MORIR CON APARICIO
HUGO GIOVANETTI VIOLA
VIGÉSIMOSEGUNDA
ENTREGA
TERCERO (2)
El primero de marzo
acamparon al sur del Daymán a una legua de Paso del Parque por orden de Saravia
buscando buena aguada ya que pensaban estar dos o tres días mientras Nepomuceno
hostilizaba Paysandú tratando de sacar a la guarnición salteña y dejarle cancha
libre al pasaje fluvial de los tres mil fusiles y el millón de cartuchos que se
necesitaban para alzarse de manos y enfilarle de frente a los zumacos aquella
última tarde clareó lo suficiente para soñar con secar las cacharpas se carneó
de amargueó y se churrasqueó temprano mientras otros potreaban hasta que ya al
oscurecer volvió Ramón Burgueño trayendo parte cierto de haber visto a
vanguardia algunos enemigos sueltos durante la salida que hicieron con el
general la reacción de Muñoz fue reforzar la guardia y ordenar que a medianoche
estuviese la División pronta para marcha y Hoy hubo escaramuzas dijo Lucas
después que armaron conciliábulo con el caballo de la rienda para fumar a
medias un resto de cigarro Parece que Gutiérrez le ha dado parte al Jefe hasta
el aburrimiento de que es la carne gorda del Tobiano Muniz lo que está encima
nuestro con cañones y todo y el Jefe se ha emperrado con que el otro ve mal se
lo dijo a Muñoz esta mañana y no aceptó el consejo de relevarlo como
correspondía además hoy temprano vi pasar al galope a los recaudadores de
vuelta al campamento y me asustó la cara de lobo del letrado ese Javier de
Viana cuando un zarpazo de lluvia hizo chistar el pucho en la boca de Lucas y
putearon a dúo y se separaron para buscar cobijo sin aflojar la rienda de los
redomones que ya estaban triscando demasiado Que no se dé batalla rezaste al
agacharte contra un tala raquítico hasta que se filtró la emanación del miedo
Me estoy meando sin levantar la pata igual que los cuzquitos rezongaste
embolsándote el badajo de la virilidad con una mano libre Por no tener cojones
para poner la jeta en la batalla eso es lo que me pasa Sabino murmuraste al
sentir la erección del Winchester en bandolera como una gravidez que te impedía
sentarte o arrumbarte de culo entonces recordaste a cada hermano lívido
defendiendo la vida en su rincón terrestre y soltaste tu entrepierna para ver
si seguía jugando bien el resorte del Winchester todavía te dolía el hombro derecho
de tanto culatazo absorbido en las sobas que le dieron a Doria y a Manduquiña
Carabajal los dos días anteriores a Fray Marcos nunca te dabas cuenta si
matabas salvajes pero al regreso de cada jornada te rendías a dormir borracho
por la pólvora y el orgullo de ser un tirador de Juan José Muñoz hasta que los
clarines revolvían la resaca de faena de matadero que deja una batalla y
rozabas el cintillo sin entender la guerra Lo que importa es ganar la patria Magdalena
pensaste aquella noche viendo la luna llena detrás de la tormenta y cerraste
los ojos para recuperar el incienso estrellado que rodeó a la muchacha mientras
improvisabas la última serenata entre el insoportable clamoreo de las dianas
del primero de año entonces un pináculo de carne amartillada se alzó bajo la
noche donde seguías de guardia viendo aflorar de golpe imágenes del prostíbulo
donde te desnudaste por primera vez a los dieciocho años doblado por el frío y
evitando mirar a la mujer huesuda que fumaba en la cama se llamaba Dolores y
una noche invernal te otorgó el privilegio de sacarse el corpiño y dejarte
abrevar en sus ciruelas lóbregas entonces te contó secamente su vida y
terminaste viendo amanecer sobre el rostro de la mujer dormida y cuando
abandonaste el bajo para siempre y tuviste que darte inyecciones vegetales
contra la gonorrea juraste defender la miseria del campo aunque te degollaran
los tiranos de turno conseguiste el empleo en lo de Cavallo te fuiste de San
Carlos y en menos de seis meses te habías enamorado del océano y en un solo
lancero del verdor esmeralda de los ojos de la muchacha pálida vulnerable y
purísima que hamacaba sus músculos con la delicadeza y el coraje latentes de
una vara de mimbre estremecida entre su anonimato y aquel treinta de marzo le
fallaste a Saravia en la demostración de Nico Pérez tenías catarro y fiebre y
la respiración terriblemente corta aunque no estabas triste y cuando te sanaste
ya había pasado todo y Lucas taladró tus ojos de potrillo en el próximo
encuentro que tuvieron durante los festejos de honra al Patrono carolino Se te
ve poco dijo y no agregó más nada pero te avergonzaste y aquella primavera no
hubo excursión campestre terminada en carrera de sortijas con magistral retreta
en la plaza San Fernando iluminada a
giorno que no te recordara la epidemia jurídica del abigeato o el reparto
de vacas recolectadas por Juan José Muñoz entre los estancieros para
desmigajarlas en los pueblos de ratas donde desocupados y vagos y mendigos que
vivían de la zafra y de la changa y la timba o la venta de pasteles en los
domingos hípicos recibían la visita de emplumadas matronas que presidían la
comisión de caridad del pueblo y al ver a Magdalena de blanco en la tertulia
bailando unos lanceros y luego el pericón te olvidabas de todo y corrías al
ritual de cada serenata donde oías el manar de las constelaciones perfumando el
embrujo carnal de la muchacha rendida en la penumbra hasta que se besaron por
primera vez entre el insoportable clamoreo de las dianas de primero de año y
ella apoyó sus pechos sobre tus puños agarrados a las rejas de hierro y
entonces el pináculo de carne amartillada se derramó en la noche donde seguías
de guardia contra el tala raquítico y el corcoveo de la eyaculación te obligó a
abrir los ojos definitivamente: Antes de amanecer el coronel Muñoz volvió a
mandar a su ayudante al Cuartel General para recabar órdenes y al hacerse las
ocho de una mañana oscura y lloviznosa sin que hubiese señales de Ramón
Burgueño el coronel sacó la conclusión de que podía haber sido tomado por el
enemigo y mandó abrir la marcha rumbo al Paso del Parque del Daymán A portarse
estrellero pensaste en formación aunque ya no le hablabas al caballo de turno
sino al recuerdo de la fosforecencia de los ojos del flete que te esperaba en
Melo A portarse Sabino murmuraste pegando una palmada sobre la maleta donde
estaba la carta de tu hermano mayor releída hasta el cansancio y recién
comprendida después de eyacular frente a la luna llena que asomó para vos como
un bulbo del Faro desempozado en seco del fondo de la noche A portarse varón
repetiste al romper la marcha esa mañana iban de cuatro en fondo y se habían
repartido cerca de unos cincuenta cartuchos por cabeza lo que no era andar mal
municionados teniendo en cuenta que según Saravia sólo habría escaramuzas en
vanguardia pero a poco de andar ya se oyeron los tiros detrás de la cuchilla
que iban repechando Para mí que entramos en fuego le dijiste a un curtido
camarada de fogón que mascaba tabaco sin prestarle atención más que a su propio
miedo entonces te amoscaste y volviste a probar el resorte del Winchester bajo
el poncho cribado por la garúa de nácar que casi los cegaba aunque ya al
coronar la cuchilla vieron gente dispersa convergiendo hacia el paso y
enseguida al centauro de Ramón Burgueño echando espuma gris por las ancas y
bigotes cuando comunicó que era el ejército gubernista en pleno lo que tenían
encima y apuraron la marcha y encontraron columnas enemigas desplegadas en
guerrillas sobre la izquierda esperando atacarlos al pasar el río entonces el
coronel Muñoz reunió a sus tiradores para salir al encuentro del enemigo y
entretenerlos mientras el grueso de la División vadeaba en retirada vos te
sacaste el poncho y cargaste tu Winchester viendo cómo los Bichos se replegaban
en una columna a esperar el ataque y antes de que el clarín ordenara a la carga
te colocaste cerca de Lucas por las dudas y los viste desplegarse otra vez en
guerrillas en un orden perfecto Bichos de mierda aullaste Pelean a sueldo
aullaste frente a los penachitos como cohetes de fiesta que llenaban la loma
mientras el sibilante siseo del fuego fuerte te resultaba irreal hubo que
replegarse casi inmediatamente al tranco y gastando un cartucho cada veinte
metros hasta que cayó Lucas y volviste a buscarlo viendo crecer las banderolas
rojas de los degolladores Viva el Partido Nacional y Aparicio Saravia gritaste
al apuntar para cubrir a Lucas que se te subía a grupas y tras el culatazo se
derrumbó un salvaje y enseguida una suave penetración cortante te traspasó la
bota Una víbora mierda le gritaste a tu amigo taloneando el caballo sin saber
que la muerte ya te había envenenado relampagueantemente con un diente de
plomo.
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