4/2/16

BEATRIZ BAYCE

CUANDO YA NO IMPORTE (*)


(Primera edición: revista Fundación Nº 1, 1994)


SEGUNDA ENTREGA


“Cada ciudad, cada etapa de la vida hacen un mundo” anotaba Carr. Antes de emprender el viaje hacia el mundo de su nueva circunstancia, parece recordar un sueño. En él estará viviendo una configuración de la relación del sueño con la vida despierta:


“Podríamos decir que (el sueño) constituye una existencia aparte, herméticamente encerrada en sí misma y separada de la vida real por un infranqueable abismo”. (5)


Se encontraba, de pronto, en un edificio enorme, sin ventanas, siempre alumbrado por luces eléctricas, sin calor ni frío (págs. 16 y 17). Las noches que Carr podía llamar “noches de paz” en la “noche eterna” parecen un trance de muerte o el espacio vacío entre la vida que dejaba y la que iniciaría en la nueva ciudad:


“…il est necessaire que pour naître à la vie elle ne puisse venir d’autre part que du sein même de la mort…” (6)


Las teorías de F. W. Hildebrandt que transcribe Freud, nos enseñan a ubicarnos en las situaciones oníricas que abundan en todos los relatos de Santamaría. Aquí podemos aplicarlas al motivo sensorial que habría ocupado el pensamiento de Carr en la vigilia (7).


En el edificio o galpón lleno de peones que cargaban bolsas de cereales, a Carr le asignan la tarea de llenar la tolva. Pero no hay allí ninguna caja perforada con vistas a alimentar ningún molino, sino que llamaban tolva “a un agujero redondo en el suelo” (pág. 16). Junto con las indicaciones, el capataz le había regalado un cuchillo que nos trae el recuerdo de la escena de la Odisea en la que Ulises abrió con su espada un hoyo en el suelo para hacer libaciones a los muertos (8). Todas estas, tanto las de aguamiel como las de vino o agua, debían ser espolvoreadas con “blanca harina”. Las traslaciones son mínimas: la tolva debía llenarse con trigo.


Hay más imágenes, internamente relacionadas, de este espacio de la vida de Carr con la escala cumplida por Ulises en el país de los Cimerios en su camino a “la morada del Hades” en busca del alma de Tiresias. Ulises nos dice que “nieblas y nubes” impiden, en la ciudad mitológica, que puedan penetrar los rayos del sol. También dentro de aquel galpón que sabíamos cerrado, “era indiferente o ignorado el hecho que afuera, en la ciudad, lloviera o iluminara un sol blanco y rabioso” (pág. 17). La “noche eterna” del galpón podría corresponder a “la noche perniciosa” de los Cimerios.


El sueño revela aquí un estado de angustia: el galpón tenía en grandes letras negras, la sigla S.O.S.


Los sueños, las visiones, las vivencias, por más aisladas que parezcan de la vida de Carr, no ocurren fuera del mundo. La situación parece idéntica a la que Larsen descubriera un día en Puerto Astillero:


“…el hecho de que el astillero hubiera llegado a convertirse en un mundo completo, infinitamente aislado e independiente, no excluía la existencia de otro mundo, este que pisamos ahora y donde él mismo había residido alguna vez” (9)


Con los dos mundos, este que pisamos (“el otro”) y el otro de la interioridad y las vivencias, queda realizado, quizá sin proponérselo, el postulado del existencialismo que quería expresar en su novela el mundo en su totalidad. “Hay una sola realidad”, “es en el mundo donde pensamos el mundo”. Simone de Beauvoir decía que “la obra cumplida” debía dar del mundo  “su sentido y su carne”.


“Entonces, la novela, aparecerá como una auténtica aventura espiritual” (10)


Carr es un habitante real de nuestra ciudad o del Río Negro (pág. 24), aun cuando se deje conducir a un lugar “distante”, “desconocido”, donde se jugará su aventura espiritual.



Notas



(5) Sigmund Freud, La interpretación de los sueños, pág. 72, Círculo de Lectores, Buenos Aires, 1977. “…nuestras aventuras oníricas se muestran como algo ajenas a nosotros, intercalado entre dos fragmentos homogéneos y subsiguientes de nuestra vida”. “…simultáneamente a esta separación, existe una íntima relación”.
(6) Platón, Phédon, pág. 122, Libraire Garnier Frères, Paris, s / f.
(7) Freud, ob. cit. “…el sueño, ha tomado él mismo sus materiales de la realidad y de la vida spiritual…” “…tiene siempre que tomar su tema fundamental de aquello que en el mundo sensorial ha aparecido ante nuestros ojos…”.
(8) Homero, Odisea, Canto Undécimo, p. 571, Obras Completas. “El Ateneo”, Buenos Aires, 1954.
(9) Onetti, El astillero, pág 120, Fabril Editora, Buenos Aires, 1961.

(10) Simone de Beauvoir, Literatura y metafísica, Sur, Nos. 147 / 9, pág. 294, Buenos Aires, 1947.

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