17/7/12

MORIR CON APARICIO

HUGO GIOVANETTI VIOLA

VIGÉSIMOSEGUNDA ENTREGA

TERCERO (2)

El primero de marzo acamparon al sur del Daymán a una legua de Paso del Parque por orden de Saravia buscando buena aguada ya que pensaban estar dos o tres días mientras Nepomuceno hostilizaba Paysandú tratando de sacar a la guarnición salteña y dejarle cancha libre al pasaje fluvial de los tres mil fusiles y el millón de cartuchos que se necesitaban para alzarse de manos y enfilarle de frente a los zumacos aquella última tarde clareó lo suficiente para soñar con secar las cacharpas se carneó de amargueó y se churrasqueó temprano mientras otros potreaban hasta que ya al oscurecer volvió Ramón Burgueño trayendo parte cierto de haber visto a vanguardia algunos enemigos sueltos durante la salida que hicieron con el general la reacción de Muñoz fue reforzar la guardia y ordenar que a medianoche estuviese la División pronta para marcha y Hoy hubo escaramuzas dijo Lucas después que armaron conciliábulo con el caballo de la rienda para fumar a medias un resto de cigarro Parece que Gutiérrez le ha dado parte al Jefe hasta el aburrimiento de que es la carne gorda del Tobiano Muniz lo que está encima nuestro con cañones y todo y el Jefe se ha emperrado con que el otro ve mal se lo dijo a Muñoz esta mañana y no aceptó el consejo de relevarlo como correspondía además hoy temprano vi pasar al galope a los recaudadores de vuelta al campamento y me asustó la cara de lobo del letrado ese Javier de Viana cuando un zarpazo de lluvia hizo chistar el pucho en la boca de Lucas y putearon a dúo y se separaron para buscar cobijo sin aflojar la rienda de los redomones que ya estaban triscando demasiado Que no se dé batalla rezaste al agacharte contra un tala raquítico hasta que se filtró la emanación del miedo Me estoy meando sin levantar la pata igual que los cuzquitos rezongaste embolsándote el badajo de la virilidad con una mano libre Por no tener cojones para poner la jeta en la batalla eso es lo que me pasa Sabino murmuraste al sentir la erección del Winchester en bandolera como una gravidez que te impedía sentarte o arrumbarte de culo entonces recordaste a cada hermano lívido defendiendo la vida en su rincón terrestre y soltaste tu entrepierna para ver si seguía jugando bien el resorte del Winchester todavía te dolía el hombro derecho de tanto culatazo absorbido en las sobas que le dieron a Doria y a Manduquiña Carabajal los dos días anteriores a Fray Marcos nunca te dabas cuenta si matabas salvajes pero al regreso de cada jornada te rendías a dormir borracho por la pólvora y el orgullo de ser un tirador de Juan José Muñoz hasta que los clarines revolvían la resaca de faena de matadero que deja una batalla y rozabas el cintillo sin entender la guerra Lo que importa es ganar la patria Magdalena pensaste aquella noche viendo la luna llena detrás de la tormenta y cerraste los ojos para recuperar el incienso estrellado que rodeó a la muchacha mientras improvisabas la última serenata entre el insoportable clamoreo de las dianas del primero de año entonces un pináculo de carne amartillada se alzó bajo la noche donde seguías de guardia viendo aflorar de golpe imágenes del prostíbulo donde te desnudaste por primera vez a los dieciocho años doblado por el frío y evitando mirar a la mujer huesuda que fumaba en la cama se llamaba Dolores y una noche invernal te otorgó el privilegio de sacarse el corpiño y dejarte abrevar en sus ciruelas lóbregas entonces te contó secamente su vida y terminaste viendo amanecer sobre el rostro de la mujer dormida y cuando abandonaste el bajo para siempre y tuviste que darte inyecciones vegetales contra la gonorrea juraste defender la miseria del campo aunque te degollaran los tiranos de turno conseguiste el empleo en lo de Cavallo te fuiste de San Carlos y en menos de seis meses te habías enamorado del océano y en un solo lancero del verdor esmeralda de los ojos de la muchacha pálida vulnerable y purísima que hamacaba sus músculos con la delicadeza y el coraje latentes de una vara de mimbre estremecida entre su anonimato y aquel treinta de marzo le fallaste a Saravia en la demostración de Nico Pérez tenías catarro y fiebre y la respiración terriblemente corta aunque no estabas triste y cuando te sanaste ya había pasado todo y Lucas taladró tus ojos de potrillo en el próximo encuentro que tuvieron durante los festejos de honra al Patrono carolino Se te ve poco dijo y no agregó más nada pero te avergonzaste y aquella primavera no hubo excursión campestre terminada en carrera de sortijas con magistral retreta en la plaza San Fernando iluminada a giorno que no te recordara la epidemia jurídica del abigeato o el reparto de vacas recolectadas por Juan José Muñoz entre los estancieros para desmigajarlas en los pueblos de ratas donde desocupados y vagos y mendigos que vivían de la zafra y de la changa y la timba o la venta de pasteles en los domingos hípicos recibían la visita de emplumadas matronas que presidían la comisión de caridad del pueblo y al ver a Magdalena de blanco en la tertulia bailando unos lanceros y luego el pericón te olvidabas de todo y corrías al ritual de cada serenata donde oías el manar de las constelaciones perfumando el embrujo carnal de la muchacha rendida en la penumbra hasta que se besaron por primera vez entre el insoportable clamoreo de las dianas de primero de año y ella apoyó sus pechos sobre tus puños agarrados a las rejas de hierro y entonces el pináculo de carne amartillada se derramó en la noche donde seguías de guardia contra el tala raquítico y el corcoveo de la eyaculación te obligó a abrir los ojos definitivamente: Antes de amanecer el coronel Muñoz volvió a mandar a su ayudante al Cuartel General para recabar órdenes y al hacerse las ocho de una mañana oscura y lloviznosa sin que hubiese señales de Ramón Burgueño el coronel sacó la conclusión de que podía haber sido tomado por el enemigo y mandó abrir la marcha rumbo al Paso del Parque del Daymán A portarse estrellero pensaste en formación aunque ya no le hablabas al caballo de turno sino al recuerdo de la fosforecencia de los ojos del flete que te esperaba en Melo A portarse Sabino murmuraste pegando una palmada sobre la maleta donde estaba la carta de tu hermano mayor releída hasta el cansancio y recién comprendida después de eyacular frente a la luna llena que asomó para vos como un bulbo del Faro desempozado en seco del fondo de la noche A portarse varón repetiste al romper la marcha esa mañana iban de cuatro en fondo y se habían repartido cerca de unos cincuenta cartuchos por cabeza lo que no era andar mal municionados teniendo en cuenta que según Saravia sólo habría escaramuzas en vanguardia pero a poco de andar ya se oyeron los tiros detrás de la cuchilla que iban repechando Para mí que entramos en fuego le dijiste a un curtido camarada de fogón que mascaba tabaco sin prestarle atención más que a su propio miedo entonces te amoscaste y volviste a probar el resorte del Winchester bajo el poncho cribado por la garúa de nácar que casi los cegaba aunque ya al coronar la cuchilla vieron gente dispersa convergiendo hacia el paso y enseguida al centauro de Ramón Burgueño echando espuma gris por las ancas y bigotes cuando comunicó que era el ejército gubernista en pleno lo que tenían encima y apuraron la marcha y encontraron columnas enemigas desplegadas en guerrillas sobre la izquierda esperando atacarlos al pasar el río entonces el coronel Muñoz reunió a sus tiradores para salir al encuentro del enemigo y entretenerlos mientras el grueso de la División vadeaba en retirada vos te sacaste el poncho y cargaste tu Winchester viendo cómo los Bichos se replegaban en una columna a esperar el ataque y antes de que el clarín ordenara a la carga te colocaste cerca de Lucas por las dudas y los viste desplegarse otra vez en guerrillas en un orden perfecto Bichos de mierda aullaste Pelean a sueldo aullaste frente a los penachitos como cohetes de fiesta que llenaban la loma mientras el sibilante siseo del fuego fuerte te resultaba irreal hubo que replegarse casi inmediatamente al tranco y gastando un cartucho cada veinte metros hasta que cayó Lucas y volviste a buscarlo viendo crecer las banderolas rojas de los degolladores Viva el Partido Nacional y Aparicio Saravia gritaste al apuntar para cubrir a Lucas que se te subía a grupas y tras el culatazo se derrumbó un salvaje y enseguida una suave penetración cortante te traspasó la bota Una víbora mierda le gritaste a tu amigo taloneando el caballo sin saber que la muerte ya te había envenenado relampagueantemente con un diente de plomo.


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