ALAIN BADIOU
“HAY UNA CRISIS DE IDEOLÓGICA GLOBAL”
Por Patricia De Souza
Definitivamente polémico, Alain Badiou (Rabat, 1937) no ha dejado de nadar en las
aguas de la actualidad. Discípulo de Louis Althusser, su teoría del sujeto,
expuesta en su libro más conocido, El
ser y el acontecimiento, sostiene que las matemáticas son la
verdadera ontología. Como filósofo ha analizado también temas tan diversos como
el bienestar y el amor, así como la crisis de la democracia representativa en
Francia.
En su último libro, A la
recherche du réel perdu (A la búsqueda de lo real perdido; Fayard,
2015), afirma que hemos llegado no tanto al final de la historia de Fukuyama
como a la convicción de que el capitalismo es el único sistema posible.
Pienso que la
alternativa al capitalismo sufrió un fracaso histórico y que la tentativa de
organizar la economía sobre bases colectivistas y nacionalizar el sector
privado dio como resultado construcciones fracasadas como la del Estado
soviético y China. Ese es el principal argumento del capitalismo hoy día. Se
nos dice sin cesar: “Ya ven, aquello nos condujo a cosas terribles”. Y han
logrado convencernos. Es como si nos encontrásemos en pleno siglo XIX, es
decir, en una época en la que podemos imaginar otra vía, podemos proponerla,
pero carece de una imagen concreta. Si en la Guerra Fría estábamos entre dos
mundos, ahora vivimos en un mundo unificado por el mercado. No es el fin de la
historia, sino un estado intermedio en el que habrá que reconstruir una
alternativa, como hicieron los militantes y pensadores del XIX. Es un proyecto.
¿Una crisis de civilización?
Sí, porque la
mundialización capitalista es patológica y la gente parece incapacitada para
oponer resistencia.
¿No encuentra cierta reacción en América
Latina?
En todas partes del
mundo hay búsquedas de otras vías. En América Latina hace tiempo que se está
buscando una manera de separarse de la modernidad occidental sin rehacer la
tradición. Un ejemplo es la manera cómo gobierna Evo Morales. No veo nada nuevo
por el momento. No son propuestas sólidas y pueden ser vencidas con facilidad.
En Francia también asistimos a la promesa de Mitterrand, quien nacionalizó
bancos y empresas, hizo algunas innovaciones, pero no fue realmente “otra vía”,
sino un paquete de reformas positivas e interesantes dentro de un sistema
financiero existente. La modernidad está sobre todo bajo el dominio del
capitalismo occidental. Y la crisis de nuestra civilización, que es positiva,
surge de un enfrentamiento entre la modernidad y la tradición. No tengo duda de
que de ella saldrán cosas nuevas.
En aquellos países en los que no se ha respetado la
tradición parece lógico que esta se busque con anhelo…
No me opongo a ello
en los lugares donde la tradición ha sido aplastada o dominada por cierto deseo de Occidente. Aunque tarde o temprano en esos
países será necesario inventar una modernidad propia.
¿Menos eurocéntrica?
Seguro.
¿Qué diagnóstico hace sobre Francia?
Es una gran
potencia imperial que se opaca y que necesita inventar una nueva cultura
política. No hay que olvidar que parte del brillo procede del mito de la
Revolución Francesa.
¿Qué impide que se renueve?
No es que esté
impedida o sea incapaz, es que hay una crisis simbólica, cultural e ideológica
a escala planetaria. Sobre todo en Francia, porque ha sido una gran potencia
cultural.
A propósito de crisis simbólica, ¿no tiene la
impresión de que hay una narración histórica que se ha roto?
Creo que podemos
seguir escribiendo la historia como la hemos entendido siempre, con un hilo
causal: la historia de nuestro tiempo es la de la hegemonía del capitalismo
globalizado. Cuando Marx hablaba del mercado mundial, no era nada comparando con
lo que es ahora. Cuando Marx hablaba del enfrentamiento de los grandes grupos
industriales, comerciales o bancarios, no era nada en comparación con el que
hay en la actualidad. Incluso sobre la concentración del capital: hoy sabemos
que el 1% de la población mundial posee la mitad de recursos disponibles. Las
categorías marxistas como descripción, y no como modelo político, se han estado
actualizado en su dialéctica.
¿No es una síntesis demasiado racional para estos
tiempos tan imprevisibles?
A mí me da la
impresión de que hay más bien un defecto de razón. Culpabilizar al otro (ya sea
árabe o inmigrante) de lo que nos sucede denota mucha más superstición que
razón.
¿Qué piensa de esa Francia zombi que describe
Emmanuel Todd en su libro¿Quién es Charlie?
Coincido con él en
que se produjo una manipulación y una instrumentalización políticas del drama
que se vivió, aunque discrepo cuando trata de explicar la modernidad apoyándose
en la tradición. Él piensa que una tradición muerta, “el catolicismo”, es la
que determina los comportamientos y las conciencias de las personas. En parte
es verdad; hay una burguesía católica que se rige aún por las categorías
morales tradicionales. Lo hemos visto con las manifestaciones contra el
matrimonio igualitario, que son manifestaciones de adhesión a la tradición
religiosa. Sin embargo, por otro lado, es evidente que piensan que están en la
modernidad y se produce una aceptación del orden establecido, de este
capitalismo global, convencidos de que nada puede cambiar. Hay pasividad y
resignación.
¿Cómo se explica esta pasividad?
Esa pasividad es
consecuencia del sistema dominante. Pero hay formas de resistir: la poesía, el
arte…
¿No es algo que se está quedando caduco?
No se crea. Ahora
lee más gente que en los siglos XVIII o XIX, cuando era un hecho restringido a
las clases dominantes.
¿Cree que aún soñamos con el futuro?
Más bien tenemos
pesadillas sobre la destrucción del mundo. Eso es lo que se vende.
Y en medio de este panorama, ¿qué queda del sujeto
independiente?
Conviene distinguir
entre los conceptos de individuo y de sujeto. Individuo son los animales que
hablan, pero sujeto es otra cosa, es aquel que decide. Freud, en su libro Malestar en la civilización, sabía que la sociedad
mercantilizada representaría un problema para la civilización. El psicoanálisis
sublima los intereses inmediatos, y si solo nos movemos por intereses egoístas,
es difícil asumir ningún pacto colectivo y razonable. Es lo que está
sucediendo.
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