PAULO
FREIRE
PEDAGOGÍA
DEL OPRIMIDO
NOVENA ENTREGA
CAPÍTULO 1 (1)
Justificación de la pedagogía del
oprimido.
La contradicción opresores-oprimidos,
su superación.
La situación concreta de opresión y
los opresores.
La situación concreta de opresión y
los oprimidos.
Nadie libera a nadie, ni nadie se
libera solo. Los hombres se liberan en comunión.
Recomencemos
la amplitud del tema que nos proponemos tratar en este ensayo, con lo cual pretendemos,
en cierto sentido, profundizar algunos de los puntos discutidos en nuestro
trabajo anterior La educación como
práctica de la libertad (4). De ahí que lo consideremos como una mera
introducción, como simple aproximación al asunto que nos parece de importancia
fundamental.
Una
vez más los hombres, desafiados por la dramaticidad de la hora actual, se
proponen a sí mismos como problema. Descubren qué poco saben de sí, de su “puesto
en el cosmos”, y se preocupan por saber más. Por lo demás, en el reconocimiento
de su propio saber de sí radica una de las razones de esa búsqueda.
Instalándose en el trágico descubrimiento de su poco saber de sí, hacen de sí
mismos un problema. Indagan. Responden y sus respuestas los conducen a nuevas
preguntas.
El
problema de su humanización, a pesar de haber sido siempre, desde un punto de
vista axiológico, su problema central, asume hoy el carácter de preocupación
ineludible. (5)
Comprobar
esta preocupación implica reconocer la deshumanización no sólo como viabilidad
ontológica, sino como realidad histórica. Es también y quizás básicamente, que
a partir de esta comprobación dolorosa, los hombres se preguntan sobre la otra
viabilidad -la de su humanización. Ambas, en la raíz de su inconclusión, se
inscriben en un permanente movimiento de búsqueda. Humanización y
deshumanización, dentro de la historia, en un contexto real, concreto,
objetivo, son posibilidades de los hombres como seres inconclusos y conscientes
de un inconclusión.
Sin
embargo, si ambas son posibilidades, nos parece que sólo la primera responde a
lo que denominamos “vocación de los hombres”. Vocación negada, mas afirmada
también en la propia negación. Vocación negada en la injusticia, en la
explotación, en la opresión, en la violencia de los opresores. Afirmada en el
ansia de libertad, de justicia, de lucha de los oprimidos por la recuperación de
su humanidad despojada.
La
deshumanización, que no se verifica sólo en aquellos que fueron despojados de
su humanidad sino también, aunque de manera diferente, en los que a ellos
despojan, es distorsión de la vocación de SER MÁS. Es distorsión posible en la
historia pero no es vocación histórica. (6)
La
violencia de los opresores, deshumanizándolos también, no instaura otra
vocación, aquella de ser menos. Como distorsión del ser más, el ser menos
conduce a los oprimidos, tarde o temprano, a luchar contra quien los minimizó. Lucha
que sólo tiene sentido cuando los oprimidos, en la búsqueda por la recuperación
de su humanidad, que deviene una forma de crearla, no se sienten idealistamente
opresores de los opresores, ni se transforman, de hecho, en opresores de los
opresores sino en restauradores de la humanidad de ambos. Ahí radica la gran tarea
humanista e histórica de los oprimidos: liberarse a sí mismos y liberar a los
opresores. Estos, que oprimen, explotan y violentan en razón de su poder, no
pueden tener en dicho poder la fuerza de la liberación de los oprimidos ni de
sí mismos. Sólo el poder que renace de la debilidad de los oprimidos será lo
suficientemente fuerte para liberar a ambos. Es por esto por lo que el poder de
los opresores, cuando pretende suavizarse ante la debilidad de los oprimidos,
no sólo se expresa, casi siempre, en una falsa generosidad, sino que jamás la
sobrepasa. Los opresores, falsamente generosos, tienen necesidad de que la
situación de injusticia permanezca a fin de que su “generosidad” continúe
teniendo la posibilidad de realizarse. El “orden” social injusto es la fuente
generadora, permanente, de esta “generosidad” que se nutre de la muerte, del
desaliento y de la miseria.
De
ahí la desesperación de esta generosidad ante cualquier amenaza que atente
contra su fuente. Jamás puede entender este tipo de “generosidad” que la
verdadera generosidad radica en la lucha por la desaparición de las razones que
alimenta el falso amor. La falsa caridad, de la cual resulta la mano extendida
del “abandonado de la vida”, miedoso e inseguro, aplastado y vencido. Mano extendida
y trémula de los desharrapados del mundo, de los “condenados de la tierra”. La
gran generosidad sólo se entiende en la lucha para que estas manos, sean de
hombres o de pueblos, se extiendan cada vez menos en gestos de súplica. Súplica
de humildes a poderosos. Y se vayan haciendo así cada vez más manos humanas que
trabajen y transformen el mundo. Esta enseñanza y este aprendizaje tienen que
partir, sin embargo, de los “condenados de la tierra”, de los oprimidos, de los
desharrapados del mundo y de los que con ella realmente se solidaricen.
Luchando por la restauración de su humanidad, estarán, sean hombres o pueblos,
intentando la restauración de la verdadera generosidad.
¿Quién
mejor que los oprimidos se encontrará preparado para entender el significado
terrible de una sociedad opresora?
¿Quién
sentirá mejor que ellos los efectos de la opresión? ¿Quién más que ellos para
ir comprendiendo la necesidad de la liberación? Liberación a la que no llegarán
por casualidad, sino por la praxis de su búsqueda; por el conocimiento y
reconocimiento de la necesidad de luchar por ella. Lucha que, por la finalidad
que le darán los oprimidos, será un acto de amor, con el cual se opondrán al
desamor contenido en la violencia de los opresores, incluso cuando esta se
revista de la falsa generosidad a que nos hemos referido.
Notas
(4)
Paz e terra,, Río, 12967: Tierra Nueva, Montevideo, 1967; Siglo XXI Editores,
1971.
(5)
Los movimientos de rebelión, en el mundo actual, sobre todo aquellos de los
jóvenes, que revelan necesariamente peculiaridades de los espacios donde se
dan, manifiestan en profundidad esta preocupación en torno del hombre y de los
hombres como seres en el mundo y con el mundo. En torno de qué y cómo están siendo.
Al poner en tela de juicio la civilización de consumo; al denunciar las “burocracias”
en todos sus matices; al exigir la transformación de las universidades de lo
que resulta, por un lado, la desaparición de la rigidez en las relaciones
profesor-alumno y, por otro, la inserción de estas en la realidad; al proponer
la transformación de la realidad misma para que las universidades puedan
renovarse; al rechazar viejas órdenes e instituciones establecidas, buscando la
afirmación de los hombres como sujetos de decisión, todos estos movimientos
reflejan el sentido más antropológico que antropocéntrico de nuestra época.
(6)
En verdad, si admitiéramos que la deshumanización es vocación histórica de los
hombres, nada nos quedaría por hacer sino adoptar una actitud cínica o de total
desespero. La lucha por la liberación, por el trabajo libre, por la
desalienación, por la afirmación de los hombres como personas, como “seres para
sí” no tendrían significación alguna. Esta solamente es posible porque la
deshumanización, aunque sea un limbo concreto en la historia, no es, sin
embargo, un destino dado, sino resultado de un orden injusto que genera la
violencia de los opresores y consecuentemente el ser menos.
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