14/1/19


CLARISSA PINKOLA ESTES

EL JARDINERO FIEL



DUODÉCIMA ENTREGA



Pero el padre arrastró sin contemplaciones al abeto por la escalera de madera que conducía arriba, cuyos peldaños eran cada vez más estrechos conforme iban subiendo. Al final, al llegar al último rellano, el padre abrió una puertecita y, sin ningún miramiento, arrojó el árbol dentro. Alarmado, el abeto preguntó, con lo que a él le pareció un gran grito, «¿Qué significa esta oscuridad?». Pero, al parecer, nadie le escuchó, pues el padre cerró la puerta y volvió a bajar.


En este punto, mi tío dejó escapar un suspiro, sosteniendo la colilla del cigarro entre sus
dientes ennegrecidos:


-Ah -dijo-, llegamos ahora al momento de la historia de esta pequeña vida en que lo único seguro es que va a producirse un cambio. ¿Comprendes lo que estoy diciendo?


Creí entenderlo, pero no estaba segura. Me pasé un buen rato pensándolo detenidamente. ¿Acaso debía contestar «Aunque el violinista haya perdido el violín todavía puede cantar»?


No, debido a la solemne expresión en el rostro de mi tío, comprendí que no era ésa la respuesta adecuada. ¿Sería acaso «En el ejército no hay ningún Peter bátya», «En el ejército no hay ningún tío Peter»? Lo cual significa que, cuando uno está sufriendo grandes penalidades en la cárcel, no hay ningún vigilante amable que le vende las heridas.(11)


No, por su cara me di cuenta de que ésa tampoco era la respuesta apropiada.


Mi tío mostraba una expresión expectante. Estaba esperando como lo haría un perro: con un levísimo temblor justo a flor de piel. Mi tío esperaba a que yo pronunciase la única palabra apropiada y, en caso de que la pronunciara y en el momento en que lo hiciera, asentiría de inmediato o me haría un guiño, sonreiría, soltaría una exclamación o se daría
una palmada en la rodilla.


Entonces lo recordé. Y bajando la voz, me atreví a decirlo.


-¿Quiere acaso decir, mi querido tío, que aunque creamos seguir el mapa apropiado...


Mi tío empezó a sonreír.


-... Dios decide de pronto levantar el camino...


Mi tío asentía ya con satisfacción.


-... y colocarlo, y a nosotros con él, en otro lugar?


-Bueno, ya veo que has aprovechado bien la escuela, niña mía -dijo soltando una sonora
carcajada-.(12) ¡Sí, aunque creamos estar siguiendo el mapa correcto, Dios decide de pronto levantar el camino y colocarnos en otro lugar! ¡Eso es exactamente!


Tomó mi rostro entre sus enormes manos.


-Ahora sí te has ganado el resto del cuento.



Notas



(11) Nincs a hadban sémmi Péter bátya. En el ejército no hay ningún tío Peter.
(12) Muchos miembros de mi familia pensaban que educar a las niñas era una pérdida de tiempo. Sin embargo, una de mis abuelas, a pesar de que no sabía leer ni escribir, solía protestar a este respecto, afirmando que el hecho de educar a una mujer equivalía a educar a toda su familia.

No hay comentarios: