PAULO
FREIRE
CAPÍTULO 1 (6)
PEDAGOGÍA
DEL OPRIMIDO
DECIMOCUARTA ENTREGA
En
este sentido, esta realidad en sí misma, es funcionalmente domesticadora.
Liberarse de su fuerza exige, indiscutiblemente, la emersión de ella, la vuelta
sobre ella. Es por esto por lo que sólo es posible hacerlo a través de la
praxis auténtica; que no es ni activismo ni verbalismo sino acción y reflexión.
“Hay
que hacer la opresión real todavía más opresiva, añadiendo a aquella la conciencia de la opresión, haciendo la
infamia todavía más infamante, al pregonarla.” (11)
Este
hacer “la opresión real aun más opresora, acrecentándole la conciencia de la
opresión”, a que Marx se refiere, corresponde a la relación dialéctica
subjetividad-objetividad. Sólo en su solidaridad, en la que lo subjetivo
constituye con lo objetivo una unidad dialéctica, es posible la praxis
auténtica.
Praxis
que es reflexión y acción de los hombres sobre el mundo para transformarlo. Sin
ella es imposible la superación de la contradicción opresor-oprimido.
De
este modo, la superación de esta exige la inserción crítica de los oprimidos en
la realidad opresora con la cual objetivándola actúen simultáneamente sobre
ella.
Es
por esto por lo que inserción crítica y acción ya son la misma cosa. Es por
esto también que el mero reconocimiento de una realidad que no conduzca a esta inserción
crítica -la cual ya es acción- no conduce a ninguna transformación de la
realidad objetiva, precisamente porque no es reconocimiento verdadero.
Este
es el caso de un “reconocimiento” de carácter puramente subjetivista, que es
ante el resultado de la arbitrariedad del subjetivista, el cual, huyendo de la
realidad objetiva, crea una falsa realidad en sí mismo. Y no es posible
transformar la realidad concreta en la realidad imaginaria.
Es
lo que ocurre, igualmente, cuando la modificación de la realidad objetiva hiere
los intereses individuales o de clase de quien hace el reconocimiento.
En
el primer caso, no se verifica inserción crítica en la realidad, ya que esta es
ficticia, y tampoco en el segundo, ya que la inserción contradiría los
intereses de clase del reconocedor.
La
tendencia de este es, entonces, comportarse “neuróticamente”. El hecho existe,
mas cuanto de él resulte puede serle adverso.
De
ahí que sea necesario, en una indiscutible “racionalizacón”, no necesariamente
negarlo sino visualizarlo en forma diferente. La “racionalización”, como un
mecanismo de defensa, termina por identificarse con el subjetivismo.
Al
no negar el hecho, sino distorsionar sus verdades, la racionalización “quita”
las bases objetivas del mismo. El hecho deja de ser él concretamente, y pasa a
ser un mito creado para la defensa de la clase de quien hace el reconocimiento,
que así se torna un reconocimiento falso. Así, una vez más, es imposible la “inserción
crítica”. Esta sólo se hace posible en la dialecticidad objetividad-subjetividad.
He
aquí una de las razones de la prohibición, de las dificultades -como veremos en
el último capítulo de este ensayo- para que las masas populares lleguen a
insertarse críticamente en la realidad.
Es
que el opresor sabe muy bien que esta “inserción crítica” de las masas
oprimidas, en la realidad opresora, en nada puede interesarle. Lo que sí le
interesa es la permanencia de ellas en su estado de inmersión, en el cual, de
modo general, se encuentran impotentes frente a la realidad opresora, como situación
límite que aparece como intrasponible.
Notas
(11)
Marx-Engels, La sagrada familia y otros
escritos, Grijalbo Editor, México, 1962, p. 6. El subrayado es del autor.
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