30/8/16

JAVIER RICCA

EL MATE: ADIVINADOR DE VERDADES



La peripecia de la yerba-mate ha fluido dentro de la cultura popular, de generación en generación, como un río subterráneo que no reconoce fronteras. Cobijado en las destrezas familiares, este hilo invisible nos vincula con los pobladores nativos, como fugaz mariposa, que sabe que en poco tiempo será libélula.


El mate nos mira. Pide que llenemos su cuenco, que gorgoteemos su yerba, él nos compensará con un sabor áspero y amargo que nos recordará nuestros pesares, al tiempo que entibiará nuestras entrañas, estimulará nuestro cuerpo, nuestra alma.


Amigo fiel en la soledad, ¿cuántos habríamos enloquecido sin su compañía?, sin la fugaz ansiedad que separa una y otra cebadura, permitiéndonos evaluar al final del día nuestros sucesos y, al amanecer, proyectar con entusiasmo nuestros sueños y anhelos.


Oído permanente: ¿cuántas veces lo hicimos reír con nuestros planes futuros? y él en silencio, solidario, haciendo el aguante nos mira, nos pide que llenemos su cuenco, que gorgoteemos su yerba, él nos compensará con el beso indirecto de la vecina, a quien no sabíamos hablarle, y él murmuró por nosotros. Le dijo estoy dispuesto a compartir todo contigo. Fue cebado con azúcar para decir te quiero, fue la excusa para que las manos se acariciaran, fue el silencio que rompió con su ronquido final, fue el cintillo que unió las almas. Fue mudo testigo del crecer del primer hijo a quien dejó de mirar con recelo cuando, hecho guarapos, frío y lavado lo sorbió por primera vez.


Mientras nos miraba y nos pedía que llenáramos su cuenco, que gorgoteemos su yerba, él nos compensó recibiendo con lo mejor de sí a nuestro prójimo, sin importar su cuenta bancaria o su currículum vitae.


Compartió con todos la ronda, hasta con el gringo a quien le costó saborearlo pero al que en pocos días, aquerenciándolo al terruño, lo transmutó en un gaucho más, aprendiendo a tomar mate antes que a hablar el idioma. Al tiempo que, nos mira y pide que llenemos su cuenco, que gorgoteemos su yerba, que él nos compensará, en secreto nos cuenta que si alguien cree que la ausencia de su alcaloide hace doler la cabeza, eso es ciencia, que los médicos no erran el diagnóstico.


Pero mi mate (y esto queda entre nosotros), adivinador de verdades, me confesó que nos reclama su abandono, llama a nuestro desaire con esa pequeña y sorda dolencia, no es la ausencia de la metilxantina en nuestro cuerpo, es el corte de la savia verdosa que nos une a nuestros antepasados, a aquel guaraní que por las sendas de la selva masticó y rumió miles de hojas, buscando el particular sabor amargo de los estimulantes que distingue a las plantas vivificantes, y es la alerta que nos recuerda que este nativo menospreciado y subestimado logró, con su desarrollo tecnológico, obtener de las hojas del Ilex, los secretos de esta tizana mágica, con los mismos principios de tueste, molienda, secado e implementos para consumirla que hoy en día.


Mientras tanto nos mira, nos pide que llenemos su cuenco, que gorgoteemos su yerba, él nos compensará uniéndonos al recién llegado. Se entregará con su mejor compostura; cebado con pericia, brillará la golilla de espuma copetona, mantendrá la montaña de yerba seca y, como un manantial de sierra, fluirá sin presunciones. Al final de la charla nos ayudará a retener a nuestro amigo, cebándole el último mate en la despedida, el penúltimo en el corazón, el del estribo, el mate que retiene el afecto, el mate que te codea y te recuerda que tienes que decir: dale, tómate otro…



Y el mate por primera vez se hace el distraído, no puede seguir insistiendo en que llenemos su cuenco, por un momento nos pide un descanso que él ya nos compensará, porque tiene memoria y recuerda cuando lo consideraban un vicio herético, cuando Hernandarias quemaba toneladas de yerba en las plazas de Buenos Aires, cuando era considerado por los jesuitas como el padre de todas las mentiras. Satanás. Cuando su malignidad era igual a la de los cíclopes que no temían ni a los hombres ni a los dioses. Desde su único ojo nos mira. Él sabe que muchos sabemos que no es una simple cáscara, porque en cada amanecer, generación tras generación, con el simple acto de sorberlo siempre va a estar unido, no de boca en boca sino de corazón a corazón a nuestros afectos, a nuestras tradiciones, a nuestra tierra, estemos donde estemos. 

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