JOSÉ LUIS MACHADO
NO SOLO POSES (*)
-No me
desabraces -me dijo esa noche cuando solté su cuerpo y giré hacia un costado, buscando
en las sábanas vírgenes un poco de frescura.
En la mañana,
al levantarme, recordé esa expresión: no me desabraces. Todo el día
repiqueteó en mi cabeza. Miraba a alguien y pensaba que decía no me
desabraces. Veía una vidriera y los maniquíes me hablaban lo mismo con su
quietud. En fin, todo ese día se contuvo en esas tres palabras.
La
noche no sé si decir llegó, pues siempre es así de inevitable. Me
acosté y comencé a probar varias poses de dormir sin desabrazar. Sin
que ella se diera cuenta.
Entonces ella
apoyaba su perfil en mi pecho, su mano en mi cintura, su pierna derecha sobre
la mía izquierda. A ratos roncaba; yo roncaba. Se despertó y me dijo date
vuelta. Entre dormidos, nos pusimos: ella delante de mí, las manos como
pidiendo a dios, las piernas arrolladas y, como un calco de ella en escala de
uno y medio, yo, abrazando su cintura y un poco más. Con la cabeza hacia atrás,
evitando los cabellos que me causan alergia.
Veintitrés
minutos más tarde, se levantó, fue al baño; la cama se me hizo interminable.
Volvió. Sus nalgas heladas cambiaron mi posición. Nuevamente en cucharita, pero
al revés. Al poco tiempo se despertó. No podía respirar bien,
entredijo.
Sonó el
despertador. Me levanté. Cubrí mi cuerpo, como siempre antes de salir a la
calle. La besé. Atravesé la puerta, aunque debiera decir el marco. Fui a
trabajar.
Esta vez los
bostezos, el café y el sueño ocuparon mi día. Además del tic: levanto el sello,
pongo la hoja, bajo el brazo.
Al fin de la
jornada, ya deshecho por el sueño y el cansancio, retorné a casa. Sólo veía una
cama en mi camino. Al cruzar, distraído, la última calle, un auto me atropelló.
Perdí el conocimiento. Me di cuenta dos años más tarde (en esos redondeos que
uno le da a la vida) cuando desperté en un hospital, abrazado por mi mujer que,
al soltarme un instante, para secar sus lágrimas con una de mis camisas
(siempre le quedaron mejor a ella) escuchó de mí... No me
desabraces.
(*) Editorial
Dunken Argentina diciembre de 2015
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