CONDE
DE LAUTRÉAMONT (ISIDORE DUCASSE)
LOS
CANTOS DE MALDOROR
CUADRAGESIMOTERCERA ENTREGA
(Barral Editores / Barcelona 1970)
CANTO SEGUNDO
5 (2)
Se verá la destrucción
de los mundos y al granito deslizarse como un cormorán sobre la superficie de
los mares antes de que yo estreche la mano infame de un ser humano. ¡Fuera…
fuera esa mano!... Chiquilla, no eres un ángel, y al cabo llegarás a ser como
las otras mujeres. No, no, te lo suplico; no vuelvas a presentarte ante mis
cejas fruncidas y sombrías. En un momento de extravío, podría tomarte los
brazos, retorcerlos como ropa lavada de la que se exprime el agua, o quebrarlos
ruidosamente como dos ramas secas para hacértelos comer luego, obligándote por
la fuerza. Yo podría, tomando tu cabeza entre mis manos con aire dulce y
acariciador, hundir mis dedos ávidos en los lóbulos de tu cerebro inocente, con
el propósito de extraer de allí, con la sonrisa en los labios, una grasa eficaz
para lavar mis ojos, lastimados por el insomnio eterno de la vida. Yo podría,
cosiendo tus párpados con una aguja, privarte del espectáculo del universo,
poniéndote en la imposibilidad de encontrar tu camino; no sería yo quien te
serviría de guía. Yo podría, levantando tu cuerpo virginal con brazo férreo,
asirte por las piernas y hacerte girar a mi alrededor como una honda, para
concentrar mis fuerzas al describir la última circunferencia y arrojarte contra
el muro. ¡Cada gota de sangre salpicará un pecho humano, para espantar a los
hombres y enfrentarlos con el ejemplo de mi maldad! Se arrancarán sin tregua
jirones y jirones de carne, pero la gota de sangre permanecerá imborrable en el
mismo sitio, y brillará como un diamante. Quédate tranquila, daré orden a una
media docena de sirvientes de guardar los restos venerados de tu cuerpo, y de
preservarlos del hambre de los perros voraces. Indudablemente el cuerpo ha
permanecido pegado al muro como una pera madura, razón por la cual no ha caído
al suelo; pero los perros saben ejecutar saltos elevados, si no se toman
precauciones.
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