21/10/12

TATIANA OROÑO
 
EL ARTE, LEGADO ESPIRITUAL
 
por SANDRA DEVOTO
 
 
Días pasados estuvimos en la inauguración de una muestra en el Museo Gurvich que tiene la particularidad de tomar como motivo curatorial la docencia y el legado de José Gurvich (1927-1974). La muestra -“ …Mañana, ¡Levántese azul!”- nos invita a conocer aspectos diferentes que hacen a la personalidad del maestro a través de obras y testimonios de discípulos de su taller. Las diferentes maneras y modos testimonian que si bien se trató de una enseñanza fundamentalmente pictórica, no estableció superioridad de la tela sobre el barro ni de la tela sobre la madera, el papel o el vidrio. Así, diferentes objetos como tapices, juguetes, cerámicas y por supuesto pinturas, dialogan y confrontan al maestro y sus alumnos. Los ploters que reproducen frases, tanto de Gurvich como de estos últimos, recogidas por la curadora del proyecto, aparecen dispuestos en paredes y pisos (aptos éstos últimos  al tránsito de los espectadores) y nos dan otras pautas acerca del profundo compromiso establecido por ellos con el arte y con la vida. Conviene  seguir el recorrido indicado al visitar esta muestra que permanecerá abierta hasta fines de octubre comenzando por la sección “Algunas huellas”.  Tatiana Oroño, su curadora, nos contó el porqué de esta exposición y los pormenores de la exhaustiva investigación que  llevó a cabo.
 
 
¿Cómo surgió este trabajo que apunta a mostrar el lado docente de Gurvich?
 
 
La propuesta fue si me tentaba abordar como curadora la dimensión docente que tuvo el artista. El proyecto en principio podía parecer árido pues no hay antecedentes de un trabajo de esta índole. ¿Qué antecedentes podía haber? Acaso el libro de Carlos Petrella o el de Ma. Jesús García Puig[1]. De todos modos son trabajos que se referían a la enseñanza en el Taller Torres García llevados a cabo por  personas que no estuvieron implicadas con el universo del taller y que hicieron trabajos académicamente encomiables aunque exentos de un espíritu interpretativo “avant la lettre” por decirlo de algún modo. Ya que estos dos  analistas no habían tenido una experiencia de contacto con el universo -la comunidad interpretativa, digamos- del Taller y sus valores. Me refiero a un contacto de intersubjetividad... Entonces cuando me plantean esto sentí que yo sí tenía esa ventaja.  Pensé en mi padre[2] con quién conocí a los torresgarcianos y a Gurvich en particular. Yo abrí los ojos en una casa en la que había un taller no solo de pintura sino también de educación, de formas. Veía entrar y salir discípulos desde que me acuerdo. Mi madre maestra, mi padre docente de taller de niños y jóvenes, de aula liceal, yo también profesora… Las experiencias de la interna del Taller son marcas: la sesión de ”la arpillera”, el tempo, aquel juicio interpares, y respecto a Gurvich en particular, con él cada contacto era enriquecedor. Recuerdo poemas de Antonio Machado escritos por él a lápiz en la pared.  El otro día me preguntaron qué articulación había entre la educación visual o la sensibilidad visual y la vocación poética. Pienso que seguramente hay muchas conexiones porque la educación visual es educación para la mirada y la mirada después que se extiende no se limita a la obra visual, ya sabemos que no es así. Entonces ellos también tenían una mirada particular hacia la poesía. No estaban solo los libros de arte, estaban también los libros de poesía, sobre todo española. Sus mayores referentes literarios eran poetas, aunque hubiera de lo demás. De modo que a mí me pareció que se me conjuntaban muchas cosas en este proyecto, que me comprometía de entrada y me gustaba investigarlo. Hay muchas cosas personales que me motivaban a decir que sí. Eso creo que me sostuvo en una investigación que fue larga y a veces difícil. Aunque tuvo muchas compensaciones.
 
 
¿Difícil en qué sentido?
 
 
Fue difícil en el sentido de que había que elaborar  primero  una lista completa y para ello  hacer contactos múltiples con los protagonistas (muchos de ellos distantes), sus familiares o allegados o coleccionistas, cruzando datos por todos lados. Hay otras personas que definitivamente no están y otras que porque no tuvieron familia han dejado pocas huellas, poquísimas. Te das cuenta además de que la memoria humana es un colador.
 
 
 
¿Había algún registro previo o base de datos de los alumnos de Gurvich?
 
 
Había, sí. La depuré y completé.  Después era importante ver cómo se organizaba, porque tenías desde una discípula nacida en 1910 hasta otra artista nacida en 1948. Los hubo formales y no formales, algunos ocasionales, otros transitorios y otros duraderos… La docencia de Gurvich está marcada en tres etapas: antes del primer viaje, antes del segundo viaje y antes del tercero, del que ya no vuelve. Y también está marcada en tres etapas por sus sitios de residencia: la pieza en la casa colectiva de la Rambla 25 de Agosto primero, su primera casa-taller en el Cerro luego de su primer viaje y su segunda casa-taller cerrense, por último. Ahí se cumple otra etapa. La obra escultórica en cerámica es de esa época, venía con esa experiencia de Israel, y estaba tomado por esa producción, por esa tridimensionalidad y fue cuando tuvo dos discípulos clave que fueron Ernesto Drangosch y Adolfo Nigro. Ya ahí la mayoría de los otros discípulos están más alejados. (Si bien también lo seguía Juan Cavo, todavía, que venía de antes…) La etapa más fuerte de la docencia había sido entre el 60 y el 62. En ese momento absorbe discípulos de todo tipo, interés, perfil -es como una aspiradora- y todos encuentran algo de lo que van a buscar. Cada uno recibía y elaboraba a su manera. Es fantástico. De modo que yo encontré que por lo menos había cinco grupos reconocibles, no lo puse en el catálogo pero sí lo dejé sugerido. Hay al menos dos generaciones, hay varias promociones y además hay individualidades. Algunos sujetos  escapan al perfil de la promoción, usando el término de Ángel  Rama que me sirvió para orientar el estudio o la aproximación hecha.
 
 
Además, en cada generación o promoción debe de haber gente que se destaca y otra que no tanto…
 
 
Claro, hay algunos que se destacan porque hicieron un camino artístico individualizado, reconocible, más destacado en duración y/o en producción. Por otro lado, muchos estrecharon vínculos que excedían  largamente el ámbito de enseñanza-aprendizaje. Y eso también los singulariza. Después hay grupos como el de los que integraron el Taller Montevideo muy jóvenes, que son muy destacados… Son atípicos. Hay muchas atipicidades. Ya el Taller Torres García tenía sus atipicidades marcadas, un perfil sesgado por el quehacer y el  querer hacer, o de otra manera: por el aprecio técnico del trabajo junto con la mística por el trabajo del arte. Y después, la primera generación de discípulos va marcando también sus perfiles… Gurvich es individualizable, singular y no se parece a nadie por más que provenga de la raíz torresgarciana. Por personalidad era explosivo, vital. Por todo esto y mucho más fue difícil dar con los discípulos, establecer conexiones y después ir organizando la historia…
 
 
¿Y que además mostrara aspectos del propio Gurvich, no?
 
 
Exacto, porque la memoria y la obra de los discípulos contactados revela esos aspectos.  Hay varios que dicen que para ellos está presente todavía. Eso es importantísimo. Cuando hay un vínculo lo suficientemente profundo, lo suficientemente vivencial no es quebrantado por la muerte ni por el tiempo. Me parece francamente saludable encontrar que la obra sigue creciendo, se sigue desarrollando no tutelada, pero acompañada por la memoria o la presencia del que les dio el primer impulso, la primera confianza como dice Norma Calvete. Y quizás ese es el ingrediente más importante, clave de toda educación. Capaz que no hay crecimiento posible sin confianza otorgada. Mi texto curatorial, en el catálogo, termina con el testimonio de Nieves Sylveira que contó que el maestro le decía “Dale, dale”. Me gustó terminarlo con otras voces, no la mía, las de los discípulos. Las obras que los representan sí están -no todas las expuestas, casi todas- pero quise que las voces también. Acá entra el aspecto de la gratificación que tuve por este trabajo. A  veces salía de las entrevistas con una carga que no me cabía en el pecho.  Impresionada. Conmovida. Tanto  mundo interior  no me cabía entre pecho y espalda.
 
 
Mucho material humano…
 
 
Sí, un material maravilloso. Porque además a veces no eran los discípulos directos.  Helena Goitiño Morandi, hija de dos discípulos, me hizo cantidad de cuentos maravillosos que son como sagas familiares. Me pasaba lo mismo con los testimonios de Susana do Pazo, también con Zully Fernández, viuda de Cavo[3], de quedarte con el aliento cortado… Esas personas son preciosas, habría que proseguir la investigación y recoger los relatos. Sería un festín para cualquier narrador que quisiera rescatar aquel clima de hermanamiento. Todos los sitios donde trabajaban eran sitios auráticos, estaban embellecidos, adquirían una trascendencia porque allí se vivía una suerte de utopía realizada. Eso lo pensé cuando abracé este proyecto en un momento donde el paradigma docente está en absoluta crisis, donde la transmisión de valores y de conocimiento no pasa por su mejor hora. Recuperar esto tiene algo que ver con lo que fue mi primera vocación. A los once años quería ser arqueóloga, me emocionaba mucho encontrarme con objetos del pasado, y esto tuvo  que ver con eso. Es decir, el pasado y las huellas del pasado,  lo que nos habla de lo que fue un modus vivendi, una cosmovisión incluso, de gente que andaba por estas calles, que conocía esta topografía montevideana y que hoy pertenecen a un pasado remoto.
 
 
¿Te parece que hoy en día hay talleres que enseñen esto que estamos hablando, una especie de formación en valores más allá de las técnicas o maneras de pintar o dibujar?
 
 
 
Creo que sí, que hay. Sería injusto decir que no. Hay artistas que tienen su taller reconocido con trayectoria de años. Creo que de cualquier manera la fuerza del mercado va en contra de esos enclaves de humanismo. Digo humanismo porque en el fondo, ¿cuál es el paradigma? Aunque se abran felizmente a los nuevos lenguajes y a la contemporaneidad, si se trata de abarcar y no apurar a la gente, de que el trabajo sea de adentro hacia afuera y junto con el otro, la enseñanza tiene un sello humanístico. Y en ese sentido el paradigma de algunos talleres existentes  estaría opuesto a los modelos “fast” contemporáneos, comerciales, o que tienen recibo en el marketing del arte. Gurvich se preocupaba por la venta. Fue el único supongo que les dijo a sus discípulos “tienen que vivir del arte”, “tienen que vender por un café y dos bizcochos”. Para los demás entiendo que el arte no era comercializable, estaban en guerra con los marchands, como el caso de Torres que por momentos  no tenía ni para comprar cartones donde dibujar. Pero Gurvich sí, y eso lo aproxima en una rayita a la contemporaneidad… En su enseñanza ya estaba puesto “el mercado cuenta” y eso no es poca cosa. De todas maneras Gurvich no resulta solamente un adelantado en su pragmatismo. También es un continuador de la preceptiva torresgarciana cuyo origen estaba muy atrás en los gremios medievales y las prácticas renacentistas. Para él no había tarea inferior ni superior: “un cuadro empieza cuando usted se levanta y barre el piso del taller”, recordó Gorki Bollar que les predicaba. Y es lo que postulaba Torres cuando recuperaba el objeto, cuando pintaba la radio y decoraba hasta el último vaso o la última taza de café de su casa. Es decir todo es pasible de ser arte, no hay artes mayores y menores. Como dijo Torres, “más importante que el pan no hay nada”. ¿Cómo se vive? Se vive como un cosmopolita y como un aldeano. Como vivía él. Siempre vivió pobremente, pero siempre en una casa que dialogara con él, que le respondiera, que fuera su habitat. Así como hacía del mundo su habitat. En el caso de Gurvich la novedad es que para él el mercado existe y hay que entrar en él. ¿Con qué armas? Con las buenas, es decir, sin abjurar de ninguno de los preceptos que hacían del arte antes que nada un legado espiritual. Me parece que eso es lo que queda más claro en toda esta investigación. El arte es una búsqueda y un legado de índole espiritual. El compromiso está puesto ahí.
 
 
 Notas    
(1) Petrella, Carlos. La propuesta educativa del Taller Torres García
García Puig, María Jesús. Joaquín Torres García y el universalismo constructivo.
(2) Oroño,Dumas, (1921-2005).
(3) Cavo, Juan Antonio (1932 - 1994).

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