TATIANA
OROÑO
EL
ARTE, LEGADO ESPIRITUAL
por
SANDRA DEVOTO
Días
pasados estuvimos en la inauguración de una muestra en el Museo Gurvich que
tiene la particularidad de tomar como motivo curatorial la docencia y el legado
de José Gurvich (1927-1974). La muestra -“ …Mañana, ¡Levántese azul!”- nos
invita a conocer aspectos diferentes que hacen a la personalidad del maestro a
través de obras y testimonios de discípulos de su taller. Las diferentes maneras
y modos testimonian que si bien se trató de una enseñanza fundamentalmente
pictórica, no estableció superioridad de la tela sobre el barro ni de la tela
sobre la madera, el papel o el vidrio. Así, diferentes objetos como tapices,
juguetes, cerámicas y por supuesto pinturas, dialogan y confrontan al maestro y
sus alumnos. Los ploters que reproducen frases, tanto de Gurvich como de estos
últimos, recogidas por la curadora del proyecto, aparecen dispuestos en paredes
y pisos (aptos éstos últimos al tránsito
de los espectadores) y nos dan otras pautas acerca del profundo compromiso
establecido por ellos con el arte y con la vida. Conviene seguir el recorrido indicado al visitar esta
muestra que permanecerá abierta hasta fines de octubre comenzando por la sección
“Algunas huellas”. Tatiana Oroño, su
curadora, nos contó el porqué de esta exposición y los pormenores de la
exhaustiva investigación que llevó a
cabo.
¿Cómo
surgió este trabajo que apunta a mostrar el lado docente de Gurvich?
La propuesta fue si me
tentaba abordar como curadora la dimensión docente que tuvo el artista. El
proyecto en principio podía parecer árido pues no hay antecedentes de un
trabajo de esta índole. ¿Qué antecedentes podía haber? Acaso el libro de Carlos
Petrella o el de Ma. Jesús García Puig[1].
De todos modos son trabajos que se referían a la enseñanza en el Taller Torres
García llevados a cabo por personas que
no estuvieron implicadas con el universo del taller y que hicieron trabajos
académicamente encomiables aunque exentos de un espíritu interpretativo “avant
la lettre” por decirlo de algún modo. Ya que estos dos analistas no habían tenido una experiencia de
contacto con el universo -la comunidad interpretativa, digamos- del Taller y
sus valores. Me refiero a un contacto de intersubjetividad... Entonces cuando
me plantean esto sentí que yo sí tenía esa ventaja. Pensé en mi padre[2]
con quién conocí a los torresgarcianos y a Gurvich en particular. Yo abrí los
ojos en una casa en la que había un taller no solo de pintura sino también de
educación, de formas. Veía entrar y salir discípulos desde que me acuerdo. Mi
madre maestra, mi padre docente de taller de niños y jóvenes, de aula liceal,
yo también profesora… Las experiencias de la interna del Taller son marcas: la
sesión de ”la arpillera”, el tempo, aquel juicio interpares, y respecto a Gurvich
en particular, con él cada contacto era enriquecedor. Recuerdo poemas de
Antonio Machado escritos por él a lápiz en la pared. El otro día me preguntaron qué articulación
había entre la educación visual o la sensibilidad visual y la vocación poética.
Pienso que seguramente hay muchas conexiones porque la educación visual es
educación para la mirada y la mirada después que se extiende no se limita a la
obra visual, ya sabemos que no es así. Entonces ellos también tenían una mirada
particular hacia la poesía. No estaban solo los libros de arte, estaban también
los libros de poesía, sobre todo española. Sus mayores referentes literarios
eran poetas, aunque hubiera de lo demás. De modo que a mí me pareció que se me
conjuntaban muchas cosas en este proyecto, que me comprometía de entrada y me
gustaba investigarlo. Hay muchas cosas personales que me motivaban a decir que
sí. Eso creo que me sostuvo en una investigación que fue larga y a veces
difícil. Aunque tuvo muchas compensaciones.
¿Difícil
en qué sentido?
Fue difícil en el
sentido de que había que elaborar
primero una lista completa y para
ello hacer contactos múltiples con los
protagonistas (muchos de ellos distantes), sus familiares o allegados o
coleccionistas, cruzando datos por todos lados. Hay otras personas que
definitivamente no están y otras que porque no tuvieron familia han dejado
pocas huellas, poquísimas. Te das cuenta además de que la memoria humana es un
colador.
¿Había
algún registro previo o base de datos de los alumnos de Gurvich?
Había, sí. La depuré y
completé. Después era importante ver
cómo se organizaba, porque tenías desde una discípula nacida en 1910 hasta otra
artista nacida en 1948. Los hubo formales y no formales, algunos ocasionales,
otros transitorios y otros duraderos… La docencia de Gurvich está marcada en
tres etapas: antes del primer viaje, antes del segundo viaje y antes del
tercero, del que ya no vuelve. Y también está marcada en tres etapas por sus
sitios de residencia: la pieza en la casa colectiva de la Rambla 25 de Agosto
primero, su primera casa-taller en el Cerro luego de su primer viaje y su
segunda casa-taller cerrense, por último. Ahí se cumple otra etapa. La obra
escultórica en cerámica es de esa época, venía con esa experiencia de Israel, y
estaba tomado por esa producción, por esa tridimensionalidad y fue cuando tuvo
dos discípulos clave que fueron Ernesto Drangosch y Adolfo Nigro. Ya ahí la
mayoría de los otros discípulos están más alejados. (Si bien también lo seguía
Juan Cavo, todavía, que venía de antes…) La etapa más fuerte de la docencia
había sido entre el 60 y el 62. En ese momento absorbe discípulos de todo tipo,
interés, perfil -es como una aspiradora- y todos encuentran algo de lo que van
a buscar. Cada uno recibía y elaboraba a su manera. Es fantástico. De modo que
yo encontré que por lo menos había cinco grupos reconocibles, no lo puse en el
catálogo pero sí lo dejé sugerido. Hay al menos dos generaciones, hay varias
promociones y además hay individualidades. Algunos sujetos escapan al perfil de la promoción, usando el
término de Ángel Rama que me sirvió para
orientar el estudio o la aproximación hecha.
Además,
en cada generación o promoción debe de haber gente que se destaca y otra que no
tanto…
Claro, hay algunos que
se destacan porque hicieron un camino artístico individualizado, reconocible,
más destacado en duración y/o en producción. Por otro lado, muchos estrecharon
vínculos que excedían largamente el
ámbito de enseñanza-aprendizaje. Y eso también los singulariza. Después hay
grupos como el de los que integraron el Taller Montevideo muy jóvenes, que son
muy destacados… Son atípicos. Hay muchas atipicidades. Ya el Taller Torres García
tenía sus atipicidades marcadas, un perfil sesgado por el quehacer y el querer hacer, o de otra manera: por el
aprecio técnico del trabajo junto con la mística por el trabajo del arte. Y después,
la primera generación de discípulos va marcando también sus perfiles… Gurvich
es individualizable, singular y no se parece a nadie por más que provenga de la
raíz torresgarciana. Por personalidad era explosivo, vital. Por todo esto y
mucho más fue difícil dar con los discípulos, establecer conexiones y después
ir organizando la historia…
¿Y
que además mostrara aspectos del propio Gurvich, no?
Exacto, porque la
memoria y la obra de los discípulos contactados revela esos aspectos. Hay varios que dicen que para ellos está
presente todavía. Eso es importantísimo. Cuando hay un vínculo lo
suficientemente profundo, lo suficientemente vivencial no es quebrantado por la
muerte ni por el tiempo. Me parece francamente saludable encontrar que la obra
sigue creciendo, se sigue desarrollando no tutelada, pero acompañada por la
memoria o la presencia del que les dio el primer impulso, la primera confianza
como dice Norma Calvete. Y quizás ese es el ingrediente más importante, clave
de toda educación. Capaz que no hay crecimiento posible sin confianza otorgada.
Mi texto curatorial, en el catálogo, termina con el testimonio de Nieves
Sylveira que contó que el maestro le decía “Dale, dale”. Me gustó terminarlo
con otras voces, no la mía, las de los discípulos. Las obras que los
representan sí están -no todas las expuestas, casi todas- pero quise que las
voces también. Acá entra el aspecto de la gratificación que tuve por este
trabajo. A veces salía de las
entrevistas con una carga que no me cabía en el pecho. Impresionada. Conmovida. Tanto mundo interior no me cabía entre pecho y espalda.
Mucho
material humano…
Sí, un material
maravilloso. Porque además a veces no eran los discípulos directos. Helena Goitiño Morandi, hija de dos
discípulos, me hizo cantidad de cuentos maravillosos que son como sagas
familiares. Me pasaba lo mismo con los testimonios de Susana do Pazo, también
con Zully Fernández, viuda de Cavo[3],
de quedarte con el aliento cortado… Esas personas son preciosas, habría que
proseguir la investigación y recoger los relatos. Sería un festín para
cualquier narrador que quisiera rescatar aquel clima de hermanamiento. Todos
los sitios donde trabajaban eran sitios auráticos, estaban embellecidos,
adquirían una trascendencia porque allí se vivía una suerte de utopía
realizada. Eso lo pensé cuando abracé este proyecto en un momento donde el
paradigma docente está en absoluta crisis, donde la transmisión de valores y de
conocimiento no pasa por su mejor hora. Recuperar esto tiene algo que ver con
lo que fue mi primera vocación. A los once años quería ser arqueóloga, me
emocionaba mucho encontrarme con objetos del pasado, y esto tuvo que ver con eso. Es decir, el pasado y las
huellas del pasado, lo que nos habla de
lo que fue un modus vivendi, una cosmovisión incluso, de gente que andaba por
estas calles, que conocía esta topografía montevideana y que hoy pertenecen a
un pasado remoto.
¿Te
parece que hoy en día hay talleres que enseñen esto que estamos hablando, una
especie de formación en valores más allá de las técnicas o maneras de pintar o
dibujar?
Creo que sí, que hay. Sería
injusto decir que no. Hay artistas que tienen su taller reconocido con
trayectoria de años. Creo que de cualquier manera la fuerza del mercado va en
contra de esos enclaves de humanismo. Digo humanismo porque en el fondo, ¿cuál
es el paradigma? Aunque se abran felizmente a los nuevos lenguajes y a la
contemporaneidad, si se trata de abarcar y no apurar a la gente, de que el
trabajo sea de adentro hacia afuera y junto con el otro, la enseñanza tiene un
sello humanístico. Y en ese sentido el paradigma de algunos talleres
existentes estaría opuesto a los modelos
“fast” contemporáneos, comerciales, o que tienen recibo en el marketing del
arte. Gurvich se preocupaba por la venta. Fue el único supongo que les dijo a
sus discípulos “tienen que vivir del arte”, “tienen que vender por un café y
dos bizcochos”. Para los demás entiendo que el arte no era comercializable,
estaban en guerra con los marchands, como el caso de Torres que por momentos no tenía ni para comprar cartones donde
dibujar. Pero Gurvich sí, y eso lo aproxima en una rayita a la contemporaneidad…
En su enseñanza ya estaba puesto “el mercado cuenta” y eso no es poca cosa. De
todas maneras Gurvich no resulta solamente un adelantado en su pragmatismo.
También es un continuador de la preceptiva torresgarciana cuyo origen estaba
muy atrás en los gremios medievales y las prácticas renacentistas. Para él no
había tarea inferior ni superior: “un cuadro empieza cuando usted se levanta y
barre el piso del taller”, recordó Gorki Bollar que les predicaba. Y es lo que
postulaba Torres cuando recuperaba el objeto, cuando pintaba la radio y
decoraba hasta el último vaso o la última taza de café de su casa. Es decir
todo es pasible de ser arte, no hay artes mayores y menores. Como dijo Torres,
“más importante que el pan no hay nada”. ¿Cómo se vive? Se vive como un cosmopolita
y como un
aldeano. Como vivía él. Siempre vivió pobremente, pero siempre en una casa que
dialogara con él, que le respondiera, que fuera su habitat. Así como hacía del mundo
su habitat. En el caso de Gurvich la novedad es que para él el mercado existe y
hay que entrar en él. ¿Con qué armas? Con las buenas, es decir, sin abjurar de
ninguno de los preceptos que hacían del arte antes que nada un legado espiritual.
Me parece que eso es lo que queda más claro en toda esta investigación. El arte
es una búsqueda y un legado de índole espiritual. El compromiso está puesto
ahí.
(1) Petrella, Carlos. La propuesta educativa del Taller Torres García
García Puig, María Jesús. Joaquín Torres García y el
universalismo constructivo.
(2) Oroño,Dumas, (1921-2005).
(3) Cavo, Juan Antonio (1932 - 1994).
No hay comentarios:
Publicar un comentario