LOS
RECOVECOS DE MANUEL MIGUEL
Desbocada
reinvención de la vida de Manuel Espínola Gómez.
Hugo
Giovanetti Viola
Primera edición: Caracol al Galope, 1999.
Primera edición WEB: elMontevideano Laboratorio de
Artes, 2016.
SÉPTIMA ENTREGA
SEGUNDA
PUERTA: ARENA ASOMBRADA (3)
A
MEDIADOS de junio Manolo presenta un formidable proyecto de tapa para la
revista y al salir de la reunión estoy a punto de invitarlo a cenar pero me da
vergüenza: lo que yo necesito en realidad es terminar de emborracharme y él ni
siquiera toma alcohol: en julio sobrevivo registrando milimétricamente el
primer verdor en algunos árboles hasta que la dorada y fugacísima penetración
de agosto acaba por convencerme de que recién en primavera podré resucitar como
Dios manda.
Una tarde de domingo vi
pasar caminando a Manolo hacia lo de Fifina y aproveché para alcanzarle un
material poético recién llegado a la revista. Me invitaron con té y bizcochos,
pero yo tenía que llevar a mis padres a tomar un ómnibus en el centro. Se iban
dos semanas al Brasil. Cuando volví encontré al Peludo esperándome en el portón
de casa. No quiso entrar.
-Quería saber cómo
andabas, nomás -mostró los dientes con dulzura.
-Ando esperando a una
muchacha que debe estar escondida atrás de la puerta de la primavera -contesté.
-Feliz de usted que
está para esos trotes.
-Disculpá la
indiscreción: ¿vos nunca te casaste?
-No. Mujeres hubo
muchas. Y machihembrado viví dos veces, casi con ganas de tener un hijo y todo.
Pero la convivencia es tremenda. O uno será tremendo, vaya a saber. Yo sólo
pude convivir con mi padre.
Y nos miramos fijo. (Mi
padre era la persona que yo más quería en la vida. Y acababa de sentir que lo
despedía para siempre -sin ninguna razón justificada- entre la arborescencia
neblinosa de la Plaza Libertad.)
-Bueno, el miércoles
nos vemos -dijo el Peludo sacudiendo la cabeza como un perro mojado. -No vengas
hasta la parada, por favor: hace un frío que te achura. Y además yo siempre oí
decir que a los esqueletos empelucados los favorece mucho el viento del sur.
Mejor quedate adentro y poné algo de Mozart. Serenito.
Y
el miércoles se somete a aprobación el material del primer número de la revista
y cuando llegamos a los poemas Manolo objeta ásperamente la inclusión de los textos
que le arrimé a lo de Fifina: Uno ya está cansado de tener que zamparse tanta
tajadita de salchichón insulso resopla En el banco de material hay cosas
muchísimo más interesantes que esas: Ojo que esas cortadoras de salchichón son
dos de las poetas más importantes de los últimos treinta años me retobo y el
Peludo se incorpora con las cejas desmelenadas y dice que a él no le interesa
la supuesta importancia de nadie y menos su cercanía política y agrega Guarda que
yo soy un tipo muy difícil: Yo tampoco soy fácil le sale al paso Saúl y Macedo
y Tarik se miran sacudiendo la cabeza y terminamos por suspender la reunión y
dejar el tema para la próxima semana y mientras bordeamos el Estadio en la
camioneta Manolo rompe el silencio para advertirme que cuando él propuso
funcionar por unanimidad sabía en lo que se estaba metiendo y al llegar a Soca
y Rivera dice Dejame aquí nomás que preciso estirar un poco las patas y se va
caminando como si llevara las muñecas atadas sobre el ensanchamiento del saco
azul eléctrico.
FINALMENTE HUBO acuerdo
respecto a la publicación de los poemas y esa noche Manolo me sugirió frotándose
las manos con picardía, de camino a su casa:
-¿Qué te parece si
vamos a una parrilladita de mala muerte que está abierta hasta muy tarde, allá
frente al zoológico? Si a vos te alcanza para prestarme lo que sale la cena yo
te lo puedo devolver cuando cobre la jubilación, la semana que viene.
Comemos
chorizos y morcillas en un sucucho enclenque donde no hay ni postre y
terminamos hablando de nuestros respectivos padres y de la versión del
Concierto Nº 21 para piano y orquesta utilizado en la banda sonora de Elvira
Madigan: entonces Manolo alza los brazos
para invocar a Wolgfang Amadeus pero queda en suspenso mirando el asador: una
radiante y rara ansiedad de sosiego le quema los ojos: Si me permitís dice Voy
a invitarme con una morcilla dulce para el postre: y su sombra gigante se
requiebra en los ángulos del cinc mientras va hacia el mostrador y vuelve para
engullir la híbrida sabrosura del color embutido en la pasta nutricia: Eso
quiero hacer: Mozart: esa serenidad para esperar la muerte suspira hinchando
una mirada mansa.
Y en ese momento me
animé a preguntarle si no se podía ver algún paisaje de los que iba a exponer en
menos de tres meses.
-Todavía no los pinté -chistó,
contrariado. -Esto de la revista no me deja empezar. Pero en cualquier momento
voy a ver si me largo a meterles el diente. Che, hablando de todo un poco: ¿vos
te enteraste que Yemanjá del Mar Dulce les declaró la guerra a los que te dije
y les larga comparsas de esqueletos tamborileros por Curuguaty?
-Quiere decir que
también hay esqueletos como la gente -suspiré.
-Claro. Vos fíjate nomás
en aquella Muerte que se dejó joder jugando al ajedrez en El séptimo sello. ¿Te acordás? Una parca macanuda.
-Parecía más macanudo
el caballero.
-No -se escarbó la risa
Manolo con uno de mis fósforos. -Fue ELLA la que permitió que se salvara la
Sagrada Familia!!!! TODOS NECESITAMOS DE TODO!!!! Mirá: yo estoy seguro que si
vos desafiás a una pulseada a ese medusón que te persigue y le desparramás
falange por falange se termina la joda. Porque lo que él precisa es PULSEAR!!!!
¿Me entendés? Hay que ganarle, loco. O vas a terminar peor que esta morcillita.
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