ENCUENTRO CON LA SOMBRA
(El
poder del lado oscuro de la naturaleza humana)
Carl G. Jung / Joseph
Campbell / Marie-Louise von Franz / Robert Bly / Ken Wilber / Nathaiel Branden
/ Sam Keen / Larry Dossey / Rollo May / M. Scott Peck / James Hillman / John
Bradshaw y otros
Edición a cargo de Connie Zweig y
Jeremiah Abrams
CIENTOVIGÉSIMOSEGUNDA
ENTREGA
OCTAVA PARTE
LA CONSTRUCCIÓN DEL ENEMIGO: ELLOS
Y NOSOTROS EN LA VIDA POLÍTICA
30. EL CREADOR DE ENEMIGOS (5)
La
culpa genera más culpa. Es por ello que la nación o la persona paranoica creará
un sistema de mentiras compartidas, una paranoia
à deux. El sistema de creación de enemigos supone la participación de dos o
más adversarios arrojando su basura psicológica inconsciente en la puerta trasera
de los otros. De este modo, todo lo que rechazamos en nosotros mismos
terminamos atribuyéndoselo al enemigo y viceversa. Dado que este proceso de
proyección inconsciente de la sombra es universal los enemigos “se necesitan”
mutuamente para poder despojarse de las toxinas psicológicas desposeídas. De
este modo terminamos creando un vínculo de odio, una “simbiosis de
enfrentamiento”, un sistema integrado que nos garantice que jamás nos veamos
obligados a afrontar nuestra propia sombra.
En
el conflicto Estados Unidos-Unión Soviética ambas partes se necesitaban
mutuamente como blanco de sus proyecciones. La propaganda soviética que
describía a Estados Unidos como un violador de los derechos humanos se parecía
al cazo que llama sucia a la olla y, por nuestra parte, los ataques contra el
control estatal soviético y la ausencia de propiedad privada sólo reflejaban
nuestro rechazo inconsciente de la pérdida de libertad individual bajo el
capitalismo corporativista y nuestra dependencia del apoyo gubernamental
durante toda nuestra vida. Estos aspectos contradecían la imagen que nos
habíamos forjado de nosotros mismos como individualistas empedernidos.
Oficialmente, equiparamos la dependencia del Estado a la esclavitud y, sin embargo,
nos vemos obligados a adoptar un macrogobierno y un socialismo galopante que
indican, obviamente, que tenemos enormes necesidades y dependencias que no se
corresponden con la imagen del “hombre Marlboro” que hemos forjado de nosotros
mismos. Los soviéticos, por su parte, cuando veían que el consumo era una forma
de libertad y que esta producía beneficios aspiraban también a una mayor libertad
personal. Nosotros creemos que los soviéticos sacrifican al individuo a los intereses
del Estado y ellos, por su parte, consideran que nosotros identificamos la
avaricia de los poderosos a costa de la comunidad, permitiendo el beneficio de
una minoría a expensas de la inmensa mayoría. Así, mientras estamos
intercambiando insultos permanecemos a salvo de emprender la ardua tarea de
comprender las considerables deficiencias y crueldades de nuestro propio
sistema.
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