ESCRITOS
DE HORACIO QUIROGA
TRIGÉSIMA
ENTREGA
La inmoralidad de “La Garçonne” (*)
(1)
Esta
culpa de inmoralidad recaída sobre un novelista con treinta años de honestísma
labor, inmoralidad supuesta tan obscena y crasa que el Consejo de la Legión de
Honor se ha visto forzado a arrojar al escritor de sus filas, constituye un
hecho bastante más trascendental que la excomunión religiosa y digno, por lo
tanto, de grave atención.
Nadie
ignora la situación de niños mimados de la literatura de que gozaron un día los
hermanos Margueritte, hijos del general del mismo nombre, cubierto de gloria en
el célebre ataque de caballería de Sedan. Paul y Victor Margueritte (1) han
cantado con profundo amor filial las hazañas de su padre, y las del ejército y
de su patria en general. Por muchos años el nombre de los hermanos Margueritte
ha estado así ligado a las glorias pasadas y futuras de Francia, condensadas
por cierto mundo en un solo y neto
ideal: la revancha guerrera.
Llega
esta, por fin. Margueritte publica una novela, una de las treinta y cinco que
ha escrito con nacional aplauso, y que apenas se diferencia de las otras por la
pintura del ambiente social que ha creado la guerra. Pero esta vez se
desencadena una catástrofe, y el autor es echado ignominiosamente, como un vil
personaje que hubiera faltado a todas las leyes del honor, de la Legión
Republicana, de la cual el aturdido novelista era Gran Comentador.
¿Debe
creerse que La Garçonne es culpable
de inmoralidad, al punto de atraer sobre ella tan extremadamente grave sanción,
de parte de una orden que nada tiene que ver con la literatura?
La
fantasía popular ha forjado sobre este libro comentarios truculentos, cuyo
pábulo -nos dicen- puede hallarse en una librísima traducción. No haría falta,
tal vez, pues que la novela es suficientemente cruda. Vale de todos modos
precisar el valor real que como inmoral u obscena tiene La Garçonne.
Una
hija de nuevos ricos, muchacha de fuerte valor espiritual, y que se siente cada
vez más desilusionada de la vida de su alta clase, halla por fin un “hombre”
entre sus innúmeros pretendientes. Le entrega su corazón -y su cuerpo mismo-
pocos días antes de casarse, pero el feliz sujeto no buscaba de ella sino un
negocillo de banca, y hasta el día anterior a la boda prosigue comiendo a dos
carrillos: su amante anterior y su prometida. Esta los sorprende, y ella, que
había erigido su nueva vida sobre el culto de la sinceridad a toda costa, rompe
con su novio.
Verdad,
sinceridad… Ambas palabritas tan llevadas y traídas constituyen, pues, su
nítida personalidad. Personalidad tan sólida e inconmovible, que al sentir el
brutal golpe reacciona con intensidad igual a la afrenta recibida; y al salir
sola e indignada del baile donde acaba de sorprender a su casi esposo con su “otra”
amante, se entrega al primer desconocido que la solicita.
Estas
dos manifestaciones violentas de su amor a la verdad: una que la lleva a darse
naturalmente a su novio por ternura, y otra al primer desconocido por
indignación, delimitan netamente el carácter de la heroína. No es luego de
extrañar que arrojada de la casa de sus padres (como puede presumirse, no
ocultó ni a sus padres ni a su pretendiente su desvarío de la noche anterior),
con el corazón amargado y su fe hecha añicos, llega a no creer en nada ni en
nadie, y mucho menos en los hombres.
(*)
Publicado en Atlántida, Bs. As, año
6, nº 264, 26 de abril de 1923.
(1)
Paul Margueritte (1860-1918), escritor conocido por sus novelas históricas de
corte sociológico de la guerra franco-prusiana. Originalmente formó parte del
círculo naturalista, pero en 1887 firmó con otros escritores el “manifiesto de
los cinco” atacando La terre de Zola
y manifestándose en contra del naturalismo, del cual sólo conservó la visión
precisa y minuciosa de los hechos, suprimiendo las crudezas de la forma y fondo
que cultivaban Zola y sus discípulos. Entre 1897 y 1907 escribió novelas en colaboración con
su hermano Victor (1866-1942) que reflejaban su interés estilístico y moral
influido por la literatura rusa contemporánea.
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