LA
INTIFADA PALESTINA Y SU POESÍA
Poemas
palestinos de resistencia
Taufiq
Zayyad
Mahmud
Darwish
Fadua
Tuqán
Samih
Al-Qasim
Salim
Yubrán
Prólogo, selección y notas de Alejandro Hamed Franco
Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de
Artes, 2016 / Primera edición: Arandurâ Editorial, 2002.
VIGESIMONOVENA ENTREGA
SAMIH
AL-QASIM (4)
Para
ti, donde mueres
Tu carta, que hasta mí
ha atravesado noches y alambradas.
Tu carta, que cayó bajo
mi puerta como el ala de un ángel,
¿por qué, al abrirla
mis manos,
se deshizo en espinas
sobre mi corazón,
contra mi rostro?
Tu carta, que saqué del
fondo del estanque de la ausencia,
me ha traído de nuevo
nuestra infancia
desde los duros pozos
de la pena.
Me ha traído otra vez
nuestra inocencia,
los himnos matinales,
las clases, las diabluras de la tarde,
la plaza de la aldea,
y la voz de tu padre,
chillándonos:
“Ea, basta ya, chicos,
a dormir!”…
Y a tu madre, cada vez
que preguntaba:
“¿Qué tal está Samih?”…
Y a la mía, sorbiendo
su café y diciendo tan ancha:
“Muy bien, gracias a
Dios… ¿y Fuad?”
“Como su compañero”
“Dios preserve a los
dos del mal de ojo,
del abandono y de la
envidia!”
Tu carta, que voló
sobre mi herida
como un pájaro huido de
las cárceles del dolor y la nada,
amigo del lucero
matutino,
¿por qué, al abrirla
mis manos,
se deshizo en espinas
sobre mi corazón,
contra mi rostro?
* * *
“Mi muy querido hermano”
Me has escrito,
orgulloso… “¡Mi muy querido hermano”
Mis mejores saludos
vuelan, desde Beirut,
hacia ti, allá, donde
tú mueres,
como prenda de lo poco
que queda, de tu menguada herencia.
Mis mejore saludos…
Soy ahora un hombre
nuevo… Como no te supones.
Acabé los estudios
superiores,
y he obtenido el
diploma del Instituto.
Tengo un mayor despacho,
más renombre,
una amiguita rubia cuya
abuela es francesa,
y otra, cuyo abuelo
dirigió las conquistas cruzadas.
Y, lo mismo que el
resto de los señores,
una linda perrita en el
patio de la casa.
Mi muy querido hermano…
¿No podrías venirte, tú
también, a Beirut,
y dejar ya tu úlcera
odiosa?
¿abandonar tu rostro,
en el lodo tirado?
¿y dejar esa vida
miserable?
Tu campo no es más
vasto que mi campo,
tu casa no es más bella
que la mía.
¿No podrías venirte tú
también?...
Mi muy querido hermano:
Mis mejores saludos
para ti, donde sigues,
en la ciénaga.
* * *
Tu carta, que hasta a mí
ha atravesado noches y alambradas.
Tu carta, que cayó
sobre mi puerta como el ala de un ángel,
¿sabes?
al abrirla mis manos
se deshizo en espinas,
sobre mi corazón,
contra mi rostro.
¡Queridísimo hermano!
Para ti, allá en
Beirut,
allá donde agonizas.
Igual que una azucena
sin raíz,
como un río que su
fuente ha perdido,
como una canción sin
comienzo,
como una tempestad sin
existencia.
Para ti, donde mueres
como el sol otoñal,
con mortajas de seda.
Allá donde
-¡herida mía, y
vergüenza!-
estás agonizando.
Tú, que viertes el agua
de tu rostro en mi fuego.
Para ti, desde mi alma
combatiente,
desnuda y muerta de
hambre,
el más hondo saludo,
¡la maldición perenne
de tu casa!
No hay comentarios:
Publicar un comentario