PAULO
FREIRE
PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO
NONAGESIMOSEGUNDA ENTREGA
CAPÍTULO
4 (14)
Conquista (1)
La primera de las características
que podemos sorprender en la acción antidialógica es la necesidad de la
conquista.
El antidialógico, dominador por
excelencia, pretende, en sus relaciones con su contrario, conquistarlo, cada
vez más, a través de múltiples formas. Desde las más burdas hasta las más
sutiles. Desde las más represivas hasta las más almibaradas, cual es el caso
del paternalismo.
Todo acto de conquista implica un
sujeto que conquista y un objeto conquistado. El sujeto determina sus
finalidades al objeto conquistado, que pasa, por ello, a ser algo poseído por
el conquistador. Este, a su vez, imprime su forma al conquistado, quien al
introyectarla se transforma en un ser ambiguo. Un ser que, como ya hemos
señalado, “aloja” en sí al otro.
Desde luego, la acción
conquistadora, al “reificar” los hombres, es esencialmente necrófila.
Así como la acción antidialógica,
para la cual el acto de conquistar es esencial, es concomitante con una
situación real, concreta, de opresión, la acción dialógica es también
indispensable para la superación revolucionaria de la situación concreta de
opresión.
No se es antidialógico o
dialógico en el aire, sino en el mundo. No se es antidialógico primero y
opresor después, sino simultáneamente. El antidialógico se impone al opresor,
en una situación objetiva de opresión para, conquistando, oprimir más, no sólo
económicamente, sino culturalmente, robando al oprimido su palabra, su
expresividad, su cultura.
Instaurada la situación opresora,
antidialógica en sí, el antidiálogo se torna indispensable para su pensamiento.
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