19/8/16

CHARLES BAUDELAIRE

PEQUEÑOS POEMAS EN PROSA


CUARTA ENTREGA


IV / EL CONFITEOR DEL ARTISTA



Qué penetrantes son los atardeceres del otoño! Ah! penetrantes hasta el dolor! Porque hay ciertas sensaciones deliciosas, en las que la vaguedad no excluye la intensidad; y no existe punta más acerada que aquella del Infinito.


Enorme delicia la de sumergir la mirada en la inmensidad del cielo y del mar! Soledad, silencio, incomparable castidad del azur! Una pequeña vela temblorosa en el horizonte que, por su pequeñez y su aislamiento, imita mi irredimible existencia, melodía monótona; todas estas cosas piensan por mí o yo pienso por ellas (porque en la grandeza del ensueño el yo se pierde tan rápidamente!); ellas piensan, digo, pero musical y pintorescamente, sin argucias, sin silogismos, sin deducciones.


Siempre, estos pensamientos, ya salgan de mí o se lancen desde las cosas, llegan a ser rápidamente muy intensos. La energía en la voluptuosidad crea una enfermedad y un sufrimiento positivos. Mis nervios, excesivamente tensos, sólo producen vibraciones agudas y dolorosas.



Y, sin embargo ahora la profundidad del cielo me consterna; su limpidez me exaspera. La insensibilidad del mar, la inmutabilidad del espectáculo, me sublevan… Ah! ¿Deberá ser necesario sufrir eternamente o huir eternamente de lo bello? Naturaleza encantadora sin piedad, rival siempre victoriosa, déjame! Cesa de tender mis deseos y mi orgullo! El estudio de lo bello es un duelo en el que el artista grita de espanto antes de ser vencido.

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