GASTON
BACHELARD
LAUTRÉAMONT
(traducción de Angelina Martín del Campo)
CUADRAGESIMOSÉPTIMA ENTREGA
V LAUTRÉAMONT: POETA DE
LOS MÚSCULOS Y DEL GRITO
IV (1)
Así,
el más pequeño de los músculos que abre una fosa nasal o endurece una mirada incita a una vida y una poesía
especiales. En sus Études philosophiques
sur l’expresiion littéraire, Claude Estève ha dado un justo lugar a esa
especie de sintaxis muscular (p. 207). “No hay sensación que no provoque una
alerta de toda la musculatura. A su invitación, todos los medios de acción y de
reacción se estremecen juntos.” En Lautréamont, el mundo no tiene necesidad de
invitarnos al acto. Con la poesía en el puño, Maldoror aborda la realidad, la
amasa y la moldea, la transforma, la animaliza. ¡Si tan sólo la materia fuera
carne para martirizar! “El furor de flacos metacarpios” (p. 260) impone su
forma al mundo brutalizado.
Por otra parte, uno se
engañaría si imaginara la violencia ducassiana como una violencia desordenada
que se embriaga con sus excesos. Lautréamont no es un simple precursor del
“paroxismo”. Incluso en sus tormentas energéticas, el sentido muscular preserva
en él la libertad de decisión. Como lo ha mostrado Henri Wallon, el niño
turbulento posee verdaderos centros de turbulencia. Lautréamont, poeta
turbulento, no acepta las violencias turbias. No acepta las reacciones difusas,
las acciones confusas. Dibuja sus actos. Sabe administrar su agresión. Sin duda
ha debido sufrir -¡como tantos otros!- por la inmovilidad escolar. Ha soportado
la posición del adolescente sentado, del escolar reducido al alegre articular
del codo y la rodilla. Abrirse paso con los codos, ¡qué imagen de humanidad
solapada!
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