FELIPE POLLERI
EL VIRUS URUGUAY
(Un fragmento de La vida familiar)
EL OTRO DIA, el otro día fue hace un
año o dos, me acerqué al micrófono y dije:
-Tengo algo que decir sobre las
personas de la tercera edad, sobre el adulto mayor.
El muchachito de la radio, seguro de
que iba a decir las pavadas que dicen los viejos, se había ido a buscar una
lata de cerveza o a charlar por ahí con alguna putita.
-Los viejos -dije-, esos
cerebros de mosquito con orejas de elefante fueron o son ministros, jueces,
presidentes, veterinarios, abogados, cirujanos, filósofos, profesores, grandes
y pequeños comerciantes, literatos, estancieros, industriales, cancilleres,
obispos, embajadores, etcétera. Esos viejos de mierda -dije-, que fueron
adultos de mierda, jóvenes de mierda y niños de mierda, se dedican a llenar las
salas de espera de los hospitales y los sanatorios para matar el tiempo perorando
sobre sus enfermedades -dije-, cuando no están amargándoles la vida a sus
hijos y nietos y bisnietos con sus mezquindades e idioteces o
escuchando -dije- a todo volumen esos varios miles de programas radiales y
televisivos centrados en el cáncer de próstata y de colon, para no hablar de la
así llamada "calidad de vida" del adulto mayor, de la fruta y la
verdura –dije-, pero si este es un país de viejos –dije-, de viejos y
viejas, de urracas viejas y de cuervos viejos, es porque los bebés ya sueñan
con ser empleados públicos jubilados, después de ser empleados públicos
corruptos, NUNCA FUERON NIÑOS; viejas, siempre y viejos, siempre; viejos
cuervos y viejas urracas y cacatúas. Viejos chimpancés, viejas comadrejas,
viejas hienas y viejos esqueletos de momia jorobada de camello -dije-,
animales invertebrados como esos soretes de perro que reptan hacia la mitad de
la vereda para ensuciarnos los pies, las chancletas o el único par de zapatos
rotos que tienen los enfermos mentales como yo".
"Este es un país de viejos
malvados -dije-, aunque tengan cinco o diez o 15 años de edad -dije-,
son alimañas viejas -dije-, alimañas rastreras y alimañas trepadoras. Se
odian entre sí -dije-, odian a sus padres y a sus hijos y, sobre todo, me
odian a mí porque soy joven, hermoso y extranjero y porque no soy un viejo
ladrón como ellos, todos viejos ladrones desde que nacieron -dije-. Por lo
tanto, la Organización de las Naciones Unidas tiene que salvar a la Humanidad
de este virus exclusivamente uruguayo, pero transmisible, y me río del sida o
el ébola, la ONU tiene -dije-, tiene que planear y ejecutar el total
exterminio de todos los pobladores de este país infectado hasta la médula de la
masmédula, Uruguay -dije-, Uruguay, ese virus con tres millones de
portadores, etc, etc".
Ahí el muchachito, y un par de viejos
de unos 30 y 50 años, respectivamente, me arrancaron de la silla y del
micrófono, y me llevaron casi en andas hasta la puerta de la radio comunitaria.
Seguramente, algún viejo de mierda había llamado a la radio comunitaria y
habría gritado que un degenerado estaba diciendo inmundicias en el micrófono de
la radio comunitaria, la radio comunitaria antedicha. Agrego que, mientras
desarrollaba mi discurso, me había fumado un par de cigarrillos; delito penado
severa y sumariamente por la Constitución. Los había apagado a escupidas y
puesto con el mayor orden, uno junto al otro, en el lugar de la mesa en que
debió haber un cenicero.
Fumo, claro que sí. Fumo tres cajas
de cigarrillos al día y como fritos con mucha sal, y me bajo un litro de vino
todas las noches. Ya sé, idiotas, que estoy perdiendo el hilo... Es la edad. No
soy el escritor que fui (hace 40 años y pico). Tengo el cerebro apolillado.
Además, estoy loco. Siempre estuve loco. Nací loco para decirlo todo de una
vez. Tengo la "personalidad escindida" desde que me besaron los
ángeles.
Todas las noches, antes de mi litro
de vino tinto, salgo a caminar y a fumar, es decir, a asesinar a los fumadores
pasivos. Elijo con mucho cuidado a mis víctimas, como es hábito entre los
asesinos seriales.
Felipe Polleri (Montevideo, 1953)
es novelista, periodista y licenciado en bibliotecología. Publicó su primera
novela, Carnaval, en 1990, y ha publicado desde entonces una decena
de obras de ficción entre las que destacan Gran ensayo sobre Baudelaire (2007),
¡Alemania, Alemania! (2013) y Los animales de Montevideo (2015).
Su obra ha sido traducida al francés, al italiano y al portugués. Publicó
también en la colección "De los flexes terpines" que dirigió Mario
Levrero. El extracto aquí publicado fue tomado de su última novela, La
vida familiar, publicada por Criatura Editora, 2016, Montevideo, 86 págs.
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