CLARISSA
PINKOLA ESTES
EL
JARDINERO FIEL
DUODÉCIMA ENTREGA
Pero el padre
arrastró sin contemplaciones al abeto por la escalera de madera que conducía
arriba, cuyos peldaños eran cada vez más estrechos conforme iban subiendo. Al
final, al llegar al último rellano, el padre abrió una puertecita y, sin ningún
miramiento, arrojó el árbol dentro. Alarmado, el abeto preguntó, con lo que a
él le pareció un gran grito, «¿Qué significa esta oscuridad?». Pero, al
parecer, nadie le escuchó, pues el padre cerró la puerta y volvió a bajar.
En este punto, mi
tío dejó escapar un suspiro, sosteniendo la colilla del cigarro entre sus
dientes
ennegrecidos:
-Ah -dijo-,
llegamos ahora al momento de la historia de esta pequeña vida en que lo único
seguro es que va a producirse un cambio. ¿Comprendes lo que estoy diciendo?
Creí entenderlo,
pero no estaba segura. Me pasé un buen rato pensándolo detenidamente. ¿Acaso
debía contestar «Aunque el violinista haya perdido el violín todavía puede
cantar»?
No, debido a la
solemne expresión en el rostro de mi tío, comprendí que no era ésa la respuesta
adecuada. ¿Sería acaso «En el ejército no hay ningún Peter bátya», «En
el ejército no hay ningún tío Peter»? Lo cual significa que, cuando uno está
sufriendo grandes penalidades en la cárcel, no hay ningún vigilante amable que
le vende las heridas.(11)
No, por su cara me
di cuenta de que ésa tampoco era la respuesta apropiada.
Mi tío mostraba
una expresión expectante. Estaba esperando como lo haría un perro: con un
levísimo temblor justo a flor de piel. Mi tío esperaba a que yo pronunciase la
única palabra apropiada y, en caso de que la pronunciara y en el momento en que
lo hiciera, asentiría de inmediato o me haría un guiño, sonreiría, soltaría una
exclamación o se daría
una palmada en la
rodilla.
Entonces lo
recordé. Y bajando la voz, me atreví a decirlo.
-¿Quiere acaso
decir, mi querido tío, que aunque creamos seguir el mapa apropiado...
Mi tío empezó a
sonreír.
-... Dios decide
de pronto levantar el camino...
Mi tío asentía ya
con satisfacción.
-... y colocarlo,
y a nosotros con él, en otro lugar?
-Bueno, ya veo que
has aprovechado bien la escuela, niña mía -dijo soltando una sonora
carcajada-.(12)
¡Sí, aunque creamos estar siguiendo el mapa correcto, Dios decide de pronto levantar
el camino y colocarnos en otro lugar! ¡Eso es exactamente!
Tomó mi rostro
entre sus enormes manos.
-Ahora sí te has ganado
el resto del cuento.
Notas
(11) Nincs a
hadban sémmi Péter bátya. En el ejército no hay ningún tío Peter.
(12) Muchos miembros
de mi familia pensaban que educar a las niñas era una pérdida de tiempo. Sin
embargo, una de mis abuelas, a pesar de que no sabía leer ni escribir, solía
protestar a este respecto, afirmando que el hecho de educar a una mujer
equivalía a educar a toda su familia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario