ALBERTO METHOL FERRÉ
LOS ESTADOS CONTINENTALES Y EL
MERCOSUR
OCTAVA
ENTREGA
Introducción (2)
Entonces,
nuestro objetivo principal es discernir lo más significativo de esta segunda
ola integrativa abierta en los años noventa. Para esto corresponde partir desde
los núcleos contemporáneos más importantes, desde los que puede ordenarse tanto
la historia pasada, como también las confluencias posibles del futuro. Toda
historia es historia contemporánea, y por tanto nuestro punto de vista, tanto
sobre el pasado como sobre las tendencias hacia el futuro, implicaría la
realidad efectiva de cinco núcleos básicos: el NAFTA, el Mercado Común
Centroamericano, el CARICOM (Comunidad del Caribe), la Comunidad Andina y el
Mercosur. Pero a su vez, estos núcleos básicos pueden reducirse a los dos
puntos más decisivos e importantes: NAFTA y Mercosur. Es en estas dos puntas
que se juega el destino de América Latina del siglo XXI.
Los
años sesenta fueron la primera oleada integracionista efectiva latinoamericana.
Para comprenderla tomamos como hilo conductor la perspectiva histórica que
Felipe Herrera formulara con claridad en esa misma época. Por eso nuestro punto
de partida será una antología del pensamiento histórico de Felipe Herrera. A
nuestro criterio, Felipe Herrera enuncia con claridad el punto más alto de la
conciencia histórica latinoamericana de los años sesenta. Y es conveniente
partir de lo que fue el punto más alto anterior a la segunda oleada integracionista
de los años noventa.
La
primera oleada fue la gran retoma de los intentos de Bolívar y Lucas Alemán en
los Congresos de Panamá y Tacubaya (1826-27) y los siguientes Congresos Hispanoamericanos
de Lima (1847), Santiago de Chile (1856) y Lima (1864). De este fracasado ciclo
inicial del siglo XIX, la más profunda conciencia integracionista se expresa en
Juan Bautista Alberdi en su célebre “Memoria sobre la conveniencia y objetos de
un Congreso General Americano”, fechada el 12 de noviembre de 1844. (2) La interrupción
duró casi un siglo. El camino se reinició en la Conferencia de Montevideo
(1960) fundadora de la ALALC, y en el Mercado Común Centroamericano (1960), ambas
impulsadas por la CEPAL de Raúl Prebisch, que tuvo entonces un papel
protagónico decisivo.
Ahora,
en estos años noventa estamos en la segunda gran oleada integracionista en
América Latina, aunque con características y contexto mundial muy diferentes a
los años sesenta. Hubo un gigantesco cambio de época con el derrumbamiento de
la URSS, que puso fin a la lógica mundial dominante desde hacía medio siglo.
Ante esta espectacular vuelta de tuerca de la historia universal, vale
preguntarse ¿las perspectivas de Felipe Herrera sobreviven a la prueba de los
acontecimientos y cambios treinta años después? ¿En qué sentido pueden
permanecer o cambiar sus significados en esta novísima época que todavía no ha
terminado de configurar sus líneas básicas?
La
tesis central de Herrera es que no hay paso del Estado-Nación al
internacionalismo, sino que se tránsito actual tiene otra etapa intermedia, con
otro protagonista, los Estados Continentales, que son Naciones o Pueblos-continente.
Los Estados-Nación no serían ya el último escalón previo a la globalización
total, que correspondería a los más amplios Estados Continentales. Estos serían
la última mediación hacia la plenitud de la globalización. Así, los esquemas regionalistas,
hoy tan en boga y en los que buscan trascenderse los Estados-Nación, sólo
alcanzarían su madurez si saben cuajar en Estados Continentales. Y este es, por
ende, el sentido del proceso de integración de América Latina. No alcanzar ese
nivel de constitución de un nuevo Estado Continental, sería el fracaso de las
regionalizaciones. Estas quedarían a medias, en el fondo frustradas,
inconclusas. En nuestro caso, dejaría a América Latina definitivamente fuera de
todo protagonismo directo en la historia mundial del siglo XXI. Permanecería en
suburbio quizá para siempre. Suburbio en el sentido de más pasividad que
capacidad de creación. Quedaríamos instalados en nuestra marginalidad tan
habitual como secular.
La
importancia del planteo de Herrera y la gravedad de sus consecuencias impone la
interrogación: ¿Qué pasa con las tesis de Felipe Herrera a la altura de las
nuevas condiciones históricas que implican estos años noventa? ¿Mantienen su
actualidad? ¿Pueden asumir la comprensión delos nuevos procesos de
globalización y regionalización? ¿Pueden arrojar más luz sobre la tan
vociferada crisis de obsolescencia de los Estados-Nación? Esto nos llevaría
luego de un modo más particular a la crisis de los Estados-Nación en América
Latina, que manifiesta el actual proceso de integración. O mejor, las distintas
vías posibles de integración, ¿significan lo mismo? ¿Son intercambiables? ¿O
sus consecuencias pueden ser muy diversas en los Estados-Nación componentes?
Demás
está decir que el centro de nuestra investigación, por ser la integración, es
necesariamente también el Estado-Nación. Hay varios tipos de Estado-Nación, y
el no discernir por lo menos los principales es la raíz de la enorme confusión
contemporánea del tema. Asombra la frivolidad con que se maneja asunto tan
capital. Sin ponerlo una vez más sobre el tapete, las mismas discusiones sobre
los problemas de la integración y sus variados significados se perderían
también en el consabido equívoco de gran claridad y minuciosidad en los
detalles, junto a una no menor oscuridad de los horizontes y sus lógicas.
Por
supuesto, no es una discusión casuística y abstracta sobre el estado-Nación. Se
trata más bien de exhibir desde ya los supuestos y las perspectivas básicas que
están implicados en todo el conjunto de nuestra reflexión histórica. Así, esta
reflexión es a la vez una repetición de la tesis de Felipe Herrera a la altura
de nuestro nuevo tiempo, como marco histórico indispensable para la comprensión
y evaluación de las distintas etapas del proceso de integración latinoamericana
o hemisférica.
Puntualicemos
que repetir hoy a Herrera implica repensarlo desde los datos de nuestra
realidad y en cierto sentido, necesariamente, ampliarlo. Pero también esclarece
el sentido y los orígenes de la era de los Estados Continentales como sucesora
contemporánea de la era de los Estados-Nación del siglo XIX. Comencemos pues
por la antología esencial de Felipe Herrera.
Notas
(2)
Juan Bautista Alberdi, “Memoria sobre la conveniencia y objeto de un Congreso
general Americano”, en VV.AA, Ideas en
torno de Latinoamérica, vol. I, Universidad Nacional Autónoma de México,
1986, pp. 594-613.
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