ENRIQUE
AMORIM
LA
CARRETA
Prólogo
de Wilfredo Penco
Montevideo
2004
CUARTA ENTREGA
PRÓLOGO
(4)
Lo
primero fue un cuento
“La Carreta no es una novela, afirmó,
rotunda, Alicia Ortiz, hace más de cinco décadas, en su laudatoria e
interesante conferencia sobre Las
novelas de Enrique Amorim (31). Es por lo menos curioso que en un trabajo
dedicado a la novelística, después de haber analizado la obra de 1932 en ese
marco, se haya llegado a conclusión tan contundente como paradójica. Aunque es cierto
que para la citada crítica argentina ese hecho, basado en la ausencia de “un
conflicto individual o colectivo como tema central desarrollado”, carecería de
importancia -“nada obliga a encasillarla”- ni tampoco iría en desmedro del
propósito de belleza y originalidad en la narración.
Un
especialista minucioso en la obra de Amorim como K.E.A. Mose se ha detenido en
este polémico aspecto, el de la estructura, que provocó tempranas alusiones de
los críticos y aunque sin llegar a los extremos de Ortiz, sostiene con similar
orientación “la falta de coherencia” del libro considerado como novela, y dice
algo más: “la última versión (…) es una creación literaria que refleja cierta estructura
social más que respeta los patrones tradicionales de la estructura literaria”
(32).
También
Emir Rodríguez Monegal había expresado una misma concepción -que confunde
planos diferentes, el de la vida que se procura representar y el de la que efectivamente
queda representada en la estructura literaria- en los siguientes términos: “lo
que busca expresar este narrador no es la estructura implacable de la obra
literaria sino el fluir seguro de la vida” (33).
Fernando
Aínsa, que coordinó la edición crítica de La
carreta en la colección Archivos, fue más prudente y a pesar de que recogió
en su análisis el referido punto de vista, no lo compartió por lo menos
expresamente y se limitó a señalar en adecuada perspectiva que lo que carece
esta primera novela de Amorim es “de una estructura novelesca ‘tradicional’”
(34).
El
proceso de elaboración de La carreta justamente
pone de manifiesto que el autor no podía, por la propia construcción genética,
respetar preceptos organizativos convencionales. Es también Aínsa quien dice
que “en La Carreta, la pretendida
unidad de la estructura novelesca proviene de una multiplicidad de direcciones expresada
en textos que se consideraron en su momento definitivos en función de su propia
unicidad como relatos y cuya apertura y estallido hacia la forma más compleja y
trabada de la novela, necesitaba de una metodología de análisis crítico
diferente” (35).
En
efecto, los cinco cuentos que después pasaron a ser capítulos -incluido “Carreta
solitaria” (36) que es posterior a la primera edición de la novela- pueden ser
considerados textos definitivos porque cada uno funciona con autonomía y no
requiere de los demás para su sobrevivencia.
Esto
es seguramente lo que ha llevado a Alicia Ortiz a sostener que La Carreta está constituida por “unos
cuantos relatos hilvanados en torno de su itinerario incierto” (37). Pero esta
vez es Aínsa quien acierta al destacar que “el autor los convirtió (a los cuentos)
en el ‘eje’ de su plan y no simplemente en episodios accidentales o secundarios
de una estructura concebida de otro modo. Los cuentos constituyen el “nódulo”
de La Carreta” (38).
A
esto habría que agregar que por lo menos tres de los cuentos -“Las quitanderas”
(Segundo episodio)” y “Los explotadores de pantanos”- son unidades estratégicas
que aun siendo narraciones breves conclusivas, se abren al espacio novelesco y
lo determinan. Como se ha señalado en otra oportunidad (39), cuando Amorim se
dispone a diseñar La Carreta cuenta
con dos pares de cuentos que van a ser cuatro capítulos en la primera edición.
Menos de una cuarta parte. Y, sin embargo, tres no sólo son instancias claves
de la novela, sino algunos de los textos más extensos y desarrollados, a partir
de los cuales -o al menos teniéndolos presentes- seguramente son elaborados
casi todos los demás. Por su parte, “Carreta solitaria”, incorporado a la
edición de 1942, fue concebido, sin duda, como un relato independiente pero a
la vez en función del mundo novelesco de La
Carreta y para que formara parte de él.
Otra
vez corresponde citar a Mose cuando observa que “la novela como obra orgánica
vino tarde y después de brotes individuales representando la visión amoriniana
del mundo rural” (40). Amorim ha explicado que en los primeros tiempos de su
producción “no estaba en aquella época tan seguro de lo que hacía en materia
narrativa. Se publicaban mis cuentos en ‘La Nación’ y ‘El Hogar’ con alguna
regularidad (…) Saltar del cuento a la novela era perder un filón apreciable.
No siempre el editor compra el original de una novela, en cambio la revista
paga bien el cuento. Fue así que preparé el material para La Carreta en capítulos independientes pero con el motivo central
de una carreta conduciendo mujeres de ‘ojos licenciosos’” (41).
Notas
(31) Ortiz, Alicia: Las novelas, ob. cit.
(32) Mose, K.E.A.: “Producción
de” ob. cit.
(33) Rodríguez Monegal,
Emir: “El mundo uruguayo” ob. cit.
(34) Aínsa, Fernando: “Génesis
del texto. De los cuentos a la novela”, en La
Carreta, edición crítica, ob. cit.
(35) Aínsa, Fernando: “Génesis”
ob. cit.
(36) “Carreta solitaria”
en La Prensa, Buenos Aires, 21 de setiembre de 1941. El cuento fue recogido en
esta versión, en el póstumo El ladero y
varios cuentos, París, 1970.
(37) Ortiz, Alicia: “Las
novelas” ob. cit.
(38) Penco, Wilfredo: “Génesis
de La Carreta”, en La Carreta,
Edición crítica ob. cit.
(40) Mose K.E.A.: “Producción
de” ob. cit.
(41) Amorim, Enrique: “Conferencia”
ob. cit.
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