GASTON
BACHELARD
LAUTRÉAMONT
(traducción de Angelina Martín del Campo)
CUADRAGESIMONOVENA ENTREGA
V LAUTRÉAMONT: POETA DE
LOS MÚSCULOS Y DEL GRITO
V
(1)
Encontraremos una nueva
prueba de la primitividad de la poesía ducassiana en la importancia dada al grito. Para el que descarta el punto de
vista de la primitividad como jerarquía nerviosa, el grito sólo es un
accidente, un tropiezo, un arcaísmo. Por el contrario, la primitividad nerviosa
prueba que el grito no es una incorporación, ni siquiera un reflejo. Es
esencialmente directo. El grito no llama. Exulta.
El grito también es la
antítesis del lenguaje. Todos aquellos que han meditado ante un niño solitario,
se han sorprendido con sus juegos lingüísticos: el niño juega a los murmullos,
a los susurros, a la voz quebrada, a los timbres de finas campanillas que
suenan sin resonar -¡ligeros cristales que un soplo rompe! El juego lingüístico
cesa cuando vuelve el grito con sus potencias iniciales, con su rabia gratuita,
claro como un cogito sonoro y
energético: grito, luego soy energía.
Entonces, una vez más,
el grito está en la garganta antes de estar en el oído. No imita nada. Es
personal: es la persona gritada. Si se retiene, sonará en su momento, como una
rebelión. Me torturas-me callo. Gritaré sólo en los días de mi venganza. Espera
entonces un grito oscuro en la noche. Mi ofensa es una espada tenebrosa. Mi
venganza es un brusco relieve en las tinieblas. No significa nada; pero,
inversamente, está significada por todo mi ser. Los que profieren grandes
gritos desgarradores no saben gritar. Han puesto el grito tras el miedo
mientras que primitivamente se sitúa ante la amenaza.
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