LA REPRESIÓN FRANQUISTA CONTRA LAS
MUJERES: LAS DOS MARÍAS
(Mujerícolas / 21-10-2014)
Las Marías, Las Dos Marías, Las Dos en Punto o Cara de Palo es el nombre
con que se conocía en Santiago de Compostela (Galicia) a la pareja formada por
las hermanas Maruxa (Santiago, 4 de enero de 1898 - 13 de mayo de 1980) y
Coralia Fandiño Ricart (Santiago, 24 de agosto de 1914 - La Coruña, 30 de enero
de 1983)
Las dos hermanas se convirtieron en personajes populares de la ciudad
debido a que realizaban un paseo diario por el casco antiguo de Compostela,
durante los años cincuenta y sesenta, vestidas y maquilladas de manera
excéntrica, mientras flirteaban con los jóvenes universitarios.
Apodadas las Marías, fueron también calificadas como «locas» y
«solteronas». Lo que se conoce como uno de los íconos más representativos de la
ciudad de Santiago de Compostela, obedece a un proceso de maltrato social e institucional,
amparado por el régimen del general Francisco Franco
No está claro si las dos hermanas pertenecieron al movimiento
anarquista, pero se sabía que su ideología era claramente de izquierda. Se dice
que habían sido miembros de la CNT, como sus hermanos, y que habían llevado a
cabo tareas de enlace con sindicalistas escapados de Galicia.
Las mujeres de la casa, la madre y las hermanas, tuvieron que vivir
durante décadas entre las amenazas, el aceite de ricino, el cabello rapado, los
falangistas que llegaban a cualquier hora del día y de la noche a su casa, para
violar la privacidad y dignidad de las familias pobres y las mujeres en
general.
Las llamaron «rojas» (‘comunistas’, aunque eran anarquistas), las
trataron de «putas». A partir de entonces, el trabajo desapareció como medio de
sustento y dignidad, el hambre se hizo presente en su vida cotidiana.
Las hermanas desempeñaron, posiblemente sin saberlo, un papel
fundamental en esa época de represión.
Mucha gente que se sentía ahogada por el régimen y que no se rebelaba por temor a represalias, veían en Las Marías ese grito de libertad
Vivían en la Rúa del Medio, en esos años cuarenta, cincuenta, sesenta y
setenta, donde solo había oscuridad, miedo y silencio. El triángulo inquisidor
formado por Falange, Iglesia y Ejército en el franquismo triunfante
después de la guerra destruyó su fragilidad mental.
Las tres hermanas Maruxa, Coralia, y Sarita salían juntas a caminar.
Sarita falleció joven. Las dos hermanas cayeron en la pobreza después de que
los residentes de la ciudad dejaron de hacer pedidos al taller de costura «por
ser una familia anarquista, por miedo a significarse» (que la policía los
vinculase con ellas). Más allá de este temor, los compostelanos en general
sentían simpatía por ellas, y cuando terminó la guerra las hermanas ―que ya
vivían solas en su casa― vivieron de la caridad de los vecinos. Los que querían
ayudarlas no les daban limosna directamente, sino que compraban comida, con la
excusa de que eran «promociones» de empresas y no caridad.
Las dos hermanas Fandiño fueron las mujeres más conocidas y
fotografiadas de Compostela. Maruxa y Coralia ―que siempre se había querido
llamar Rocío―, lograron crear un mecanismo de defensa para sobrevivir: se
volvieron locas, y en su locura recuperaron el sueño de la juventud. Siempre
escuálidas, como si vivieran en un campo de concentración, sin dientes, se
vistieron de luz y color, llenas de maquillaje como si se tratase de una
representación de máscaras: polvo de arroz, colorete y carmín en ese Santiago
de la mediocridad, la miseria y el terror.
Cada día, al mismo tiempo, marcadas por la campana Berenguela de la
Catedral de Santiago de Compostela, en el verano iban por la calle del Espíritu
Santo hasta el Paseo en el Toural, en el invierno en las arcadas de la Rúa del
Villar, desafiado al tiempo gris y la mente de la gente con su luz de la
antorcha permanentemente. E incluso cuando algunos estudiantes querían, con una
galantería burlona, acercarse a estas máscaras de color, ellas, con la dignidad
recuperada y la fuerza de la locura rechazaban ese «cortejo» diciendo en
español: «¡Tú ya tienes!»
Según Fermín Bescansa, en una ocasión una tormenta les arruinó el techo
de su casa, y se organizó una colecta que reunió un cuarto de millón de
pesetas, que en ese momento era el valor de un apartamento.
Maruxa falleció en Santiago de Compostela el 13 de mayo de 1980, a los
82 años. Coralia se fue a vivir con otra hermana al puerto de La Coruña
(75 km al norte), ciudad a la que nunca se adaptó. Murió dos años más tarde ―el
30 de enero de 1983, a los 68 años de edad― después de preguntar muchas
veces cuál era el camino para volver a Santiago.
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