5/2/16

PAULO FREIRE

PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO             


NONAGESIMOSEGUNDA ENTREGA


CAPÍTULO 4 (14)


Conquista (1)


La primera de las características que podemos sorprender en la acción antidialógica es la necesidad de la conquista.


El antidialógico, dominador por excelencia, pretende, en sus relaciones con su contrario, conquistarlo, cada vez más, a través de múltiples formas. Desde las más burdas hasta las más sutiles. Desde las más represivas hasta las más almibaradas, cual es el caso del paternalismo.


Todo acto de conquista implica un sujeto que conquista y un objeto conquistado. El sujeto determina sus finalidades al objeto conquistado, que pasa, por ello, a ser algo poseído por el conquistador. Este, a su vez, imprime su forma al conquistado, quien al introyectarla se transforma en un ser ambiguo. Un ser que, como ya hemos señalado, “aloja” en sí al otro.


Desde luego, la acción conquistadora, al “reificar” los hombres, es esencialmente necrófila.


Así como la acción antidialógica, para la cual el acto de conquistar es esencial, es concomitante con una situación real, concreta, de opresión, la acción dialógica es también indispensable para la superación revolucionaria de la situación concreta de opresión.


No se es antidialógico o dialógico en el aire, sino en el mundo. No se es antidialógico primero y opresor después, sino simultáneamente. El antidialógico se impone al opresor, en una situación objetiva de opresión para, conquistando, oprimir más, no sólo económicamente, sino culturalmente, robando al oprimido su palabra, su expresividad, su cultura.



Instaurada la situación opresora, antidialógica en sí, el antidiálogo se torna indispensable para su pensamiento.

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