30/5/17

ESCRITOS DE HORACIO QUIROGA



TRIGÉSIMA ENTREGA



La inmoralidad de “La Garçonne” (*) (1)



Esta culpa de inmoralidad recaída sobre un novelista con treinta años de honestísma labor, inmoralidad supuesta tan obscena y crasa que el Consejo de la Legión de Honor se ha visto forzado a arrojar al escritor de sus filas, constituye un hecho bastante más trascendental que la excomunión religiosa y digno, por lo tanto, de grave atención.


Nadie ignora la situación de niños mimados de la literatura de que gozaron un día los hermanos Margueritte, hijos del general del mismo nombre, cubierto de gloria en el célebre ataque de caballería de Sedan. Paul y Victor Margueritte (1) han cantado con profundo amor filial las hazañas de su padre, y las del ejército y de su patria en general. Por muchos años el nombre de los hermanos Margueritte ha estado así ligado a las glorias pasadas y futuras de Francia, condensadas por cierto mundo en un solo y neto  ideal: la revancha guerrera.


Llega esta, por fin. Margueritte publica una novela, una de las treinta y cinco que ha escrito con nacional aplauso, y que apenas se diferencia de las otras por la pintura del ambiente social que ha creado la guerra. Pero esta vez se desencadena una catástrofe, y el autor es echado ignominiosamente, como un vil personaje que hubiera faltado a todas las leyes del honor, de la Legión Republicana, de la cual el aturdido novelista era Gran Comentador.


¿Debe creerse que La Garçonne es culpable de inmoralidad, al punto de atraer sobre ella tan extremadamente grave sanción, de parte de una orden que nada tiene que ver con la literatura?


La fantasía popular ha forjado sobre este libro comentarios truculentos, cuyo pábulo -nos dicen- puede hallarse en una librísima traducción. No haría falta, tal vez, pues que la novela es suficientemente cruda. Vale de todos modos precisar el valor real que como inmoral u obscena tiene La Garçonne.


Una hija de nuevos ricos, muchacha de fuerte valor espiritual, y que se siente cada vez más desilusionada de la vida de su alta clase, halla por fin un “hombre” entre sus innúmeros pretendientes. Le entrega su corazón -y su cuerpo mismo- pocos días antes de casarse, pero el feliz sujeto no buscaba de ella sino un negocillo de banca, y hasta el día anterior a la boda prosigue comiendo a dos carrillos: su amante anterior y su prometida. Esta los sorprende, y ella, que había erigido su nueva vida sobre el culto de la sinceridad a toda costa, rompe con su novio.


Verdad, sinceridad… Ambas palabritas tan llevadas y traídas constituyen, pues, su nítida personalidad. Personalidad tan sólida e inconmovible, que al sentir el brutal golpe reacciona con intensidad igual a la afrenta recibida; y al salir sola e indignada del baile donde acaba de sorprender a su casi esposo con su “otra” amante, se entrega al primer desconocido que la solicita.


Estas dos manifestaciones violentas de su amor a la verdad: una que la lleva a darse naturalmente a su novio por ternura, y otra al primer desconocido por indignación, delimitan netamente el carácter de la heroína. No es luego de extrañar que arrojada de la casa de sus padres (como puede presumirse, no ocultó ni a sus padres ni a su pretendiente su desvarío de la noche anterior), con el corazón amargado y su fe hecha añicos, llega a no creer en nada ni en nadie, y mucho menos en los hombres.




(*) Publicado en Atlántida, Bs. As, año 6, nº 264, 26 de abril de 1923.



(1) Paul Margueritte (1860-1918), escritor conocido por sus novelas históricas de corte sociológico de la guerra franco-prusiana. Originalmente formó parte del círculo naturalista, pero en 1887 firmó con otros escritores el “manifiesto de los cinco” atacando La terre de Zola y manifestándose en contra del naturalismo, del cual sólo conservó la visión precisa y minuciosa de los hechos, suprimiendo las crudezas de la forma y fondo que cultivaban Zola y sus discípulos. Entre 1897  y 1907 escribió novelas en colaboración con su hermano Victor (1866-1942) que reflejaban su interés estilístico y moral influido por la literatura rusa contemporánea.

No hay comentarios: