asombro, la sensación absurda de
que la escena hubiera sido planeada.
Finalmente ArIt dejó el manuscrito y se volvió al
amigo que fumaba indolente sentado lejos y a su izquierda, casi ajeno.
-Dessime vos, Kostia -preguntó-, ¿yo publiqué una novela este año?
-Ninguna. Anunciaste Pero no pasó nada.
-Es por las “Aguafuertes”, que me tienen loco Todos los días se me aparece
alguno con un tema que me jura que es genial. Y todos son amigos del diario y
ninguno sabe que los temas de las “Aguafuertes” me andan buscando por la calle,
o la pensión o donde menos se imaginan. Entonces, si estás seguro que no
publiqué ningún libro este año, lo que acabo de leer es la mejor novela que se
escribió en Buenos Aires este año, Tenemos que publicarla.
La amnesia fue fingida tan groseramente que mi unica preocupación era
desaparecer.
-Te avisé -dijo Kostia.
-Sos como yo, no te equivocás nunca con los libros. Por eso no te muestro los originales, porque no quiero andar dudando.
Suspiró, puso la mano abierta encima del manuscrito y se acordó de mí.
-Claro, usted piensa que lo estoy cachando y tiene ganas de putearme. Pero no
es así. Vea: cuando me alcanza el dinero para comprar libros, me voy a cualquier
librería de la calle Corrientes. Y no necesito hacer más que esto, hojear, para
estar seguro de si una novela es buena o no. La suya es buena y ahora vamos a
tomar algo para festejar y divertirnos, hablando de los colegas.
Arlt entró al café Rivadavia y Río de Janeiro, haciendo cruz con el edificio de
El Mundo. Era un hombre alto y por aquellos días jugaba a la gimnasia y la
salud.
Acaso fuera aquél el mismo cafetín donde la mujer de Erdosain espiara el perfil
inmóvil y melancólico de su marido, a través de los vidrios mugrientos, hundido
en el humo del tabaco y la máquina del café.
Hablamos de muchas cosas y aquella tarde, hablaba él.
Desfilaron casi todos los escritores argentinos contemporáneos y Arlt los
citaba con precisión y carcajadas que resonaban extrañas en aquel café de
barrio, en aquella hora apacible de la tarde .
-Pero mirá, un tipo que es capaz de escribir en serio una frase como ésta. Y
venían la frase y la risa. Pero las burlas de Arlt no tenían relación con las
previsibles y rituales de las peñas o capillas literarias. Se reía francamente,
porque le parecía absurdo que en los años treinta alguien pudiera escribir o
seguir escribiendo con temas y estilos que fueron potables a principios del
siglo. No atacaba a nadie por envidia: estaba seguro de ser superior y
distinto, de moverse en otro plano.
Evocándolo, puedo imaginar su risa frente al pasajero trucho del boom, frente a
los que siguen pagando, con esfuerzo visible, el viaje inútil y grotesco hacia
un todo que siempre termina en nada. Arlt, que sólo era genial cuando contaba
de personas, situaciones y de la conciencia del paraíso inalcanzable.
Un recuerdo que viene al caso, para confundir o aclarar. Alguna vez nos dijo y
lo publicó. “Cuando aparece por la redacción (del diario en que trabajaba), un
tipo con su manuscrito o me piden que lea un libro de un desconocido que tiene
talento, nunca procedo como mis colegas. Estos se asustan y le ponen mil trabas
-muy corteses, muy respetuosos y bien educados- al recién venido Yo uso otro
procedimiento Yo me dedico a conseguirle al nuevo genio toda clase de
facilidades para que publique. Nunca falla: un año o dos y el tipo no tiene ya
más nada que decir. Enmudece y regresa a las cosas que fueron su vida antes de
la aventura literaria.”
Como el prólogo amenaza ser más largo que el libro cuento dos
“aguafuertearltianas”:
1) Una mañana sus compañeros de trabajo lo
encontraron en a redacción (era otro diario, Crítica, donde Arlt estaba
encargado de la sección “Policiales”) con los pies sin zapatos sobre la mesa,
llorando, los calcetines rotos Tenía enfrente un vaso con una rosa mustia. A
las preguntas, a las angustias, contestó. ¿Pero no ven la flor? ¿No se dan
cuenta que se esta muriendo?
2) Otra mañana estaba calzado pero semimuerto, el mechón de pelo en la cara, negándose a conversar. Acababa de ver el cuerpo de una muchacha, sirvienta, que se había tirado a la calle desde un quinto o séptimo piso. Fue mudo y grosero durante varios días. Después escribía su primera y mejor obra de teatro Trescientos millones o cifra parecida, basado en la supuesta historia de la muchacha muerta.
En aquel tiempo, como ahora, yo vivía apartado de esa consecuente masturbación
que se llama vida literaria. Escribía y escribo y lo demás no importa. Una
noche, por casualidad pura me mezclé con Arlt y otros conocidos en un cafetín.
El monstruo, antónimo de sagrado, recuerdo, no tomaba alcohol.
Tarde, cuatro o cinco de nosotros aceptamos tomar un taxi para ir a comer.
Entre nosotros iba un escritor, también dramaturgo, al que conviene bautizar
Pérez Encina. En el viaje se habló, claro, de literatura. Arlt miraba en
silencio las luces de la calle. Cerca de nuestro destino -una calle torcida, un
bodegón que se fingia italiano- Pérez Encina dijo:
-Cuando estrené La
casa vendida...
Entonces ArIt resucitó de la sombra y empezó a reír y siguió riendo hasta que el taxi se detuvo y alguno pagó el viaje. Continuaba riendo apoyado en la pared del bodegón y, sospecho, todos pensamos que le había llegado un muy previsible ataque de locura. Por fin se acabó la risa y dijo calmoso y serio:
-A vos, Pérez Encina, nadie te da patente de inteligencia. Pero sos el premio
Nobel de la memoria. ¡Sos la única persona en el mundo que se acuerda de La casa vendida!
La numerosa tribu de los maniqueos puede elegir
entre las dos anécdotas. Yo creo en la sinceridad de una y otra y no doy
opinión sobre la persona Roberto Arlt. Que, por otra parte, me interesa menos
que sus libros.
A esta altura pienso que hay bastantes recuerdos y es, sería, necesario hablar del libro. Pero siempre he creído, además, que a los lectores, lo único que importa de verdad -y esto es demostrable- no son niños necesitados de que los ayuden a atravesar las tinieblas para esquivar las zanjas o llegar al baño. Ellos, los lectores, son siempre los que dicen la última, definitiva palabra después de la verborragia-critica que se adhiere a las primeras ediciones.
Esto no es un ensayo crítico -seria incapaz de hacerlo
seriamente-, sino una simple semblanza, muy breve en realidad si la comparo con
lo que recuerdo ahora mismo, esta noche de mayo en un lugar que ustedes no
conocen y se llama Montevideo. Una semblanza de un tipo llamado Roberto ArIt,
destinado a escribir.
Y el destino, supongo, sabe lo que hace. Porque el pobre hombre se defendió inventando medias irrompibles, rosas eternas, motores de superexplosión, gases para concluir con una ciudad.
Pero fracasó siempre y tal vez de ahí irrumpieran en este libro metáforas
industriales, químicas, geométricas. Me consta que tuvo fe y que trabajó en sus
fantasías con seriedad y métodos germanos.
Pero había nacido para escribir sus desdichas infantiles, adolescentes,
adultas. Lo hizo con rabia y con genio, cosas que le sobraban.
Todo Buenos Aires, por lo menos, leyó este libro. Los intelectuales
interrumpieron los dry martinis para encoger los hombros y rezongar
piadosamente que ArIt no sabía escribir. No sabía, es cierto, y desdeñaba el
idioma de los mandarines: pero sí dominaba la lengua y los problemas de
millones de argentinos, incapaces de comentarlo en artículos literarios,
capaces de comprenderlo y sentirlo como amigo que acude -hosco, silencioso o
cinico- en la hora de la angustia.
Arlt nació y soportó la infancia en ese límite fijo que los estadígrafos de
todos los gobiernos de este mundo llaman miseria-pobreza: soportó a un padre de
sangre pura que le decía, a cada travesura mañana a las seis te voy a dar una
paliza. Arlt trató de contarnos, y tal vez pudo hacerlo en su primera novela,
los insomnios en que miraba la negrura de una pequeña ventana, viendo el
anuncio de la mañana implacable
Supe que leyó Dostoyevski en miserables ediciones argentinas de su época. Humillados y ofendidos, sin duda alguna. Después descubrió Rocambole y creyó. Era, literariamente,
un asombroso semianalfabeto. Nunca plagió a nadie; robó sin darse cuenta.
Sin embargo, yo persisto, era un genio. Y, antes del
final, una observación: por si todavía quedan lombrosianos es justo decir que
los huesos frontales del genio muestran una protuberancia en el entrecejo. En
Roberto Arlt el rasgo era muy notable; yo no lo tengo.
Y ahora, por desgracia, reaparece la palabra
“desconcertante’ Pero, ya que está expuesta, vamos a mirarla de cerca. Corno
viejos admiradores de Arlt, como antiguos charlatanes y discutidores, hemos
comprobado que las objeciones de los más cultos sobre la obra de Roberto Arlt
son dificiles de rebatir Ni siquiera el afán de ganar una polémica durante
algunos minutos me permitió nunca decir que no a los numerosos cargos que tuve
que escuchar y que sin embargo, curiosamente, nadie se atreve a publicar. Vamos
a elegir los más contundentes, los más definitivos en apariencia
1) Roberto Arlt tradujo a Dostoyevski al lunfardo.
La novela que integran Los siete locos y Los lanzallamas nació de Los
demonios. No sólo el tema, sino también situaciones y personajes. Maria
Timofoyevna Lebiádkikna, “la coja”, es fácil de reconocer, se llama aquí
Hipólita, Stavroguin es reconstruido con el Astrólogo; y otros; el diablo,
puntualmente se le aparece tantas veces a Erdosain como a Iván Karamázov.
2) La obra de ArIt puede ser un ejemplo de carencia
de autocrítica. De sus nueve cuentos recogidos en libro, este lector envidia dos:
Las fieras, Ester Primavera y desprecia el resto.
3) Su estilo es con frecuencia enemigo personal de la gramática.
4) Las “Aguafuertes porteñas” son, en su mayoría, perfectamente desdeñables.
Las objeciones siguen pero éstas son las principales y bastan. Los anteriores
cuatro argumentos del abogado del diablo son, repetimos, irrebatibles. Seguimos
profunda, definitivamente convencidos de que si algún habitante de estas
humildes playas logró acercarse a la genialidad literaria, llevaba por nombre
el de Roberto ArIt. No hemos podido nunca demostrarlo. Nos ha sido imposible
abrir un libro suyo y dar a leer el capítulo o la página o la frase capaces de
convencer al contradictor. Desarmados, hemos preferido creer que la suerte nos
había provisto, por lo menos, de la facultad de la intuición literaria. Y este
don no puede ser transmitido.
Hablo de arte y de un gran, extraño artista. En este terreno, poco pueden
moverse los gramáticos, los estetas, los profesores. O, mejor dicho, pueden
moverse mucho pero no avanzar. El tema de Arlt era el del hombre desesperado,
del hombre que sabe -o inventa- que sólo una delgada o invencible pared nos
está separando a todos de la felicidad indudable, que comprende que “es inútil
que progrese la ciencia si continuamos manteniendo duro y agrio el corazón como
era el de los seres humanos hace mil años”.
Hablo de un escritor que comprendió cómo nadie la ciudad en que le tocó nacer.
Más profundamente, quizá, que los que escribieron música y letra de tangos inmortales.
Hablo de un novelista que será mucho mayor de aquí que pasen los años -a esta
carta se puede apostar- y que, incomprensiblemente, es casi desconocido en el
mundo
Dedicado a catequizar, distribuí libros de Roberto Arlt. Alguno fue devuelto
después de haber señalado con lápiz, sin distracciones, todos los errores
ortográficos, todos los torbellinos de la sintaxis. Quien cumplió la tarea tiene
razón. Pero siempre hay compensaciones; no nos escribirá nunca nada equivalente
a La agonía del rufián melancólico, o El humillado o a Hafíner cae.
No nos dirá nunca, de manera torpe, genial y convincente, que nacer significa
la aceptación de un pacto monstruoso y que, sin embargo, estar vivo es la única
verdadera maravilla posible. Y tampoco nos dirá que, absurdamente, más vale
persistir.
Y, en otro plano del arltismo: ¿quién nos va a reproducir la mejilla pensativa,
el perfil desgraciado y cinico de Roberto Arlt en el sucio boliche bonaerense
de Rio de Janeiro y Rivadavia, cuando se llamaba Erdosain?
4 comentarios:
http://www.hermesbeltsusa.com/ hermes belt zbkr longchamp bags FvuYnr 7286fkg
dwmsqyei hermes birkin ofzm
Vooka xavuza longchamp handbags 4601
rbbdsdxd hermes bags agev
sgeb longchamp sale ExsXb paris w 7252
skdlbtfoy chanel purses qjzl
Lwlmj uosyrm longchamp le pliage zpi0739
vpxhudi chanel outlet hhar
Xeoxq chanel handbags zplzvm
Arg chanel outlet ko czc chanel paris hux
Vkhqa longchamp zszt chanel purse cf chanel gcrsfq
Uhz chanel outlet cw ajz chanel handbag jui
Xvl chanel purses tz hermes rth chanel online store ujn
Owk chanel bags uh ho hermes bags x hermes belt sym
http://www.louisvuittonpursesusauk.com/ louis vuitton purses eqfp louis vuitton bags WvhRfy 5238bgi
lrdqmznh louis vuitton purses xlvg
Wbgzx fcvdad louis vuitton handbags 5075
fkxqxoob louis vuitton belt mfvd
qkpg louis vuitton sale ShaPv paris t 2414
toludciip louis vuitton purses wgdj
Bvlcd avnswg louis vuitton uis0811
ookwizu louis vuitton outlet store kyqd
Ceakw louis vuitton handbags dpcthf
Jco louis vuitton outlet qb wui louis vuitton paris pca
Bozgz louis vuitton huzu louis vuitton purse sn louis vuitton cffxcp
Jkn louis vuitton outlet sa jmv louis vuitton handbag fxb
Rjx louis vuitton purses qx louis vuitton gvd louis vuitton online store fvz
Fcu louis vuitton bags ez eu louis vuitton bags k louis vuitton belt ybn
http://88d88.com/plus/view.php?aid=13923
http://www.property-finder.hk/forum/viewthread.php?tid=1276982&extra=page%3D1&frombbs=1
http://www.gayxjw.org/forum/topic.php?id=165945#post-170482
http://www.mengchong360.com/showtopic-103277.aspx
http://petrabook.com/profile.php?user=35609&v=comments
http://yanqing001.ulmb.com/phpwind/read.php?tid=1797084
http://www.cqnfm.com/bbs/forum.php?mod=viewthread&tid=894469
http://abledating.abk-soft.com/events_view.php?eid=1126292
http://www.balvividha.in/wiki/User:Nyfgelst#www.cheaplouisvuittonwalletsny.com_g5wy26
http://www.dfatr.com/vb/showthread.php?p=154253#post154253
http://www.ucpanews.com/index.php/component/blog/blog.html
http://en.wikigay.com/index.php?title=User:Leztmamzunv#www.cheaplouisvuittonwalletsny.com_9xcj37
http://www.onemillionactsfortoronto.ca/content/wwwcheaplouisvuittonwalletsnycom-unye81
http://www.authorcraftblog.co.uk/blog_entry.php?user=gckfmjsrmew&blogentry_id=1779812
http://www.atomsware.co.jp/cima/2005/09/vbproperties.html#comments
http://ppphsoefpsw.wikispaces.com/www.cheaplouisvuittonwalletsny.comndds33
http://alarys.mods.jp/archives/2012/06/06-2213.php#comments
http://ungamammor.nu/activity/p/399731/
http://www.qjtx.cn/home/space.php?uid=67418&do=blog&id=536794
http://vip189.hyzx.cn/
http://124.160.33.69:1108/forum.php?mod=viewthread&tid=1496154&extra=
http://www.oscar.cs.stonybrook.edu/cse624/index.php/User:Uygedzrcvma#www.cheaplouisvuittonwalletsny.com_TOkx82
http://writecrowdpublishing.com/bullpen/topic/wwwcheaplouisvuittonwalletsnycom-aloe84?replies=1#post-63516
http://forum.kingdom-arcadia.com/index.php?topic=1274982.msg1377862#msg1377862
http://www.baitan.me/home/space.php?uid=33930&do=blog&id=545093
http://mydomainholdings.com/content/example-three-column-layout-0#comment-53893
http://www.cki.com.cn/news/office/newsxp/ReadNews.asp?id=error&NewsID=268&BigClassName=DD¨°¦ÌD???&SmallClassName=¨¬¨²?¡¤D???&SpecialID=0
http://petrabook.com/profile.php?user=37416&v=comments
http://rencontres.feminiroom.com/content/www-cheaplouisvuittonwalletsny-com-twca81
http://fytech.net:88/plus/view.php?aid=32833
http://109876543210.net/forum.php?mod=viewthread&tid=814122
http://mocoloco.com/archives/028272.php
http://www.thewildlifeporch.com/
http://www.smiracle.com/bbs/viewthread.php?tid=25815&extra=
http://www.gawabak.com/vb/showthread.php?33949-www-cheaplouisvuittonwalletsny-com-Ktfk72&p=131362#post131362
http://www.conncloud.com/bbs/forum.php?mod=viewthread&tid=413562
http://bbs.game9l.com/showtopic-192877.aspx
http://cspcs.sanford.duke.edu/content/note-spend-down-foundations#comment-88989
http://tropicalaquaria.com/viewtopic.php?f=10&t=590940
http://www.jbccn.com/bbs/showtopic-1306331.aspx
Publicar un comentario