PAULO
FREIRE
PEDAGOGÍA DEL OPRIMIDO
NONAGESIMOCTAVA ENTREGA
CAPÍTULO
4 (20)
Dividir para oprimir (4)
La única armonía viable y
comprobada es la de los opresores entre sí. Estos, aunque divergiendo e incluso,
en ciertas ocasiones, luchando por intereses de grupos, se unifican,
inmediatamente, frente a una amenaza a su clase en cuanto tal.
De la misma forma, la armonía del
otro polo sólo es posible entre sus miembros tras la búsqueda de su liberación.
En casos excepcionales, no sólo es posible sino necesario establecer la armonía
de ambos para volver, una vez superada la emergencia que los unificó, a la
contradicción que los delimita y que jamás desapareció en el circunstancial
desarrollo de la unión.
La necesidad de dividir para
facilitar el mantenimiento del estado opresor se manifiesta en todas las
acciones de la clase dominadora. Su intervención en los sindicatos,
favoreciendo a ciertos “representantes” de la clase dominada que, en el fondo,
son sus representantes y no los de sus compañeros, la “promoción” de individuos
que revelando cierto poder de liderazgo pueden representar una amenaza,
individuos que una vez “promovidos” se “amansan”; la distribución de
bendiciones para unos y la dureza para otros, son todas formas de dividir para
mantener el “orden” que les interesa. Formas de acción que inciden, directa o
indirectamente, sobre algunos de los puntos débiles de los oprimidos: su
inseguridad vital, la que, a su vez, es fruto de la realidad opresora en la que
se constituyen.
Inseguros en su dualidad de seres
que “alojan” al opresor, por un lado, rechazándolo, por otro, atraídos a la vez
por él, en cierto momento de la confrontación entre ambos, es fácil desde el
punto de vista del opresor obtener resultados positivos de su acción divisoria.
Y esto porque los oprimidos
saben, por experiencia, cuánto les cuesta no aceptar la “invitación” que
reciben para evitar que se unan entre sí. La pérdida del empleo y la puesta de
sus nombres en “lista negra” son hechos que significan puertas que se cierran
ante nuevas posibilidades de empleo, siendo esto lo mínimo que les puede
ocurrir.
Por esto mismo, su inseguridad
vital se encuentra directamente vinculada a la esclavitud de su trabajo, que
implica verdaderamente la esclavitud de su persona. Es así como sólo en la
medida en que los hombres crean su mundo, mundo que es humano, y lo crean con
su trabajo transformador, se realizan. La realización de los hombres, en tanto
tales, radica, pues, en la construcción de este mundo. Así, si su “estar” en el
mundo del trabajo es un estar en total dependencia, inseguro, bajo una amenaza
permanente, en tanto su trabajo no les pertenece, no pueden realizarse. El
trabajo alienado deja de ser un quehacer realizador de la persona, y pasa a ser
un eficaz medio de reificación.
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